«¡CRISTO VIVE!»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de
Cristo
[23 de junio de 2019]
Este domingo celebramos la Solemnidad
del Cuerpo y la Sangre del Señor, el «Corpus
Christi», y como todos los años
queremos darle una especial significación y relevancia a la Eucaristía como
centro de la vida cristiana. En todas las comunidades de nuestra Diócesis
celebramos esta liturgia del Corpus, en las misas y procesiones adorando
el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, el Señor. En la zona de Posadas y Garupá,
hemos suspendido todas las misas del sábado por la tarde, para celebrar la misa
juntos a las 16 horas en el Anfiteatro «Manuel Antonio Ramírez» de Posadas y
posteriormente el recorrido por las calles de nuestra ciudad, hasta llegar a la
Catedral. En cada parroquia de los distintos pueblos y ciudades de la Diócesis
se significará de una manera especial este acontecimiento. Es importante
recordar nuevamente cómo San Roque González y los misioneros de las reducciones
guaraníes hace 400 años celebraban el Corpus en nuestra tierra. Los
indígenas tenían una gran devoción al Cuerpo y a la Sangre del Señor. Mientras
se realizaba la procesión, las comunidades indígenas traían sus instrumentos de
trabajo, plantas, ramas y animales para que fueran bendecidos con el Corpus
Christi.
El texto de este domingo (Lc 9,11b-17), nos relata la multiplicación de los panes, y
nos permite profundizar en este misterio central de la fe de los católicos, que
es el sacramento de la Eucaristía. La Misa, es donde recibimos el Pan de la
Palabra y el Pan del Cuerpo y la Sangre del Señor. Por eso en la lectura que
leemos este fin de semana, el Apóstol San Pablo, nos dice: «Lo que yo recibí del Señor,
y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que
fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.» (1 Cor
11,23-26).
La Eucaristía es el momento culminante
del amor, de la donación Pascual de Jesucristo. Es aquello que expresa la
necesidad de vivir en la caridad y sobre todo practicarla. «Del don de amor de Cristo
proviene, por tanto, nuestra responsabilidad especial de cristianos en la
construcción de una sociedad solidaria, justa y fraterna. Especialmente en
nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace cada vez más dependientes
unos de otros, el cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se
construya sin Dios, es decir, sin el amor verdadero, ya que se dejaría espacio
a la confusión, al individualismo, a los atropellos de todos contra todos. El
Evangelio desde siempre mira a la unidad de la familia humana, una unidad que
no se impone desde fuera, ni por intereses ideológicos o económicos, sino a
partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros, porque nos
reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del cuerpo de Cristo, porque hemos
aprendido y aprendemos constantemente del Sacramento del altar que el gesto de
compartir, el amor, es el camino de la verdadera justicia».
La caridad es el fundamento del amor
solidario tan necesario como aspecto de la espiritualidad de todo cristiano, y
que nos lleva a privilegiar a los más pobres en el corazón de los cristianos
que van madurando su fe. Necesariamente nos cuestiona el pedido que Jesús le
hace a los Apóstoles, en el texto del Evangelio de este domingo: «Denle ustedes de comer».
En este Corpus celebramos el
don de este alimento que da Vida. Y queremos rezar especialmente para que, como
argentinos, valoremos siempre este don inestimable de la Vida que Dios nos da. ¡Cristo
vive! y viene a darnos la Vida verdadera. Es necesario que defendamos toda
vida, no sólo con eslóganes simpáticos, sino, sobre todo, con una caridad
operante. Esto implica nuestra responsabilidad cristiana que, desde la caridad,
nos impulsa a ocuparnos de aquellos que padecen distintos tipos de exclusión,
queriendo que replique en nuestro corazón el mandato del Señor: «que amemos a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos». Por eso, queremos tener presente especialmente
en esta celebración a los niños por nacer, a los más pobres y sufrientes, a los
que padecen el flagelo de las drogas y a todos los que experimentan formas de
violencia y marginación. Queremos poner en el corazón de Jesús también a los
niños desnutridos, a los adolescentes y jóvenes con adicciones que son víctimas
de estructuras de corrupción.
En la celebración del Corpus, en la Eucaristía
celebrada, comprendemos con hondura que el Amor donado, es aquello que nos
plenifica, humaniza, y presenta la verdadera felicidad.
Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo.
Mons. Juan
Rubén Martínez,
obispo de Posadas