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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXXI Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 97
Que todos los pueblos aclamen al Señor : nuestra alabanza desde nuestro
corazón sube a Dios, pero al mismo tiempo, sostiene nuestro ánimo. A todos los
habitantes de la tierra se nos invita a formar un inmenso coro para aclamar al
Señor con júbilo y darle gloria, como un anticipo de la gloriosa eternidad.
El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha
sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer hacia sí al hombre hacia
sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:
El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino
porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive
plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a
su Creador (GS 19,1).
Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la
rectitud de su voluntad, ‘un corazón recto’, y también el testimonio de otros que le
enseñen a buscar a Dios.
Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu
sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende
alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí
el testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A
pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo
le incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos
has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti (S.
Agustín, conf. 1, 1, 1). Que todos los pueblos aclamen al Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)