«la solidaridad de nuestra gente»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el domingo 21 durante el año
[25 de agosto de 2019]
En el Evangelio de este domingo (Lc 13,22-30), el Señor nos presenta algunas condiciones
para participar del banquete del amor, o del Reino. Desde ya, su propuesta es
exigente: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que
muchos querrán entrar y no lo conseguirán» (Lc 13,24).
Es cierto que sólo podemos asumir las exigencias o condiciones, cuando
descubrimos el tesoro. En el texto Jesús nos plantea que ese tesoro es el Reino
de Dios, en definitiva, este nuevo Reino es el Reino del Amor.
Considero importante que intentemos
profundizar sobre el sentido cristiano de la palabra amor. Muchas veces
escuchamos el uso de esta palabra vaciada del significado profundo que tiene.
Es comprensible que esto ocurra en el contexto de nuestra época que tiende a superficializar las propuestas y presentarnos cosas que
parecen ser, pero no son. Tenemos bebidas, comidas y a veces hasta relaciones
humanas que son solamente light. En este contexto la palabra amor se
liga a logros sensibles, a cuestiones circunstanciales y sin compromiso.
El amor que nos propone Jesús para
ingresar a su Reino nos plantea que: «No hay amor más grande que dar la vida
por los amigos» (Jn 15,13). Nos quedamos sorprendidos
de cómo muchos luchan por acceder a otro tipo de reino, el reino del poder,
tener y placer. Reinos temporales que son absolutizados e idolatrizados.
¿Cómo hacer entender que la idolatría, no llena ni plenifica
el corazón humano? Es lamentable tener que señalar que, aún en contextos que se
dicen cristianos, es muy difícil encontrar actitudes que estén realmente
motivadas por el bien común. A veces se habla de justicia, de los pobres, de
reivindicaciones sociales… ¡Se habla!, se pelea y lucha, pero en general no
tanto por solidaridad hacia el necesitado, sino para encubrir luchas de poder.
El Eclesiastés nos señala el absurdo de tanto desgaste, «si todo es vanidad y
solo atrapar vientos» (Ecl 1,14) Es bueno recordar a
nuestra dirigencia que hay estilos que cayeron en desgracia y que no tienen
futuro. Es necesario que quienes tienen responsabilidades sociales o políticas
piensen en el bien común y desde la gente, y que entiendan que la dignidad de
la persona está en el centro de toda la problemática.
Es necesario señalar que, a pesar de
estos males del presente, también podemos encontrar muchas expresiones de
verdadero amor en nuestra sociedad, expresiones de bien común, que son, en
definitiva, las acciones que sostienen y construyen la historia: El amor de una
madre por sus hijos, el sacrificio de un padre de familia, amigos que dan la
vida por sus amigos, los esposos que se hacen uno en el amor, ciudadanos y
dirigentes generosos. Pero Jesús a los cristianos nos enseña algo nuevo, él amó
así a todos, incluso a los enemigos. Por eso la caridad no es solo para un
grupo, es universal. A este Reino o a este banquete están invitados todos: «Vendrán muchos de Oriente y
de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino
de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que
son los primeros y serán los últimos» (Lc 13,29-30).
Pero no debemos olvidar que el ingreso
es por la puerta angosta. Amar exige tener en cuenta a los demás, dar la vida
por los otros, sobre todo por los que más necesitan. Para que el servicio a los
demás no sea sólo sacar provecho personal necesita del respaldo de la caridad.
Este tema tiene especial vigencia,
porque hoy insistimos que es indispensable globalizar la solidaridad. La
palabra solidaridad para un cristiano no tiene sólo un componente social, sino
que además tiene un fundamento teológico o bien en la fe. La solidaridad es una
expresión de la caridad. Jesucristo, es el maestro de la caridad, quien por
amor dio su vida por nosotros.
Esta condición de amar que nos plantea
el Evangelio de este domingo para entrar al Reino, como fundamento de la
solidaridad y del bien común, es un tema central para que lo tengamos presente
y evitemos seguir perdiendo el tiempo atrapando vientos. La mentira no tiene
futuro.
Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo.
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas