REALISTA Y SOÑADOR-domingo XXIII-C

Padre Pedrojosé Ynaraja


Las dos cosas a la vez y sin que se opongan, ni pretendan destruirse. Como ciertas dualidades de la física moderna que no me entretengo ahora en comentar.

1.- La carta de Pablo a Filemón, que yo os propongo, mis queridos jóvenes lectores que leáis completa, que se trata de poquísimas líneas más, es interesante, útil y desconcertante a la vez. Escribe un prisionero dirigiéndose a un potentado. Ni le pide dinero, ni influencias para salir del mal trago en el que se encuentra. No recurre a argumentos de justa ética. Lo propio sería que le recordase la injusta realidad que goza de ser amo de un esclavo y el pecado que supone para un cristiano, disponer de la libertad de otro ciudadano, y para más inri eliminándosela. Nada de eso, Pablo es hombre de su tiempo y no acude en ese momento a batallas que con seguridad no ganaría. Perder una batalla, no supone frustrar la guerra, creo que es frase que pronunció Sir Wilson Churchill.

2.- Pablo no escurre el bulto, es íntegro y honrado. Sabe comprometerse cuando toca. Escribe notificándole que a Onésimo él mismo le bautizó en la cárcel en la que ambos sufrían encierro. Es, pues, un hombre diferente, otro este Onésimo. Le recomienda, expresión esta de Caridad, no hay que olvidarlo. Por si no fuera suficiente, recurre a nociones de justicia. Sin orgullo, pero honradamente, valorando lo que supone la humanidad y cristianismo del antiguo esclavo, se identifica con él, asume las posibles deudas que pudieran existir y se las apropia, recordándole entonces que son mayores las que tiene Filemón respecto a él. Pablo no ignora reales y antiguos débitos. La verdad es verdadera. Un cristiano es diferente a cualquier anónimo y vulgar hijo de vecino que no ha sido bautizado. ¿tenéis esto en cuenta en vuestro trato cotidiano?

3.- Cambio de tercio. La gente joven busca y calcula la manera de prepararse para el futuro, de manera que logre realizarse. Realizarse, supremo proyecto, obra maestra que debe realizarse uno mismo para conseguir triunfar, ser feliz y vivir tranquilo y seguro. Así se piensa. Publicaciones, conferencias y hasta ferias se le ofrecen al alumno para que consiga orientarse en este terreno. Pero ¿es este el proyecto que Dios prepara para cada uno?

Recuerdo mis tiempos de bachiller de siete cursos, que culminaba en el Examen de Estado que acreditaba, si uno lo superaba, que podía acceder a la universidad. Recuerdo que durante los siete años tanto nos machacaban eso de aprobar aquella reválida, que uno llegaba a pensar que las materias, las lecciones que se nos daban, nada importaban, solo era preciso superar como fuera aquella prueba. Afortunadamente yo les hacía poco caso. cada día, cada clase, debía importar por sí misma, pero a la empresa lo que le interesaba, para mantener el alumnado, eran las estadísticas positivas de los que habían sido considerados aptos para entrar en la universidad, independientemente de su madurez o aprendizaje cultural.

4.- Ante tal proceder, unos proyectaban su futuro tomando el testigo de la profesión de su padre al que pensaban imitar. Otros observaban en qué profesión se ganaban mejores sueldos y se decidían a escogerla. Otros pensábamos en nuestras aficiones favoritas, química o naturales, en mi caso, y sin preocuparnos demasiado, vivíamos un ideal e imaginario aprendizaje. En este terreno idealista iba sembrando el Señor una semilla que poco a poco germinaba sin uno notarlo, pero también sin impedirlo. Los demás, y yo mismo, nos veíamos investigadores en hipotéticos laboratorios. Dios contemplaba, regaba y abonaba la semilla que había preparado y en silencio y en secreto, fui descubriendo y siendo consciente de que mi futuro estaba en el sacerdocio. De nada de esto hablaba, era mi preciado tesoro interior. A última hora, llegado el preciso momento de matricularse en alguna facultad, hube de hacerla pública.

5.- Alguno supe que acudió a un profesor a pedirle consejo y que este le dijo que le enseñase el libro escolar y, de acuerdo con las notas que en él se habían escrito, le propuso una carrera. ¡pobre de mí si hubiera obrado de igual manera! Ni para barrendero hubiera servido. Los planes del Señor acostumbran a ser otros. Es un ejercicio de aventura mental el descubrirlos. El laberinto que supone adentrase en el futuro, exige tener conocimiento de una normas, para no caer atrapado en múltiples fracasos. Las normas las encontraréis en el Evangelio, mis queridos jóvenes lectores. El fragmento de Lucas de la misa de este domingo contiene unas cuantas. No hace falta que os las comente.

6.- Yo mismo todavía, pasados bastantes más de los ochenta, continúo progresando por este intrincado y enigmático laberinto de la vida que, para gozarla, hay que aceptarla como traviesa y feliz aventura. Si habéis llegado hasta aquí, comprenderéis que este mensaje-homilía lo haya titulado realista y soñador. En realidad podría haberlo resumido todo en un solo término: hay que ser fiel.