VI DOMINGO DE PASCUA, CICLO C

RENCILLAS

Padre Pedrojosé Ynaraja


1.- Cuanto mayores en edad os hagáis y cuanto más conocedores queráis ser de la realidad que os envuelve, mis queridos jóvenes lectores, más os daréis cuenta de que nada puro existe. Se me ocurre ahora poneros un ejemplo tan reciente, que ha sucedido esta misma semana. Perdonadme si lo consideráis estúpido. Los que recordamos que de pequeños aprendimos lo que era y significó para la ciencia y la técnica el sistema métrico decimal, creímos que la definición del metro, la derivada de unos cálculos geográficos que todavía nos los recuerdan monumentos a los cartógrafos que en ciertos lugares se situaron y que vemos cuando yendo de excursión y estamos situados en la línea imaginaria que va de Dunkerque a Barcelona. La definición que aprendimos, y no quiero aburriros repitiéndoosla, creíamos era un patrón exacto.

2.- A medida que continuamos los estudios, hemos ido conociendo sus imperfecciones y las sucesivas precisiones que se aceptaban y cuya definición debíamos de nuevo aprender. Creía yo que todo estaba definitivamente precisado, cuando leo que uno de estos días que el cilindro de platino iridiado que se conservaba hermético, evidente y segura muestra científica del kilógramo, cada vez que se destapaba su envoltorio, perdía algún átomo y por tanto variaba su masa. Uno de estos días, pues, se ha aceptado una nueva definición. Ya veremos, o más bien verán a la larga, que imprecisiones comporta.

3.- ¡Qué churrada nos explicas! Seguramente pensaréis así, pues, perdonádmela. Ya os he dicho en otras ocasiones, que el teólogo Karl Barth decía que el cristiano debía leer cada día la Biblia para conocer la voluntad de Dios y el periódico para enterarse de las verdades y necesidades de los hombres. Os aseguro que soy fiel a estos criterios. De aquí mis comentarios. Nada hay perfecto, pues, ni siquiera las vivencias de la comunidad eclesial, que no lo olvidéis, corresponden a la que es Esposa Amada del Señor.

4.- El texto de la primera lectura de la misa del presente domingo nos relata una de estas situaciones enojosas. A la Fe en Cristo, se le añaden costumbres y convencimientos heredados y en consecuencia, en vez de sumar y enriquecer, crean problemas y divisiones. Por si no lo sabéis, os digo ahora esquemáticamente, que los focos de la intelectualidad y también del cultivo de la teología, se situaban por aquellos tiempos en Jerusalén, por méritos de veteranía, por la misma razón en Alejandría de Egipto y en Antioquía y alrededores, en la Turquía actual. Estos núcleos, a la Fe añadían antiguas convicciones, cada uno a su manera, eran venerables sí, pero incómodas, inciertas o erróneas en algunos casos.

5.- A la Fe en Cristo querían añadirle necesariamente, por ejemplo, la circuncisión heredada de Abraham. Esto y otras hierbas incomodaban y dificultaban la evangelización. En vez de quedarse cada uno con la suya y sin duda distanciarse, deciden consultarse, cooperar, compartir. Nace así el primer Concilio Ecuménico, convocado y celebrado en Jerusalén. Pese a ser auténtico, ha quedado excluido de la numeración histórica de estos acontecimientos. Poco importa. Del encuentro, consecuencia de compartir empapados de la Gracia, sin excluir opiniones, nace la asombrosa conclusión: hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…

6.- Importa poco ahora desentrañar el significado de las decisiones, lo que hay que subrayar es que el resultado surge de íntima comunión en la Iglesia y animados por el Espírito. El Defensor, el Animador, el Dador de vida. Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros… ¡que atrevida decisión! ¡qué audaz lenguaje! Se acerca Pentecostés, estad preparados, iniciaros en la preparación, sentíos ya esperanzados.

7.- El autor del Apocalipsis había sido sin duda espectador de la ciudad de Jerusalén desde el monte Olivete. Sus murallas, que no son las actuales, algún fragmento sí, y sus puertas, que tampoco coinciden exactamente con las que vemos hoy en día, le sugieren a su mente inspirada, una preciosa descripción de la Nueva Jerusalén, la esposa del Cordero, nuestra Madre. Con seguridad también, había contemplado al atardecer las murallas desde su entorno. El rosado luminoso de sus sillares le adelantan el mensaje que nos trasmite. En la nueva Jerusalén no habrá faroles, ni focos que iluminen sus avenidas y plazas, ella misma será resplandeciente, ya que el Cordero será su ilustre ciudadano, por méritos propios.

8.- El texto evangélico es una profunda reflexión sobre la realidad divina. Una y Trina. Empapados como estamos de filosofía clásica griega, nos resulta muy difícil aceptar sus enseñanzas. Quienes dentro de un tiempo se sientan calados de física cuántica, las entenderán un poco más. Poco importa, hay nociones fundamentales que no necesitan cimientos filosóficos. La Paz que nos otorga Cristo, es consecuencia de la Caridad y esta a su vez, resultado de la Gracia. No sabremos qué es en realidad, pero experimentaremos la felicidad que nos aportan.