D O M I N G O XIX
(C) (Lucas, 12, 32—38)
(Vigilancia)
- El pasado Domingo nos
advertía el Señor del peligro que pueden ejercer sobre nosotros, los bienes
materiales, que pueden engendrar en nosotros la codicia y convertirse en
“ídolos”.
Hoy el Señor nos invita a la vigilancia y
quiere despertar en nosotros cautas actitudes de vigilante espera.
- Hasta los cristianos, y muchas
personas de Fe, tienen la tendencia, la inclinación a considerar esta vida como
si fuera la definitiva. Tienden a olvidar que “no tenemos aquí nuestra
Ciudad definitiva”
- Santa Teresa solía definir
la vida como, “una mala noche en una mala posada”.
- Nosotros tendemos a olvidar
la caducidad de esta vida y, como máxima aspiración, parece contentarnos en convertirla
en un Hotel de 5 Estrellas.
- Volviendo al Evangelio, el
Señor viene a decirnos, a ti y a mi:
- ¡No seáis insensatos!
- ¡Esta vida no es
la definitiva y tenéis que saber convertirla en
í trampolín de
¡VIGILAD!; ¡TENED ENCENDIDAS LAS LAMPARAS!, ¡ESTAD
ALERTA! Distintas formas de llamarnos
a la vigilancia.
¿Que cosas son las que tenemos que vigilar?
1º) - El primer sujeto de
vigilancia somos nosotros mismos. Tenemos que ser conscientes de nuestras
inclinaciones desordenadas, de nuestras pasiones y de la absoluta necesidad que
tenemos de Dios para mantener nuestra fidelidad a sus planes.
2º) - El segundo objeto de
nuestra vigilancia son: los enemigos del alma : mundo, demonio y carne,
que no han perdido actualidad y que, si no nos los tomamos en serio, bien que
pueden hacer sus estragos en las almas.
EPÍLOGO.-
Seamos como, “los
que esperan a su Señor a que llegue” y mereceremos así ser un día “de
los hijos bienaventurados que el Señor premiará porque al llegar los encontró
velando”.
Guillermo Soto