semana del tiempo ordinario. Lunes: Mc 8, 11-13

Hoy encontramos a los fariseos en contra de Jesús. No todos los fariseos eran enemigos de Jesús. Ellos se preocupaban sobre todo de observar con meticulosa exactitud la Ley que habían heredado de Moisés más los preceptos que la historia iba acumulando. Más que enemigos eran adversarios, por lo menos al principio.

Y pronto comenzaron a ser adversarios porque se dieron cuenta que las gentes sencillas le seguían a Jesús con más simpatía, debido a la amabilidad de Jesús y a que no exigía tantas reglas como exigían ellos. Por eso comenzó la envidia y tras ella los deseos de que Jesús hiciera el ridículo ante la gente para ser desprestigiado.

Y buscaban preguntas que le pudieran hacer flaquear en sus proposiciones. Ahora se les ocurre proponerle el hacer algo contundente para que ellos mismos le pudieran creer. Y le proponen que haga una señal ostensible en el cielo. La razón para ello es que los fariseos se habían educado en sus escuelas donde afirmaban que el mesías, que debiera venir, debería hacerlo con mucho poder. Por lo tanto se habían hecho a la idea de un mesías triunfalista.

Jesús no pensaba de la misma manera. Es verdad que ya estaba realizando milagros, especialmente curaciones milagrosas; pero no lo hacía en plan de triunfo ni menos deseando avasallar a nadie, sino en plan de misericordia, por hacer un bien, ya que se compadecía de las miserias. Hasta decía que no lo publicasen ni lo dijeran para poder continuar con su predicación en paz y tranquilidad.

Dice el evangelio que los fariseos hicieron a Jesús esa proposición “para tentarle”, que quiere decir con el ánimo de hacerle caer en el ridículo, pues esperaban que no lo podría hacer. Al decir que era una tentación nos recuerda las tentaciones que tuvo Jesús en el desierto. Era como si volviese Satanás de nuevo.

Al pedir a Jesús que haga una señal ostentosa es como decir Satanás en el desierto: “Haz que estas piedras se conviertan en pan”, o “Tírate de aquí abajo” para que todos crean en ti. La misma tentación volvería cuando Jesús estaba clavado en la cruz. Los sacerdotes enemigos le decían: “Baja de la cruz para que creamos en ti”.

Si Jesús hubiera bajado de la cruz hubiera sido un acto de querer avasallar a sus enemigos. Y esto nunca lo podía hacer Jesús. La salvación no es cuestión de poder material, sino de amor llevado hasta las últimas consecuencias. Y esto es llegar a morir sufriendo por nuestro amor.

El hecho es que esa tentación nos llega un poco a todos o a la mayoría. Cuando vemos que la religión es escarnecida o maltratados los inocentes, nos viene la tentación de por qué Dios no hace una gran señal y salva a los que confían en Él. Cuando hay grandes dificultades, uno quisiera que Dios lo solucionase con algún hecho portentoso. Pero no es el camino querido por Dios. Jesús nunca quiso hacer nada extraordinario para salvarse, sino que nos enseñó a seguir el camino del amor.

Jesús ante esa proposición se pone triste, porque ve que su palabra no entra en aquellos corazones. Y desilusionado exclama: “¿Por qué esta generación reclama una señal?” A aquellos adversarios les llama “esta generación”. Es una expresión que aparece varias veces en la Biblia, siempre con una connotación pesimista. Alguno lo traduce, en sentido popular: “esta gente”.

Con ello quiere decirnos que él no se va a manifestar avasallando a la gente, sino mostrando su amor. Y, como aquellos fariseos no quieren escuchar su palabra, de modo que pudiera haber una sana discusión, prefiere marcharse. Alguna vez les diría a los apóstoles, enseñándoles para predicar, que, si un pueblo no les quería recibir o les rechazaba, se fueran a otro, ya que la palabra de Dios no puede quedar sin ser proclamada. Hoy también nos dice a nosotros que le escuchemos con amor y que proclamemos su palabra con amor y sacrificio.