DOMINGO  XV   (C)   (Lucas, 10,25-37)

  Ejerzamos de “samaritanos” en las ocasiones que nos ofrece la vida diaria

 

- En el Libro del Deuteronomio, Moisés nos da un sabio consejo: la necesidad de escuchar a Dios, su Palabra siempre actual:

                           "Escucha al Señor Tú Dios" (Moisés)

- Y nos dice, “escucha” porque, no es lo mismo oír, que escuchar. Y es importante tenerlo en cuenta cuando, de distintas formas, recibimos  esa Palabra de Dios, para no limitarnos  a oír, sino ¡tratar de  escuchar!

El Evangelio:

- En la 1ª parte, Jesús, a instancias de un letrado, responde a la cuestión más trascendental e importante que debiera preocupar a todo hombre:

                              ¿Qué tengo que hacer para salvarme?

- Y, en su respuesta, el Señor, “no se va por las ranas”. Jesús “va al grano”,  "Amarás al Señor....., y al prójimo como a ti mismo". Y es que, en  estas dos  vertientes del amor, se encuentra la síntesis de todos los demás mandamientos y de todas las virtudes cristianas.

- En la 2ª parte, le hacen a Jesús otra pregunta, no menos importante y comprometedora: ¿Quién es nuestro prójimo? La respuesta de Jesús no puede ser también más concreta: Tu prójimo, -viene a decir Jesús- es, “todo aquel que sufre alguna necesidad y pasa a tu lado, porque a un cristiano, ningún dolor o necesidad ajena, nos puede dejar indiferente. El cristiano  nunca puedepasar de largo” ante una necesidad de su prójimo.(Papa Fco.)

- Y, en ese intento por “escuchar” a Dios, -como hemos dicho al principio- podríamos preguntarnos: ¿Qué habrá querido decirnos el Señor al incluir en su parábola los anti-testimonios de un sacerdote y de un levita? Porque, ambos formaban parte la religiosidad oficial y la práctica del culto a Dios.

    Aunque nos duela, es un duro golpe, una llamada de atención, a la falsa piedad, a la beatería, que son falsas formas de una "religiosidad" sin compromiso. El mensaje de esta parábola va especialmente dirigido a nosotros, a los que  estamos más cerca del Señor y, con el, nos quiere advertir que, no podemos “refugiarnos” en los actos de piedad como excusa  para descuidar el compromiso con nuestros prójimos. (Fe y vida)

- En algunas ocasiones, es posible, que sólo podamos ayudar al prójimo con la oración. Pero, ¡atentos! que eso no nos debe servir de coartada, para no  “mojarnos” hasta donde verdaderamente podamos, con nuestro personal compromiso, como lo hizo el buen samaritano. Aquel, “pasar de largo” del levita y del sacerdote, es una tentación constante a “escurrir el hombro”, incompatible con nuestra responsable condición de creyentes.  Guillermo Soto