VIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL TIEMPO
ORDINARIO
(Año Par. Ciclo C)
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- Sb. 9, 13-19: ¿Qué
hombre puede conocer la voluntad de Dios?
Esta
lectura es parte del Libro de la Sabiduría. Los dirigentes de Israel imploran
de Yahvé la Sabiduría para impartir justicia con equidad en su Reino. Saben que
ella procede de Dios y poseerla trae consigo grandes bienes (cfr. Sab.1-5;
7,25ss; 8,3.5-16). Desde otra dimensión esa sabiduría más que una tarea
intelectual, es una ciencia para la vida sobre todo para los gobernantes, para que
implanten la justicia y el derecho (cfr. Prov. 8,15; Sab.6,4).
Esta oración es el cumplimiento de la oración que hizo Salomón a Yahvé
implorando sabiduría (cfr. 6,12-20; 7,7; 9,1-18). Quiere sabiduría para saber
gobernar bien a su pueblo y enseña a obtenerla pidiéndola a Yahvé; todo hombre
la puede adquirir para su vida (vv.4.10; Sab.7). En su oración, Salomón recorre
la historia de la salvación, desde la perspectiva de la Sapienza:
el hombre, es creado para que dominase la creación, la cual ya es revelación de
la sabiduría divina, misión que debe llevar a cabo con santidad y justicia, y
no a su arbitrio, sino respetando el orden establecido por el Creador (vv. 2-3;
cfr. Gn.1, 26; 2,7; 9,3; Sab.1,4; 8,19). El hombre en
sí mismo es débil y frágil (v.5). Luego el rey se presenta como un hombre con
una misión que le ha sido confiada, gobernar, implora sabiduría para conocer la
voluntad de Yahvé, porque se sabe limitado en su conocer (vv.6-13). Salomón, pide
descienda la Sabiduría, desde el trono de gloria de Dios, para que esté a su lado, y lo asista, y guíe en
sus trabajos, de manera que en todo, se
ajuste al querer divino su labor de gobernar a Israel. Será la luz de la
Sabiduría la que guíe sus empresas, como
la columna en el desierto, ella con sus resplandor guiará el camino del rey (cfr. Ex. 14,19;
23,20). La Sabiduría, es luz que alumbra
sin ocaso al hombre que cree y espera en Dios (cfr. Sab.
7, 10). Será Jesucristo, esa Sabiduría del Padre, que el hombre conocerá en la
plenitud de los tiempos.
b.- Flm. 9.10.12-17: Recíbelo no
como esclavo, sino como hermano
querido.
Pablo,
intercede por Filemón, ante Onésimo, su antiguo señor, para que lo reciba como hermano en la fe, puesto que con el
apóstol conoció la fe y se bautizó
y hecho cristiano. Ahora Filemón servirá
a Dios en casa de su amo, ya no como
esclavo sino como un hermano, que también Onésimo por su fe y caridad
sirve a Jesucristo, el único Señor.
c.- Lc. 14, 25-33: Las exigencias
del discipulado.
El
evangelio, nos describe las condiciones del discipulado para aquellos que
tienen quieren seguir a Jesús. Es necesario conocerlas antes de tomar una
decisión. Jesús presenta su camino: Dios antes que nada, incluso del propio yo.
La renuncia la extiende a tres áreas: la familia, abrazar la cruz, y los bienes
materiales. Como esta decisión exige una reflexión previa, Jesús narra dos
historias, de haber intentado el seguimiento, sin recursos. Este texto tiene dos
momentos: nos invita a la renuncia a todo lo que se ama (vv. 25-27), y la renuncia a los bienes (vv.
28-33). Todo está centrado en seguir a Jesús, aunque eso signifique la renuncia
de la familia y los bienes temporales. Jesús sigue en su camino a Jerusalén,
muchos le acompañan: han escuchado su palabra, son testigos de sus milagros,
les muestra la vía hacia el Reino. Dirigiéndose a esos futuros discípulos, les
presenta sus exigencias: preferirlo a ÉL, para desprenderse de la propia
familia. La palabra “odiar” se entiende en sentido metafórico; viene a
significar “amar menos” (cfr. Gn. 29, 30-31; Ex.32,27-29). El que viene en pos de ÉL debe colocar todo lo que posee a los pies de Jesús, o dicho de
otro modo, poner a Jesús en el centro de
su vida, y todo queda en un segundo plano: la familia, los bienes, incluso
la propia vida (cfr. Dt.
3,4; Jn.12,25; Mt.10,37). Jesús exige un amor mayor que el que podamos tener a
la propia familia y los bienes, dicho de otra forma, aprender a
amar a la familia desde Cristo y darle su
justo valor evangélico a los bienes respecto del reino de Dios. Cargar la
propia cruz y seguirlo a ÉL, viene a significar asumir el camino de sufrimiento
de Jesús. El segundo momento, tenemos dos parábolas que comienzan con una
pregunta, que pretende pensar bien antes de tomar decisiones equivocadas
(vv.26.31). Uno decide construir una torre, lo que exige dedicar un tiempo para
calcular lo necesario en su costo para terminar la obra, y que no terminarlo lo
expone a las burlas de los vecinos y la perdida de honor. Es Jesús quien pide
reflexionar muy bien acerca del seguimiento y no terminar abandonando el camino,
por no haber pensado bien a lo que se comprometía. El rey que ve que su enemigo
tiene mayor un mayor ejército, envía embajadores para llegar a un acuerdo, que
eviten una guerra perdida (cfr. 2Sam. 8, 9-12). Con esto Jesús enseña que hay
que calcular las propias fuerzas antes de asumir el seguirlo. La renuncia a los
propios bienes materiales se entiende para poner la confianza sólo en la
persona de Jesús y no en los bienes que pueden ser un obstáculo. Quien no
observe estas prescripciones no puede ser discípulo de Jesús. En este proyecto de ser discípulos de Cristo,
como Salomón, debemos suplicar la
sabiduría divina para que nos asista en este, el gran negocio de nuestra
vida: nuestra salvación eterna.
Teresa
de Jesús, amó la Cruz, donde Jesús realizó la salvación del mundo y por ellos siempre debe estar el sentido redentor
en la oración del cristiano, llevar los
frutos de su entrega hasta los confines de la tierra. “El oficio de los
contemplativos es…llevar en alto la
cruz, no dejarla de las manos por peligros en que se vean” (CV 18,5).
LUNES
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 5,1-8: Ha sido inmolada nuestra víctima pascual:
Cristo.
b.- Lc. 6, 6-11: Curación del hombre de la mano seca.
El
texto nos presenta a Jesús, en una sinagoga de Galilea en sábado y comenzó a
enseñar. La mirada de Jesús se detiene en un hombre cuyo dolor lo invade; pero
también descubre a los escribas y fariseos que están ahí para ver
si sanaba en sábado y poder acusarle que faltaba a la Ley (v. 7). El hombre en
cuestión, tenía la mano seca o paralizada. Nadie le pide a Jesús intervenir a
favor del hombre, la vida de éste no estaba en peligro, por lo mismo,
podía esperar, lo mismo Jesús, hasta que
terminaran las prescripciones del sábado por la tarde para sanarlo. Jesús,
conocía lo que pensaban los fariseos, sólo él habla, sabe que sus pensamientos son torcidos, pero nadie le impide
hacer la voluntad del Padre: manda al enfermo ponerse en medio de la asamblea (v.8). Luego Jesús, intenta hacer reflexionar
a sus adversarios para hacer más misericordiosa la praxis del sábado: ese día:
¿se debe hacer el bien o el mal?,
¿salvar vidas o destruirlas? (v.10). Salvar, se entiende como permitir, los
escribas y fariseos, saben que tiene razón, impedir las
curaciones en sábado, sería hacer de la ley una crueldad, pero no
están dispuestos a reconocerlo, porque sería darle la razón,
invalidar la razón de su viaje
desde Jerusalén; tampoco optan
por el mal. Al verse humillados, responden con un silencio detestable, ominoso, cargado de
odio (cfr. Mc.3,5). Si llega a sanar al enfermo, quiere decir, que Yahvé ha confiado su poder a Jesús, con los cual, se confirma su postura. Jesús mandó al hombre extender
la mano, no le toca para no ser acusado de hacer un trabajo,
y el hombre recobra el movimiento,
queda sana su mano (v.10). La misericordia de Dios ha actuado
sobre él, por medio de Jesús, con lo
queda demostrado que la persona está antes que la ley. Él quería hacer el bien, aunque fuera en
sábado, y no destruir una vida humana,
porque era sábado, día del Señor. La
reacción de los fariseos es de rechazo y odio, porque Yahvé confirmó la actitud de Jesús; no podrán acusar a Jesús de haber
trasgredido el sábado, porque sólo usó
su voz, su palabra una vez más es eficaz
para el hombre necesitado. Deliberan,
qué debían hacer con Jesús (v.11). Es
precisamente en esta dimensión, donde el
Reino de Dios, hecho de gracia y
salvación, exige nuestra conversión
personal al amor del prójimo y su
justicia. Es tiempo de integrar la
dimensión social a nuestra fe, para
que conozcamos el proyecto que el Reino de Dios exige de cada creyente. Es el Evangelio, donde encontramos la clave de esta liberación integral del
hombre.
Santa
Teresa de Jesús, experimentó el amor de Jesucristo y del prójimo, por eso reflexiona: “¡Oh Jesús mío!, cuán grande es
el amor que tenéis a los hijos de los
hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer es dejaros a Vos
por su amor y ganancia y entonces sois
6poseído más enteramente; porque aunque no se
satisface tanto en gozar la voluntad, el alma se goza de que os contenta
a Vos y ve que los gozos de la tierra
son inciertos, aunque parezcan dados de Vos, mientras vivimos en esta mortalidad, si no van
acompañados con el amor del prójimo. Quien
no le amare, no os ama, Señor mío; pues con tanta sangre vemos mostrado
el amor tan grande que tenéis a los
hijos de Adán.” (Exclamaciones 2,2).
MARTES
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 6,1-11: Ningún malhechor heredará el reino de
Dios.
b.- Lc. 6,12-19: Elección de los
Doce y la muchedumbre sigue a Jesús.
El
evangelista nos presenta la elección de los Doce escogidos por Jesús (vv.12-16), y la muchedumbre sigue a Jesús
para ser sanados (vv.17-19). Baja de la
montaña, donde había pasado la noche en oración (v.12). Jesús ora antes de
tomar una decisión como ésta, la
salvación que trae consigo pasa por entrañable unión con Dios. Su misión debe
perdurar en el tiempo; ora en el monte,
separado de los hombres, a solas, con Dios, de noche. Escoge Doce enviados,
apóstoles, número que coincide con las Doce tribus de Israel, el nuevo pueblo
de Dios, la Iglesia cuyo fundamento visible serán ellos, y Cristo Jesús, piedra angular del
nuevo edificio. La lista de los apóstoles la encabeza siempre Pedro y la concluye Judas Iscariote; luego menciona a
los primeros discípulos Simón,
Andrés, Santiago, Juan (cfr. Lc.5,1-11). Los cimientos del Reino de Dios son los corazones de
los pobres y humildes; su fortaleza, haber sido elegidos por Jesús. Transforma
esos corazones nacionalistas en universales, su destino es el mundo, la
necesidad de los hombres, la vía por la cual llevar el evangelio a todos. Era
el antiguo Israel, que abre sus fronteras, se hace con los Doce se elegidos por
Jesús en Iglesia universal. En un
segundo momento, descienden todos al
llano, Jesús y los apóstoles, donde los
espera la muchedumbre sedienta de la palabra de Jesús y de su poder que expulsa
malos espíritu y sana las enfermedades. Como
nuevo Moisés, Jesús baja del monte, Dios está
con ÉL; pasa de la comunión con Dios a la comunión con las necesidades de
su pueblo. Jesús es el centro de la
escena, irradia una fuerza, que llega a las gentes, ungido por el
Espíritu. Si Lucas menciona esas
regiones de donde provenían esas gentes nos hablan que la noticia de Jesús llegó más allá de Palestina.
Es el Espíritu que lo ha Ungido el que obra en quienes están en derredor, imagen acabada de la Iglesia.
Santa
Teresa de Jesús, invita al cristiano a ponerse delante de la Verdad que es Cristo, y desde ahí contemplar su propia
verdad. “Puede representarse delante de
Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y
traerle siempre consigo y hablar con Él,
pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y
no olvidarle por ellos, sin procurar
oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad.
Es excelente manera de aprovechar y muy
en breve; y quien trabajare a traer consigo
esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare
amor a este Señor, a quien tanto
debemos, yo le doy por aprovechado.” (Vida 12,2).
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 7,25-31: Matrimonio y celibato.
b.- Lc.6,20-26:Discurso sobre las
Bienaventuranzas y maldiciones.
El
evangelio nos presenta la versión lucana de las Bienaventuranzas (vv.20-23), y
las maldiciones (vv.24-26). “Bienaventurados
los pobres” (v.20). Jesús dirige su mirada a los apóstoles, puesto que a
ellos dirige su mensaje. Son pobres socialmente y espirituales, el Reino ha
llegado, Dios se preocupa de las necesidades de sus hijos (cfr. Lc.4,17,21). Esta pobreza, es quizás la mejor vía de apertura
hacia Dios, y como los pobres e indigentes, no poner su confianza en los
bienes, como en la misericordia de Dios. Ellos son parte del Reino, donde
desaparecen las desigualdades sociales. Los apóstoles son agentes del cambio,
respecto de otros grupos que quieran ingresar a este Reino, donde los pobres ya
están inmersos. “Bienaventurados los
hambrientos” (v.21). A estos les promete una nueva relación con Dios, que
proveerá a sus necesidades materiales y espirituales, y por ello les pide
pongan su confianza en Dios (cfr. Is.61,1-2). Esa
mirada escatológica, les promete ser recibidos en el banquete del Reino donde
será recibidos en calidad de hijos predilectos (cfr. Is.40,10;
Lc.16,19-31). “Bienaventurados los que lloran” (v.21). Las lágrimas son manifestación
del dolor: Dios consuela al que sufre. Desde el regreso del exilio, Dios
consuela a su pueblo; Jesús, el profeta esperado, está cerca del que sufre, es
consolado, or pura gratuidad divina (cfr. Is.40ss;
Lc.16,19-31; 18,14). “Bienaventurados los cuando los hombres los odien…, alegraos…” (vv.
22-23). Ser odiados, expulsados, insultados, todos estos ataques son porque
pertenecen al Hijo del Hombre. Jesús espera fidelidad hasta el final, porque su
recompensa será grande en el cielo. El gozo en medio de la tribulación viene de
Dios que está con ellos, es fiel, y sufrirá la misma suerte de los profetas. En
un segundo momento, Lucas presenta cuatro
imprecaciones o maldiciones que tienen un claro tono profético (vv. 24-26; cfr.
Is. 5,8-23). Si la felicidad de los pobres está en el
Reino de Dios, en cambio los ricos, como no experimentan la necesidad del
Reino, por eso cuando llegue, perderán esos bienes que consideraban
fundamentales, por ser egoístas, y no comprometidos con los pobres. Estos
ricos, saciados y apreciados, son lo opuesto de los hambrientos, los que lloran
y perseguidos. Están en grave peligro porque no esperan los bienes del Reino de
Dios (cfr. Lc.16,13; Lam.1,7; Qo.7,6). La última advertencia,
el aprecio de los hombres, se refiere a no preocuparse de la fama personal,
sino de predicar el evangelio tal como enseñó Jesús de Nazaret.
Teresa
de Jesús, que provenía de familia acomodada conoció la pobreza evangélica cuando se encontró con Jesús pobre en su
conversión, de ahí la preocupación suya
por ser pobres de espíritu, para ser pobres también en lo material.
“Sería engañar al mundo…hacernos pobres
no siéndolo de espíritu, sino en lo exterior” (Camino 2,3).
JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 8,1.4-13:
No turbar la fe del hermano.
b.- Lc. 6, 27-36: Sed compasivos,
como vuestro Padre es compasivo.
En
este evangelio encontramos tres secciones: amar a los enemigos (vv. 27-28), luego el modo de
tratar a ese prójimo (vv.29-30), la conocida regla de oro (vv.31-34), finalmente
ser compasivos como el Padre es compasivo (vv. 35-36). Los enemigos, ¿quiénes
son? Los enemigos son el Imperio romano
y los dirigentes judíos a su odio, el cristiano debe responder con
amor, hacer el bien, bendecir, rogar por los que los difamen (cfr. Lc.23,34;
Hch.7,60). Sabe que la justicia de Dios
caerá sobre ellos, mientras tanto, debe procurar su conversión también por
medio de la oración. Lucas, ahora nos presenta cuatro maneras de amar: la bofetada
recibida no se responda con otra; ante el robo o al que se prestó, no pedir
restitución, al que pida, darle. Como colofón, la regla de oro: “Tratad a los
hombres como queréis que ellos os traten” (v.31; cfr.Tb.4,15).
Todavía nos presenta Lucas, otras imágenes de este amor radical. Si los paganos
aman, hacen el bien y prestan esperando recibir recompensa: “¿qué mérito
tenéis?” (vv.32.33.34). El cristiano renuncia a la recompensa, al principio de
reciprocidad; se trata de dar sin esperar nada a cambio (cfr. Ex. 22, 25). Hay
que actuar como hijos del Altísimo, porque el Padre ama a buenos y malos (v.35;
cfr. Lv.19,2; Mt.5,44-45). Finalmente, Jesús nos
invita a imitar al Padre que ama en forma compasiva y misericordiosa: “Sed
compasivos y misericordiosos como
vuestro Padre es compasivo” (v.36). La misericordia del Padre, comienza con el envío de su Hijo al
mundo, inaugurado su Reino con su
venida, palabras y obras, el discípulo aprende a conocer lo que ha de
hacer, es lo que los judíos llamaban la
imitación de Dios. La Iglesia hoy acoge
a miles de seres humanos pobres de todos los pueblos de la tierra y les comunica la salvación y una vida digna
sin esperar nada a cambio; hombres y
mujeres que entregan la vida en las misiones, cárceles, hospitales,
etc., sólo para que conozcan que se
puede amar al otro, sin recibir nada a cambio, sólo un puñado de fe y esperanzas que ponen en las manos
del Dios de la Vida y del Amor
verdadero, Jesucristo el Señor, y que ellos tengan una vida nueva.
Teresa
aprendió a ser caritativa en la familia y luego en la vida religiosa,
porque comprendió cuánta compasión y
bondad recibió de parte de Dios toda su existencia, en especial después de su conversión: “Crece
la caridad con ser comunicada” (V
7,22).
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor. 9,16-19.22-27: Me he hecho todo a todos.
b.- Lc. 6, 37-42: Misericordia y
caridad.
Este
evangelio, nos centra en el tema de la misericordia divina, superar todo juicio
condenatorio contra el prójimo (vv.36-38), y el celo bien ordenado o discreto
(vv.39-42). Ante el Juicio de Dios, nadie es inocente, por lo mismo, se nos
pide no juzgar al prójimo. Jesús lo circunscribe al ámbito personal, no la
justicia de los tribunales del Estado. Cuatro imperativos: prohíbe juzgar y no
condenar, manda perdonar y dar (v.37). Dios recompensará a quien no condene,
perdone y sea generoso. La imagen de la recompensa es de tipo agrícola: Dios
como vendedor, no solo colma la medida, sino que la hace rebosar, ya que paga con
generosidad lo que hayan podido hacer sus hijos con sus obras. Estos bienes son
de carácter espiritual, se remiten a la intimidad de cada creyente y dentro de
la comunidad eclesial; es la comunión con Dios que lleva al cristiano a hacer
el bien al prójimo. Justicia y misericordia, dos medidas que usa Dios y el
creyente no debe olvidar. El segundo tema, se refiere al celo discreto que debe
tener el cristiano respecto al progreso espiritual de su prójimo. El fin de
esta parte, es hacer una revisión de vida, seguir a Cristo y mirar la propia
conducta. Las dos interrogantes, acerca de la ceguera, nos advierten de la
seriedad de la respuesta, la guía espiritual no puede estar en cualquier
persona (cfr. Is.24,17-18; Jr.48,43-44). Hay que saber
escoger dentro de los miembros a un buen maestro, buen guía entre los miembros
sabios de la comunidad. Sólo la luz de la fe, hace ver la ceguera del hombre,
luz que nos viene de la resurrección de Cristo. El discípulo alcanzará a ser
bueno enseñante, en cuanto imite a su maestro (v. 40). Al “seguir” viene el
“ver” la mota y la viga, metáforas de las faltas personales, es decir, antes de
querer ayudar al hermano a ser más consciente de sus faltas, hay primero que
mirar las propias. Quien no siga esta
instrucción es un hipócrita o sea un falso. Lo mejor es actuar en la verdad y
la justicia que no inspira Jesús en el evangelio.
Santa
Madre Teresa, infundió en el Carmelo, un espíritu de caridad para crear comunidades de frailes y monjas donde el
respeto al otro fuera un modo singular
de saber que todos están en camino de conversión y perfección
evangélica, cimentados en la oración de
unos por otros, la confianza y la sabia dirección de los superiores. “Procuremos siempre mirar las
virtudes y cosas buenas que viéramos en
los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados” (V 13,10).
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- 1Cor 10,14-22: Formamos un solo cuerpo.
b.- Lc. 6, 43-49: ¿Por qué me
llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os
digo?
Este
evangelio nos habla de ser árbol bueno (vv. 43-45), y lo segundo se refiere a poner buenos cimientos para
construir la propia casa (vv. 46-49). Los frutos que produce el hombre, nacen
de un corazón bueno, pero existe la posibilidad que los frutos sean malos. El
árbol es bueno sólo en la medida, en que da frutos sanos, se considera árbol
malo, el que sólo da quizás hermoso follaje, pero frutos agraces (cfr. Is.3,
10; 5,1-6). Lo que interesa a Jesús, es descubrir los tesoros que hay en el
corazón del hombre, que luego comparte con su prójimo (cfr. Eclo.
29,11). Pero de ese corazón salen palabras, según el origen serán las
expresiones que escucharemos, lo que se relaciona con los frutos que produce el
hombre bueno. Los fariseos fingían piedad y devoción, y los frutos eran malos,
como el odio y el juicio, la falta de misericordia y justicia. Los dirigentes
de la comunidad deben predicar con el corazón, aunque ello acarree muchas veces
sufrimiento. En un segundo estadio, Jesús compara a dos personas, que construyen
su casa, metáfora que alude la vida espiritual del cristiano. El primero cava
profundo en la arena para colocar los cimientos de la casa, vino el torrente, y la casa permaneció incólume.
El otro hombre, no cavó, edifico sobre la tierra, vino el torrente y derribó la
casa (cfr. Ez.13,10-16). La vida cristiana, no se
construye de un día para otro, lleva su tiempo Jesús a lo profundo y a la
responsabilidad de cada uno de nuestros actos. En el más profundo centro, a
decir de Juan de la Cruz, es donde se encuentran los cimientos de la persona
misma, pues bien, hasta ahí debe llegar la conversión del hombre (cfr. LB 1,12).
La solidez de esos cimientos, deben estar hundidos en el corazón y persona de
Jesucristo, que es la roca. Cristo es roca firme, sólo para los que viven el
evangelio, y lo cumplen, misterio de gracia y exigencia, don y responsabilidad
por la propia vocación a la vida cristiana, portada para hacer presente a
Jesucristo en la sociedad.
Santa
Teresa de Jesús, en su tratado de oración acerca de cómo regar el huerto
del alma cristiana, apunta a las
virtudes teologales y cardinales, como precioso fruto de la intimidad con Dios por medio de la
oración y contemplación es introducida en el
amor divino. “Ahora tornemos a
nuestra huerta o vergel, y veamos como
comienzan estos árboles a
empreñarse para florecer y dar después fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Suplicábale
aumentase el olor de las florecillas de virtudes, que comenzaban a lo que parecía a querer salir, y que
fuese para su gloria y las sustentase
pues yo no quería nada para mí y cortase
las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores; Gánase aquí mucha
humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.” (Vida 14,9).
P. Julio González C.