Domingo XXII del Tiempo Ordinario. Ciclo C
La humildad
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- El contenido fundamental de la primera y la tercera
lectura de la misa de este domingo, es un elogio, un canto, a la humildad, la
virtud pequeñita, que no goza de gran aprecio.
Lo sabéis mucho mejor que yo, mis queridos jóvenes lectores,
no se lleva ser pobre, ya ha pasado de moda.
2.- Ni en el terreno de la política, ni en el de los
negocios, tiene sitio reservado la humildad. Lo que se precisa es la ambición,
ser emprendedores usando buenas y malas artes, así se progresa. Tal es como
instruyen y practican los que desean triunfar.
Darse a conocer, hacer de su vida un continuo currículo que
se pueda presentar, pisar la alfombra roja siempre que se pueda. Figurar
siempre como personas VIP y exigir que como a tales seamos tratados, esto es el
hoy.
3.- El ejemplo que pone el Señor es muy expresivo, aunque me
temo que lo que explica de los banquetes de boda no sea práctica actual. Según
me cuentan, que yo a ellos no voy.
La cuestión del lugar que un convidado debe ocupar se rige
por otros criterios, no así la actitud de convidar. Sé que se invita a aquel
porque conviene. Que se está obligado si uno quiere esperar provecho. O que de
una u otra manera, se invita al que pagará los gastos. O que el número de
asistentes, más que expresión de generosidad, es exhibición de poder y riqueza,
satisfacción de la propia vanidad.
4.- Creo que es tan clara la doctrina que el Maestro nos
enseña, que no hace falta que os la comente. Y no esperéis, mis queridos
jóvenes lectores, si es que lo sois, a dejar de ser jóvenes, para comportaros
con generosidad. Que no se os ocurrirá organizar un banquete, una merienda, tal
vez sí, dado el caso, estudiad a quienes de la clase, de vuestro equipo o de
vuestra pandilla, debéis convidar. Mejor será que penséis en los injustamente
marginados o son víctimas de bullying. La generosidad
se expresa en el trato de cada día, en la ayuda prestada, en estar dispuestos a
pagar gastos o viajes y no haceros el sueco y esperar que los demás corran
siempre con los gastos.
Observa uno a veces que hay quien espera que le lleven en su
coche y nunca pone el suyo a disposición de los demás.