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Salmos diarios, Ciclo I, Año Impar. Explicados
XXXII Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 45
Un río alegra a la ciudad de Dios . En el Apocalipsis se nos describe un río de
agua viva, límpida como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En
medio de la plaza de la ciudad, a una y otra margen del río, hay árboles de vida...
Sus hojas sirven de medicina para los gentiles... (Ap 22, 1-2). Según los exegetas,
las aguas vivas y vivificantes simbolizan al Espíritu Santo, como el mismo san Juan
repite varias veces en su evangelio (cf. Jn 4, 10-14; 7, 37-38).
Si el pueblo de Dios “bebe esta agua espiritual”, según san Pablo, es como
Israel en el desierto, que “bebían de la roca... y la roca era Cristo” (1 Co 10, 1-4).
De su costado atravesado en la cruz “salió sangre y agua” (Jn 19, 34), como signo
de la finalidad redentora de su muerte, sufrida por la salvación del mundo. Fruto de
esta muerte redentora es el don del Espíritu Santo, concedido por él en abundancia
a su Iglesia.
Verdaderamente “fuentes de agua viva salen del interior” del misterio
pascual de Cristo, llegando a ser, en las almas de los hombres, como don del
Espíritu Santo “fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn 4, 14). Este don
proviene de un Dador bien perceptible en las palabras de Cristo y de sus Apóstoles:
la Tercera Persona de la Trinidad.
Ahora, a cada uno de nosotros, nos corresponde encauzar esta agua
saludable en los espacios ordinarios de la vida, en las ocupaciones diarias: en la
familia, en el trabajo, en las relaciones interpersonales y sociales, y en el tiempo
libre, para que podamos cantar con toda nuestra vida: Un río alegra a la ciudad de
Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)