Solemnidad. La Asunción de la Santísima Virgen María (15 de agosto)

 La solemne Pascua de Santa Maria

Padre Pedrojosé Ynaraja

1.- Siempre repito, mis queridos jóvenes lectores, que este largo título resume lo que celebramos hoy. Me irrita soberanamente, llamarla Virgen de Agosto. Calificarla de patrona de un mes de playa, turismo y reposo. Es la solemne Pascua de Santa María, dicho de otra manera.

2.- Nosotros nos fijamos en la conclusión del misterio: la unión íntima con Dios, sin fijarnos en cómo se inició el misterio, sin importarnos donde se preparó. Las Iglesias Orientales en cambio, la llaman fiesta de la Dormición de María y la celebran con mucha solemnidad. Poseen un precioso icono con este título, que expresa la importancia que le dan.

3.- ¿Dónde ocurrió? Si el misterio es Pascua, no debe limitarse a las estrecheces del espacio/tiempo. Considerada hecho personal, cuentan las tradiciones, llámeseles escritos apócrifos, que no es apelativo desdeñable, que vivía en Jerusalén acompañada de San Juan, cuando le llegó la hora. Los ángeles entonces, se repartieron la labor de dar el mensaje a los demás apóstoles, dispersos ya por el ancho mundo, para que la acompañaran en tan trascendental momento.

4.- En Jerusalén, la basílica de la Dormición de María, lo recuerda, su cripta es uno de los lugares más preciosos que se nos permite contemplar a los peregrinos. Se trata de una imagen yacente. Por encima cual baldaquín, coronan los mosaicos que representan a las mujeres bíblicas. Nuestra madre Eva, Judit, Rut, la hija de Jefté

5.- Imaginamos que de allí en procesión llevaron su cuerpo hacia el torrente de Cedrón, a un sepulcro que estaba ya preparado. Cuando uno está por esa tierra, achicharrado por el calor correspondiente y llega a este rincón muy próximo al olivar de Getsemaní, debe descender muchos peldaños, antes de encontrarse ante el sepulcro, que arqueológicamente se considera auténtico. A medida que va uno descendiendo, también la temperatura también baja. En llegando al piso, se siente uno bien y busca el rincón donde observa la piedra en la que reposó momentáneamente el cuerpo de la Virgen. No, no está allí, hace siglos que fue elevada al Cielo.

6.- Sinceramente uno suplica: ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Esta oración no se desentiende de Dios, en Él precisamente está uno pensando. Recuerda el episodio de Caná y le dice: ¡anda! Madre mía, dile a tu Hijo lo que me falta a mí, estoy seguro de que, como aquel día, también hoy te escuchará, sumergida como estás con Él en el misterio de la eternidad feliz.

7.- Algún año he puesto cerca del altar la bandera de la Unión Europea. No es entonces un símbolo político, es una insignia del continente que durante siglos, se sintió por Ella amparada. Quien la diseñó estaba pensando en esta lectura de hoy. Aquí, en Le Puy, en el Pilar de Zaragoza, en Lourdes, en Meritxell, en el Carmelo, en no sé cuántos sitios, durante mi vida, la he invocado. Lo recuerdo ahora, como quien saca de la cartera las fotografías que guarda de su madre. Todas son distintas, pero corresponden a la misma persona. ¡cuantos millones de veces le he dicho: ruega por nosotros pecadores, en la hora de nuestra muerte!

Esta oración, mis queridos jóvenes lectores, se la podéis todos vosotros dirigírsela también