IV Domingo de Pascua, Ciclo C
ENVIDIA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- En primer lugar, mis queridos
jóvenes lectores, quiero advertiros que las poblaciones que se mencionan en la
primera lectura de la misa de este domingo estaban situadas en lo que hoy
llamamos Turquía. La Antioquia de Pisidia está en el
interior del territorio a diferencia de la Antioquia de Siria, que lo está a
orillas del Mediterráneo y más al este. Pergé, desde
donde venían, también era puerto de mar. Icono en cambio, estaba como la
primera Antioquia hoy mencionada, en la entraña del continente.
Me gusta daros estos datos, para
que sepáis desde el principio, que al proclamar la Palabra de Dios y mencionar
poblaciones no son estas fruto de la imaginación del
redactor inspirado, donde pudieran ocurrir aventuras irreales, por mucho que
sus nombres no nos suenen a nosotros que vivimos muy lejos de estos parajes y
ni siquiera pensemos visitarlas algún día.
2.- Os lo he dicho muchas veces, el
pueblo judío sentía pánico por el mar, las mercancías que le debían llegar por
él, las remolcaban naves de otras naciones o culturas. Pero Pablo, nacido en
Tarso, también puerto, pronto se trasladó a Jerusalén a hacer un master, como
diríamos hoy en día, bajo la tutela del mejor profesor de aquel tiempo, llamado
Gamaliel. Pablo, pues, o Saulo que también así se llamaba, tenía una visión
diferente del territorio y sus relaciones comerciales y políticas y partía de
proyectos ambiciosos. No le tuvo miedo al agua y por lo que parece, ya que
sufrió varios naufragios, sabría nadar, cosa infrecuente entre los judíos. Con
estos antecedentes, no extrañará que para él, el Mediterráneo fuera autopista
de evangelización.
3.- Basta ya de prolegómenos.
Situémonos imaginativamente en donde han llegado, en Antioquía de Pisidia, con mayoría de ciudadanos gentiles, pero
existiendo una colonia judía bien asentada. Observad que acuden a la sinagoga
el sábado, se ganaron la simpatía de los inquietos, a los que no les fue
suficiente escuchar la predicación de los enviados, en el seno del oficio
religioso, sino que quisieron aprender más de ellos en un encuentro personal,
sin esquemas preestablecidos. Son indicios de que eran buenos estudiantes,
aunque pudieran ser malos alumnos del rabí de la población. (Aviso para la
navegación pedagógica de cabotaje).
4.- Os advierto lo anterior para que
os deis cuenta de que es preciso, además de asistir a la celebración de la misa
dominical, tener otras fuentes de aprendizaje y crecimiento espiritual.
Antiguamente, por las tierras donde he habitado y en las que habito ahora, las
parroquias organizaban el Mes de María, con misas, devociones y procesiones
especiales, el Novenario de Ánimas, al que asistía predicando, un sacerdote
venido de fuera. O las misiones parroquiales, con existencia más distanciada,
pero de intensa actividad. Hoy estas iniciativas han caído en desuso, y nadie
creo lo lamente, pero el mejoramiento espiritual se busca y consigue
comprometiéndose en organizaciones que con sus cursillos, círculos de estudio o
conferencias, van siendo abono del riego de la Gracia, que llega en la Misa dominical.
No lo dejéis, sea cual sea la institución que esté a vuestro alcance.
5.- Pablo y Bernabé sembraron, y la
Fe viva germinó, su presencia tuvo éxito. Ahora bien, como oculta y silenciosa
epidemia espiritual, se extendió por entre los entresijos de la comunidad
judía, la envidia. Generalmente este vicio, pecado capital, de gran vitalidad y
virulencia, creemos que es propio de la infancia, como cuando yo era pequeño se
decía que el sarampión era enfermedad de niños, que había que cogerla y así inmunizarse,
hoy se piensa y sabe de otra manera y se trata de impedir que aparezca. La
envidia la puede sentir un niño cuando nace en la familia una hermanita. Es un
mal que se cura por sí solo. Pero la envidia es propia de todos los estamentos,
edades y personas. Es pandemia, que se extiende ocultamente, pero que siempre
daña.
6.- Estos días que la liturgia nos
trasporta al tiempo posterior a la Resurrección del Señor y nos recuerda sus
enseñanzas y proyectos, nos debemos examinar. Debemos con sinceridad preguntarnos
si programamos nuestra vida, si preparamos proyectos, si organizamos nuestras
libres ocupaciones, de acuerdo con las sugerencias de Dios o con nuestras
caprichosas ocurrencias. Debemos también examinarnos si observamos el buen
proceder de los demás con admiración y aprecio, o si somos críticos incisivos,
agudos jueces dispuestos a condenar lo que los otros hagan. Poco a poco debemos
preparar Pentecostés con ilusión ¿qué regalo nos
traerá el Espíritu Santo.
Acudieron los del lugar, la gente
bien organizada, prudente, madura, de Antioquia de Pisidia,
al prestigio de los poderosos, a las señoras más influencer
de aquella comunidad ciudadana, se diría hoy. Consiguieron éxito de momento.
Los apóstoles no tuvieron inconveniente en salir e irse a otros lugares.
¿Quién de vosotros se siente inclinado a visitar durante las próximas
vacaciones Antioquía de Pisidia? ¿a
quién se le ha ocurrido mientras leía este mensaje que os envío, buscar
siquiera en el mapa donde está situada?
7.- Envidia encontraréis entre los
deportistas, los políticos, los profesores, los empresarios, los frailes y los
clérigos, los simples soldados rasos de sacristía y los obispos de copete,
entre los Papas también la hubo, acordaos o estudiad el cisma de occidente.
También yo os tengo envidia a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, siquiera
por las expectativas que se os abren, sin agradecer a Dios la madurez de mi
vejez. (este género de envidia no avergüenza, pero
tengo otros, no os lo niego)
Suplicad a Dios por mí para que aleje
siempre esta enfermedad que también me acecha, como yo cada noche lo hago por
vosotros.