COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
VIII
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Evangelio
según San Lucas 6,39-45.
Jesús hizo a sus discípulos esta
comparación: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un
pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser
perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu
hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano:
'Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo', tú, que no ves la viga que
tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces
verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano." No hay árbol bueno
que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce
por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las
zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su
corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón
habla la boca.
DISCIPULOS
Este Evangelio es muy simple pero muy
interesante. Se habla de la relación del discípulo con el maestro; recordemos aquí
que el discípulo para llegar a ser maestro tiene que ser un verdadero
discípulo.
¿Qué significa ser discípulo?
Significa estar abierto, aprender, recibir las enseñanzas, incorporarlas a su
vida; el verdadero discípulo no tiene que quedarse en una superficialidad de
respuesta o en un barniz, en algo que, de alguna manera, se manda la parte, que
está siempre por fuera. El verdadero discípulo es el que llega a internalizar
las cosas en lo más profundo de su ser, en lo más profundo de su corazón; es el
que su obra externa condice y está de acuerdo con su vida interna, con su
profundidad, con su corazón.
Ese discípulo que se prepara para ser
maestro tiene que vivir así, internalizar las cosas; pero el otro, el
superficial, a veces gasta su vida, su energía y su tiempo, criticando a los
demás, juzgando a los demás. No sólo juzga sino que no es capaz de reconocer
los errores que él mismo comete. El Señor le dice “¡hipócrita!, ¡te fijas en la
paja que está en el ojo de tu hermano y no quieres reconocer que, en tus ojos,
tienes una tremenda viga que te impide ver!”
Finalmente, el árbol bueno da frutos
buenos, independientemente si los demás lo aceptan o no, lo reconocen o no;
pero aquel que tiene un corazón malo va a dar frutos malos. Nadie puede dar lo
que no tiene. Si tienes un buen corazón, vas a dar cosas buenas; pero si tienes
un corazón malo y no tienes bondad, probablemente no des bondad sino todo lo
contrario. El ejemplo que pone Jesús: no se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
Lo que es bueno es bueno y lo que es malo es malo.
Pidamos al Señor reconocer esto y
recordemos que todos pasamos por momentos de un lado y del otro, pero en la
vida hay que tomar decisiones y hay que definir. La decisión y la definición es
que hay que ser bueno para procurar hacer el bien a los demás. Decidamos este
camino, no perdamos el rumbo al andar o al caminar. Que seamos buenos
discípulos del nombre que llevamos de Cristo, cristianos.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén