D O M I N G O   XXI   ( C ) (Lucas, 13,22-30)       

 ¡Espero ser reconocido, al menos por las veces que me otorgaste tu perdón!

 

-  Uno de los que escuchan a Jesús, (de quien el Evangelista no da su nombre), le hace al Señor una pregunta que, posiblemente, en nuestro subconsciente, nos la hayamos planteado nosotros alguna vez: “¿Son pocos o muchos los que se salvan?”.

-  Lo importante del Evangelio de hoy, no es la pregunta de aquel hombre, que parece tener un tono superficial, de simple “curiosidad estadística”: ¿Son muchos o son pocos los que se salvan? Lo verdaderamente importante es, la clarificadora respuesta de Jesús que, va “al grano”. Jesús no se queda en lo estadístico, en lo “cuantitativo”. ¡Su respuesta va, a lo “sustantivo”!. Es como si le dijera a su interlocutor: ¿De qué te vale saber si son muchos o pocos los que se salvan? Lo que verdaderamente debe preocuparte es, saber qué es lo que hay que hacer para salvarse. Y, en ese sentido va su directa respuesta: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”.

 

-  Es de valorar la descarnada sinceridad que entraña la respuesta de Jesús, porque, estamos acostumbrados a que los hombres, cuando quieren nuestra adhesión a sus planes, sólo nos presentan los aspectos placenteros, las ventajas que vamos a tener adhiriéndonos a sus propuestas pero, suelen silenciarnos los aspectos costosos de aquello que nos quieren “vender”.

- ¡El Señor, no! Él, no contesta en ese tono populista y demagogo. Él, desde el principio, no nos oculta la dificultad que entraña su seguimiento:

                        “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”

                        “Estrecha es la puerta que conduce a la Vida

                        “Luchad, esforzaos”.

-  Y es que, ¡no hay Cristianismo sin cruz, ni santidad sin lucha!:

“El Reino de los Cielos padece violencia – nos dirá en otra ocasión –   y sólo los que se esfuerzan lo arrebatan”

 

-  Una aclaración final. Por si el que le hace la pregunta, relacionaba la salvación, exclusivamente, con el hecho de pertenecer o no, al pueblo de Israel y que los demás quedaban excluidos, Jesús con sus últimas palabras, deja claro que la salvación que El ofrece, es universal, es para todos:

            - No está ligada a ningún pueblo, ni a una raza, sangre o linaje.

            - Su salvación es, un Don gratuito que nos viene por la Gracia de Dios que, se hace eficaz con nuestra indispensable colaboración humana.

                                                                                                    Guillermo Soto