XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Clamor por la Amazonía que arde en Bolivia
Clamor
por los incendios de la Amazonía boliviana
Un drama planetario pasa a ocupar
el primer plano de la realidad de estos días. En Bolivia la zona amazónica está
ardiendo. Nos unimos al pronunciamiento de la Iglesia que ha emanado de la reunión en Cochabamba de los Obispos y los delegados de las
Comunidades Amazónicas de Bolivia. Con ellos nos sentimos todos “consternados,
indignados y casi impotentes ante la catástrofe
de los incendios forestales” ocurridos en laAmazonía boliviana durante
estas últimas semanas. Nuestra Casa Común está herida de muerte pues cerca de
un millón de hectáreas de nuestro bosque amazónico se consume bajo las llamas
del fuego.
Un decreto irresponsable: el 3973
La Iglesia católica en Bolivia ha
elevado su voz profética en
la búsqueda y denuncia de
las causas y, entre ellas, señala un decreto irresponsable, por
imprudente, del gobierno nacional de Bolivia, el
decreto nº 3973, del pasado mes de julio, mediante el cual se autorizan las
quemas “controladas” de terrenos y el desmonte, pero no se articulan las
medidas sobre las condiciones y mecanismos para el control efectivo de las
mismas, lo cual favorece los chaqueos ilegales. Y la
causa más profunda de este desastre es la lógica imperante, también en Bolivia, del capitalismo
tecnocrático y agresivo con la hermana madre tierra y de un modelo de
desarrollo consumista y depredador de la naturaleza, que se manifiesta en los
grandes proyectos hidroeléctricos y de exploraciones de hidrocarburos, la
ampliación de las fronteras agrícolas, la demoledora construcción de carreteras
y la vieja lógica extractivista”.
La Iglesia plantea múltiples
acciones solidarias y legales
Por eso la Iglesia ha planteado
múltiples acciones solidarias, eficientes y legales para afrontar la catástrofe
y pide a “todas las autoridades y al gobierno nacional que destinen
urgentemente los recursos
necesarios para combatir el fuego y que gestionen con transparencia la
ayuda internacional adecuada” y ha exigido al gobierno boliviano “declarar las
áreas de bosques afectados por el fuego como tierras
de inmovilización, con pausa ecológica y absoluta prohibición de todo
cultivo y extracción, promoviendo sólo actividades de reforestación”. Se pide
también hacer una auditoría técnica de las autorizaciones realizadas que
permita sancionar legalmente a los responsables de esta catástrofe amazónica.
Exhortación
a la humildad y a la gratuidad
En el evangelio de este domingo
encontramos otras dos nuevas exhortaciones típicas de Lucas
(Lc 14, 7-14). En ambas se trata de banquetes, de
una boda y una cena. En la primera se exalta la virtud de la humildad como actitud
fundamental de los invitados a la boda y del comportamiento cristiano, en la
segunda se exhorta a los anfitriones a invitar a los
pobres, lisiados, cojos y ciegos, porque ninguno de ellos puede recompensar
nada, de modo que el gran valor destacado por Jesús al hablar del Reino de Dios es la gratuidad.
La
humildad es la virtud de caminar en la verdad
La humildad es la virtud de caminar en la verdad, reconociendo las propias limitaciones con toda
sencillez y considerando siempre superiores a los demás. Una vez más Jesús
sigue instruyendo en el largo viaje a Jerusalén. A las enseñanzas de los
anteriores domingos, es decir, la de apartarse de la codicia, la de dar en
limosna los bienes a los pobres, la de alejarse de toda injusticia, la de
concentrar toda la atención en el Reinado de Dios, hoy se suma la de la humildad. Concebido el
Reino de Dios como un banquete la lección de Jesús sobre la humildad se formula
con una sentencia sapiencial y magistral, colofón de la parábola de los
invitados a la boda, que querían ocupar el puesto preferente y pasaron a un
segundo lugar: “Todo el que
se ensalza será rebajado y el que se rebaja será ensalzado”.
Humildes
e indigentes, los primeros en el Reino de Dios
Este es un paralelismo antitético
que ha sido transmitido como enseñanza de Jesús también a través del
evangelista Mateo (Mt 23,12). Se trata de otra lección evangélica que critica
los comportamientos habituales de los seres humanos, marcados frecuentemente
por la búsqueda a toda costa del poder, del dinero o del reconocimiento social,
que permiten a las personas ponerse y reconocerse a sí mismas por encima de los
demás. Tanto la parábola
como la sentencia proverbial ilustran el aforismo presentado ya el
domingo anterior, que decía que “los
últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. Ahora se
muestra en parábolas quiénes son los
últimos de verdad para Jesús, a saber, los humildes y los indigentes. Los
unos, por virtud, y los
otros, por su estado,
son los últimos desde la perspectiva social de nuestro mundo. Sin embargo,
todos ellos para Dios son los
primeros en el banquete del Reino.
La
preeminencia de los últimos y de los pobres
La preeminencia
de los últimos es el vínculo de unión entre las dos parábolas. En la
segunda, se indica quiénes son los invitados de honor en el Reino de Dios: Los pobres. Por ello la
instrucción de Jesús continúa también exhortando a poner a los pobres como
invitados preferentes en la mesa del Reino. Y concluye esa enseñanza con otra
felicitación, compuesta en forma literaria de macarismo
o bienaventuranza: “Dichoso tú, porque no tienen para compensarte”. La razón de la alegría y de la
dicha más profunda es que los otros, por ser pobres, no pueden recompensar al
anfitrión del banquete. Así se rompe la lógica mercantilista de las
relaciones humanas, frecuentemente basadas en el principio de “do ut des” (te
doy para que me des).
La
gratuidad de darse sin esperar nada a cambio
El evangelio destruye esta lógica
del interés en la donación para poner en el candelero de la enseñanza de Jesús una nueva lógica, la de la
gratuidad. Ésta consiste en dar
y darse a los otros sin esperar nada a cambio, lo cual reviste el
dinamismo de la entrega gratuita de la vida y de los bienes con el halo de
alegría, que corona la vida de los
justos, transformados definitivamente por Dios en partícipes de la Nueva Alianza.
Dios
está presente en todos los pobres
Una vez más el Evangelio pone en
evidencia que la entrega gratuita a los pobres hace de ellos, en virtud de su
pobreza y porque no tienen para recompensar, un lugar de dicha y de salvación,
pues será sólo Dios el que recompense en la resurrección de los justos. Dios está presente en los pobres de
tal modo que los que atienden a los pobres son considerados justos (Cf. Mt
25,31-46) y dichosos. Además el evangelio de Lucas, a partir de la figura del
banquete, va desarrollando y ampliando el tipo de atención que se le ha de dar
a los pobres. No se trata sólo de atenderlos en sus necesidades, sino de invitarlos a un banquete, que
es un grado mucho más alto de consideración y de reconocimiento
de su dignidad.
Pobres
y marginados son los predilectos de Jesús
Poner a los pobres como objetivo prioritario de la mesa compartida de nuestra tierra sigue
siendo el gran desafío de
la economía de nuestro mundo globalizado. El carácter festivo y
universal de la mesa común es un rasgo que define la presencia salvadora de
Dios en el mundo. Sin embargo, los pobres, lisiados, cojos y ciegos, sólo por
el hecho de ser tales, son, en la perspectiva del evangelio, los primeros en el
Reino de Dios. El Dios de Jesús no quiere los protocolos de nuestros banquetes,
porque para él los últimos serán los primeros, es decir, los que no cuentan en
la sociedad, los marginados
y excluidos, son sus predilectos. Por eso Jesús proclama dichosos a los que asuman esa nueva
visión del panorama social y actúen de esa forma, y no deja de
criticar abiertamente a los que pretenden copar los primeros puestos en los
banquetes y sostienen ese sistema excluyente de relaciones humanas.
Enormes
desigualdades
Una simple mirada a nuestro mundo
nos sigue revelando las enormes
desigualdades entre los enriquecidos y los empobrecidos, ya sean
éstos, países, pueblos o personas. Dos mundos separados por un gran abismo, que
no es ni la línea del ecuador, ni la de los trópicos, ni la franja del
Mediterráneo o la del Caribe, sino la del corazón de los seres humanos que
tantas veces, insensatos y arrogantes, sigue anteponiendo la soberbia, la
codicia y la obstinación ciega (Eclo 3,17-33) del
sistema económico reinante y mortal en toda la tierra, a la inversión de
valores propuesta por Jesús, para el cual la
humildad, la solidaridad y la gratuidad son las características fundamentales
de la mesa compartida.
Prioridad
de los últimos
El mensaje de la prioridad de los últimos y de los
pobres como propuesta alternativa al mundo injusto también ha sido y
sigue siendo acogido con
alegría por una muchedumbre innumerable de espíritus justos que han
sido transformados (Heb 12,23) por la palabra y el
Espíritu de Jesús. Éste es mediador de una Alianza Nueva porque el espíritu que
le llevó a derramar su sangre en la cruz consumando el amor nupcial de Dios con
la humanidad ha sido comunicado al corazón de los hombres haciéndonos capaces de vivir la
gran alegría de ese amor en la gratuidad, en la humildad y en el perdón,
como valores humanos que impregnan un dinamismo nuevo y una nueva visión de la
realidad. Desde esta Nueva
Alianza, celebrada en cada Eucaristía, banquete de bodas por
antonomasia de la vida cristiana, es posible renovar, en comunión con el Señor
y con la Iglesia, la esperanza inquebrantable en que, desde la montaña de Sión, desde la ciudad de Jerusalén, es decir, desde el
encuentro con Jesús en su pasión colmada de amor, caminamos a la ciudad del
Dios viviente, a la reunión de los que han sido transformados
por el espíritu de la justicia consagrando su vida a los últimos.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote
misionero y profesor de Sagrada Escritura