«evangelizar y humanizar la
ciudad»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el domingo 24
durante el año
[15 de septiembre de 2019]
Este domingo el Evangelio que leemos
(Lc 15,1-32), nos presenta las llamadas parábolas de
la misericordia de Dios. En realidad, son las respuestas en parábolas que el
Señor da a los fariseos y los escribas que se escandalizaban y murmuraban
contra Él: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,2). El Señor les responde con la parábola de la oveja
perdida, de la moneda perdida y encontrada, y del padre misericordioso. Les
dice: «Les aseguro que de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse» (Lc 15,7).
Desde ya que esta Palabra de Dios
que leemos nos ayuda a profundizar sobre la necesaria conversión que tenemos
que realizar los cristianos, tanto a nivel personal, como eclesial. En nuestra
Diócesis nos hemos planteado en el primer Sínodo la necesidad de asumir el
documento de Aparecida, sobre todo en los desafíos de ser Misioneros de
Jesucristo, buscando nuevas estrategias de evangelización, y de ser más
discípulos profundizando la formación como camino al discipulado. Todo esto se
vio ratificado con el pontificado del Papa Francisco, a través de sus
encíclicas, sus gestos y sus palabras.
El desafío de nuestro tiempo será
salir a buscar a aquellos que no lo conocen a Dios, a los que no están. Es
interesante la referencia específica que realiza Aparecida a los nuevos
problemas que presenta la pastoral urbana y que también nos debe hacer
reflexionar a nosotros: «La ciudad se ha convertido en el lugar propio de
nuevas culturas que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una
nueva simbología.
Esta mentalidad urbana se extiende
también al mismo mundo rural. En definitiva, la ciudad trata de armonizar la
necesidad del desarrollo con el desarrollo de las necesidades fracasando
frecuentemente en este propósito… La Iglesia en sus inicios se formó en las
grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para extenderse. Por eso,
podemos realizar con alegría y valentía la evangelización de la ciudad actual.
Ante la nueva realidad de la ciudad se realizan en la Iglesia nuevas
experiencias, tales como la renovación de las parroquias, sectorización, nuevos
ministerios, nuevas asociaciones, grupos, comunidades y movimientos. Pero se notan
actitudes de miedo a la pastoral urbana; tendencias a encerrarse en los métodos
antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de
sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades» (DA 511-513).
En la Diócesis venimos buscando
caminos que nos movilicen a vivir esta dimensión discipular y misionera,
sabiendo que no podemos evangelizar si no amamos. Si no vemos al mundo y al
hombre -varón y mujer concretos de hoy- con cierto optimismo, positivamente; si
no tratamos de ver también que la semilla del Verbo está en nuestra realidad; si
no tenemos una actitud de amor y diálogo, no podemos captar los códigos desde
los cuales tendremos que evangelizar. Tendremos que proponernos vivir este
espíritu de salida, un salir misionero, ir a todos, a los más alejados y a los
que están más excluidos.
Como obispo y pastor de la diócesis,
me alegra profundamente el esfuerzo de las comunidades por asumir el desafío de
buscar caminos de misión que respondan a tantas demandas que se van
intensificando. A veces nos sentimos insuficientes, pero debemos agradecer a
Dios que nuestros laicos, consagrados, diáconos y sacerdotes ponen el corazón
para que podamos ser una Iglesia cada día un poco más samaritana y misionera,
que con misericordia sale al encuentro de los que sufren y están excluidos.
Este fin de semana en nuestro
Santuario de Loreto, hemos tenido la «Asamblea diocesana de la Familia»
en donde los matrimonios delegados de las parroquias y los movimientos
eclesiales, junto al Secretariado diocesano para la Familia, nos planteamos el
camino pastoral que vamos realizando desde «Amoris Laetitia», documento
asumido en la Asamblea diocesana de junio de 2017 con el deseo de acompañar con
misericordia desde la tarea evangelizadora a las familias de nuestra diócesis.
Hemos puesto todo lo vivido a los pies de nuestra madre de Loreto. Ella es
patrona de las familias y, desde el santuario de Loreto como «casa de Nazaret»
acompaña con amor de madre las situaciones de alegría y dolor.
Pidamos que en este domingo las
parábolas de la misericordia nos ayuden a ser una Iglesia Samaritana y
misionera.
Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo.
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas