DOMINGO VII  © bis

 

*  El mensaje que el Señor nos transmite hoy, tanto a través de la 1ª Lectura como del Evangelio, dicho de una manera llana, es el siguiente: que una es la justicia de los hombres, y otra esa JUSTICIA de Dios que estamos llamados a vivir todos los cristianos.

Justicia de los hombres. -

* Entendemos por “justicia de los hombres”, aquella que se basa y guía por las solas luces de la razón y de los espontáneos sentimientos humanos, como:

      a)   La secular Ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”

b)      Amar a quien nos ama.

c)      Hacer el bien a quien nos hace bien.

d)     Prestar a quien nos va pagar.

JUSTICIA divina. -

* ¡Pero eso lo hace cualquiera! ¡Esta “justicia”, nos dice Jesús, no es suficiente para un hijo de Dios, para un cristiano! ¡A nosotros se nos pide mucho más!

a)      Hemos de amar a nuestros enemigos.

b)      Hacer el bien a quienes nos odian.

c)      Bendecir a los que nos maldicen.

d)     Orar por los que nos injurian.

*  Y es que, - nos dice Jesús – la justicia de los hijos de Dios ha de emular a la del Padre Celestial, “que no distingue entre buenos y malos a la hora de mandar la lluvia o de salir el sol”. (Mt.5-45)

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*  Quienes somos hijos de Dios no podemos, en la práctica de la justicia, dejarnos llevar de criterios meramente humanos. Hemos de luchar por, “ser perfectos como nuestro Padre Celestial es perfecto”. (Mt.5-48)

 

*  Alguien podría objetar que ese ideal que se nos pide a los cristianos es una “entelequia”, un ideal imposible de cumplir. Y a eso nos respondería el Señor, como un día a los Apóstoles: “Imposible para el hombre, pero no para Dios”. ¡Con la Gracia de Dios lo podemos todo!        Guillermo Soto

 

 

 

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