Solemnidad. La Natividad de San Juan Bautista
(24 de junio)
MI ADMIRACION POR JUAN
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Quisiera compartir con vosotros, mis queridos jóvenes
lectores, las opiniones que tengo de este hombre, el mayor de entre los nacidos
de mujer, como de él dijo Cristo. Esta apreciación que de él hizo el Señor, es
la única que estoy obligado a aceptar. Un santo ha sido durante su vida santo o
por lo menos al final de sus momentos, por cortos que hayan
sido, como el caso del buen ladrón, que pocas horas lo fue. He definido esta
disciplina eclesiástica, para situarme en el ángulo desde el que voy a
redactar. Quiero compartir, ya os lo he dicho, pero no estáis obligados a
aceptar todo lo que yo os diga.
2.- Mi admiración por Juan me ha llevado a recorrer con
devoción los lugares por los que se movió. En diversas ocasiones he visitado Ein-Karen, que ya sabéis que si bien el evangelio no dice
explícitamente fue allí donde nació, la tradición y la arqueología lo
evidencian. Que sea o no junto a la estrella que en el suelo de la iglesia,
bajo el altar, lo diga, no es obligatorio creerlo, ni tiene importancia. Que en
el rellano ante la otra iglesia, a diez minutos a pie de la primera, sea donde
por primera vez brincó, estando todavía en el seno de su madre, tampoco.
3.- He recorrido la poca distancia que separan estos comunes
lugares que no olvida el piadoso viajero, de la iglesita que alberga los restos
de Isabel, su madre. Desde allí me ha gustado contemplar el desierto repleto de
encinas que se ve en el fondo del valle, donde se retiró, por propia
iniciativa, hasta que llegado el momento, se trasladase a las orillas del
Jordán, al lugar muy cercano a donde el rio se hunde en las entrañas del Mar
Muerto. En este punto, por entre las rocas del lado jordano, que obligan a la
corriente a circundar complicados meandros, he meditado su ejemplar proceder.
Tal vez, pensaba, descubra alguna huella del insigne remojador,
pero nada notorio vi.
4.- No quiero ocultaros que el agua, por ahora, no así sería
en la antigüedad, está inmensamente sucia. El Jordán se ha convertido en la
común cloaca de los pueblos de ambas riveras por las
que desciende el río, desde el lago de Tiberíades.
Montar depuradoras no ha sido preocupación de ninguno de los dos estados
ribereños, importaba mucho más sembrar los terrenos lindes de minas
antipersona. Pese a ello, en oración o celebrando misa por el lado israelí, no
he olvidado el admirable testimonio de nuestro héroe, que hoy celebramos su
desconocido cumpleaños.
5.- Los dos últimos hitos de su historia también los conozco.
Camino de la famosa población de Petra, que ningún buen turista deja de
visitar, se pasa muy cerca del palacio-fortaleza-cuartel donde fue ajusticiado
nuestro protagonista. Lo dice el historiador Flavio Josefo. Finalmente, cuando
visito la capital de la antigua Samaría, Sebaste se
llama hoy, a unos 11km de Nablus, no dejo de sentarme en el suelo de los restos
que quedan de la basílica donde, según se cuenta, los discípulos de Juan
depositaron su cuerpo. Os he ofrecido este largo relato, mis queridos jóvenes
lectores, para que os deis cuenta de la admiración que por él siento. Seguramente ahora os extrañará que diga que no me
resulta simpático y que creo que, excepto a Andrés y al otro, nadie más sintió
por él apego. (según contexto en Jn
1,40).
6.- Se valora mucho entre nosotros la simpatía de los que se
creen y presentan como líderes de las masas, civiles o religiosas, y esta
cualidad no es de gran valor. Observaréis que muchos que lo son, se valen de
ella para atraer y complacer, pero que no se distinguen, generalmente, por su
laboriosidad, por su interés misionero, por su colaboración en la empresa
salvadora de Jesús, Señor nuestro. El valor de la simpatía acostumbra a ser
pasajero, como el baño dorado de una alhaja de bisutería.
7.- Juan era íntegro, de una sola pieza y sólida. No como
tantos que siempre se arriman bajo el sol que más calienta. Era austero por
convicción, mejor sería decir por vocación. De familia de clase media alta, tal
era la condición social de su padre Zacarías, sacerdote del Templo, vestía y se
alimentaba frugalmente, sin que se diga que paso hambre, su nutrición era sin
duda equilibrada. La pobreza es una desgracia que debería desaparecer, la
austeridad una virtud que alegra el corazón, es solidaria y permite ser
aceptado por todos.
Huía de ser simple funcionario de una institución. El
funcionariado proporciona seguridad y estabilidad, pero también se siente atado
a la organización a la que pertenece. En cambio a Juan se le acercaban gentes
de diversa procedencia y acogía a todos y a cada uno le aconsejaba de acuerdo
con su realidad personal, con total libertad de espíritu y no aprovechándose de
nadie.
Era sumamente valiente, de tal manera que, llegado el caso,
no respetaba la autoridad del mismo rey soberano y de su compañera, si del
cumplimiento de la Ley divina se trataba. Murió, ya lo sabéis, por culpa de una
bailarina que desorientó al reyezuelo, esclavo de una ilícita esposa, que ni
simpatía, ni respeto, sino odio, por él Bautista sentía.
Era humilde Juan el bautista, y con esto acabo. No porque el
relato de sus cualidades y virtudes haya sido completo, sino porque quisiera
que lo dicho pueda seros útil guion, para vuestro próximo examen de conciencia.