VIII DOMINGO ORDINARO  (C) (Lucas, 6,39-45)

 

“No hay árbol bueno que de fruto malo, ni árbol malo que de fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto” (Lucas.6,43-44)

 

- Jesús, a través de esa “divina pedagogía” que son sus parábolas, nos adoctrina sobre distintos aspectos, de los comportamientos que ha de vivir un cristiano. Hoy, a través de diversas imágenes, nos alerta sobre tres aspectos o comportamientos a tener en cuenta en la vida cristiana.

 

  1º) En primer lugar, sirviéndose de la imagen de un hombre ciego, nos advierte que, así como un ciego no puede servir de guía a otro ciego porque ambos corren el riesgo de descaminarse, nosotros en nuestra vida cristiana, sin la visión sobrenatural que nos proporciona Cristo, somos como ese ciego que guía a otro ciego. Nos es necesario ese Guía seguro y de las pautas que El mismo nos ha dejado en el Evangelio

 

  2º) En segundo lugar, se sirve de la imagen de un árbol, al que nosotros, con razonable lógica, le exigimos que nos de frutos y frutos buenos. De esta manera nos recuerda que El también espera esos frutos de cada uno de nosotros y que, no son las palabras sino hechos, esas obras buenas, lo que  Dios espera de nosotros.

 

  3º)  Y, finalmente, con la imagen de la viga en el propio ojo, el Señor pasa a recordarnos la necesidad de esa prudencia, humildad y discreción que son necesarias a la hora de ejercer, (cuando el bien de nuestro prójimo lo exija) la práctica de la evangélica corrección fraterna que el mismo Cristo nos enseñó pero que, para no caer en presunción, hemos de ejercerla teniendo en cuenta las normas de prudencia que El nos prescribió.

 

-  ¡Ojala! que estas tres imágenes: la del ciego que reclama un guía seguro, la del árbol que exige de nosotros el fruto de las buenas obras y la de la viga en el propio ojo que nos invita a la humildad, las tengamos siempre presente, lo que, sin duda, contribuiría a la autenticidad de nuestra vida cristiana.  

                                    Guillermo