XXV
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La
renuncia al beneficio propio en favor del bien común
Falta de conciencia del bien común
La clase política del mundo actual carece, casi por
doquier, de la conciencia
del bien común y de la
autoridad moral, que serían los mínimos indispensables para sacar adelante
las políticas de los países que gobiernan. Esto se palpa en la política
española, donde la bajeza de miras de casi todos los partidos protagonistas en
el escenario actual, empezando por el socialista, ha conducido a España a una nueva convocatoria
de elecciones para
el mes de noviembre. Lamentablemente no hay líderes convincentes, ni capacidad
de diálogo, ni reconocimiento ni valoración del adversario político, ni
preocupación alguna por los últimos de la sociedad, ni bien común como objetivo
prioritario de cualquier político. En definitiva sólo se perciben intereses
particulares, personales o partidistas.
La lógica del capitalismo devorador no conoce colores
políticos
Si miramos a Bolivia también
habrá elecciones en
octubre, convocadas por el actual ejecutivo, cuyo presidente se presenta de
nuevo por tercera vez, contraviniendo la constitución que él mismo elaboró y
los resultados del referéndum que él mismo convocó. Para colmo de males tendrá
que apechar también con la responsabilidad que
le corresponde, por imprudente e incompetente, en el desastre ecológico, social
y humano que llevan consigo los
incendios de la Amazonía, cuyas dimensiones son de escándalo, pues
sólo en Bolivia se han quemado en las últimas semanas casi tres millones de
hectáreas. Parece que la lógica del capitalismo
devorador y depredador
no conoce colores políticos, pues lo mismo que ocurre en Bolivia, es lo que
sucede en Brasil, y, mutatis
mutandis, algo parecido a lo que sucede en España es lo ocurrido en
Israel… y en Italia…
Endiosamiento del dinero y del capital
Detrás de tanta falta de conciencia del bien común y de
tanta falta de autoridad moral de nuestros políticos se ocultan, aunque eso no
se diga casi nunca, intereses económicos que nacen del endiosamiento del dinero y de la
acumulación de capital por parte de los megarricos
del planeta, de los que administran sus riquezas y de los que aspiran a
poseerlas, mientras que la pobreza y la miseria siguen avanzando y la
desigualdad sigue generando diariamente violencia, extorsión, opresión y
muerte.
Mensaje evangélico contundente
En este contexto la palabra de Dios de este domingo
contiene un mensaje
evangélico contundente que puede aportar, una vez más, un criterio
definitivo tanto para la convivencia humana en esta tierra, en lo relativo al
dinero, como para la gestión de la política, cuya formulación en forma de
principio podría ser: servir a Dios lleva consigo renunciar
a la acumulación de dinero, siempre en favor de los necesitados. El profeta
Amós y el evangelio de Lucas de hoy tratan de asuntos económicos y sociales,
desde una perspectiva religiosa.
La raíz del mal social está en el corazón y en las
instituciones
Amós es el primer profeta bíblico
que nos transmitió su mensaje por escrito. Desempeño su misión profética en el
Reino del Norte de Israel en tiempos de Jeroboam II
(782-753), en una época de terrible opresión de los pobres y de la corrupción
en los tribunales de justicia. El profeta Amós denunció esta trágica situación.
La novedad de su mensaje consistió en el rechazo del reformismo para dar paso a
la ruptura total con las estructuras vigentes (Am 8,4-7). La denuncia de los pecados
concretos del lujo, la
injusticia, la corrupción en la administración de la justicia, el culto exterior y la falsa
seguridad religiosa constituye el centro de su intervención profética. Amós,
con la libertad radical de los profetas, ponía el dedo en la llaga al desvelar
que la raíz del mal social
estaba en el corazón de
las personas y, sobre todo, en las
instituciones.
La parábola lucana del dinero injusto
El evangelio de Lucas, por
su parte, muestra el carácter profético de Jesús en este mismo sentido con la parábola del dinero injusto (Lc 16,1-15). Jesús descubre la trampa en la que el
dinero, en cuanto aspiración idolátrica de la vida
humana, tiene atrapada a la gente. Su mensaje central es la sentencia
lapidaria: “No podéis
servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). En esa
parábola se revela la injusticia de un sistema económico que utiliza el
préstamo de dinero con interés para agrandar el abismo existente entre pobres y
ricos.
La sabiduría de renunciar al beneficio propio
El administrador era una persona de confianza, se
trataba de un representante del amo, con la capacidad para hacer préstamos,
arrendamientos y avales. Al hacer préstamos recibía una comisión en concepto de
intereses. Esa comisión aparecía también normalmente en el total de la deuda.
Jesús no alaba la injusticia del administrador ni su falta de seriedad. No es
la parábola del administrador injusto, sino del administrador listo, porque
supo renunciar a los intereses que a él le correspondían. La cuestión central, motivo del elogio, es la renuncia
al beneficio propio. Lo que elogia el amo es la sagacidad del
administrador por detraer de la deuda total la comisión que le corresponde,
ganándose así la amistad de los deudores.
La búsqueda del bien común y del bien de los pobres
El administrador sagaz de la parábola es elogiado porque
utiliza su poder para cumplir la ley del Antiguo Testamento (cf. Éx 22,24-25; Dt 23,20; Lv 25,35-38), que prohibía cobrar los intereses de los
préstamos, haciéndose eco de la crítica profética de Amós (Am 8,4-7) y corregir
así el sistema económico vigente en la época de Jesús (y también en la
nuestra). Aunque en principio fuera por interés personal, la conducta del
administrador responde en el fondo a los intereses y planteamientos de una
moral económica de los oprimidos, para la cual no los ricos sino los pobres son
importantes. Según la parábola, quien tiene dinero y bienes es, en realidad,
sólo administrador de los mismos, no un propietario. La
correcta administración de los bienes tiene que responder a las necesidades de
los pobres y necesitados. El dinero (y el sistema económico, -
incluido el crecimiento económico-) no es un fin en sí mismo y sólo ha de servir para hacer el bien,
especialmente a los más pobres del mundo, buscando en primerísimo lugar el bien común, lo cual parece
estar ausente en las políticas de nuestro tiempo.
Apartarse del dinero injusto
El versículo de Lc 16,9 tiene
dos posibilidades de interpretación, según se entienda la preposición griega “ek”, que
precede a la palabra “dinero”,
con un sentido instrumental, equivalente a la preposición española con, o con un sentido de
separación o cesación, equivalente a apartarse del dinero.
Yo prefiero la segunda interpretación pues se trata, a mi parecer, de un
genitivo de separación. Esta traducción armoniza mejor con la renuncia a la
codicia y a la acumulación egoísta de bienes, propias del evangelista Lucas,
como ya hemos visto en domingos anteriores. Por tanto, hacerse amigos apartándose del injusto dinero implica
todo lo contrario al dinamismo de la explotación, de la usura, del interés
económico y del empobrecimiento de los desheredados y supone entrar en
el mundo de los valores eternos y de los bienes verdaderamente valiosos, como
son el perdón, la comunión fraterna, el bien común, la misericordia, la
justicia y la alegría.
Una nueva orientación de la economía: la atención a los
pobres
Con todo, aun cuando se optara por la primera
interpretación, la de la instrumentalización del dinero, el elogio de parte de
Jesús se debe a la sagacidad del administrador que ha sabido renunciar al beneficio propio a
favor de los endeudados insolventes para pagar sus deudas. El texto deja
entrever además dos cosas, la primera es que serán éstos, los endeudados
insolventes, los pobres,
los que irán a heredar las
moradas eternas, y por ello tiene sentido hacerse amigos de ellos para
poder ser recibidos por ellos en la eternidad, y la segunda es que el dinero es algo efímero y poco
importante, pues un día, más tarde o más temprano, se acabará, tal como
muestra después la parábola del rico y Lázaro. De este modo las dos parábolas
del capítulo dieciséis de Lucas permiten vislumbrar un nuevo horizonte de economía
alternativa orientado a atender, en primer lugar, las
necesidades de los pobres y a compartir con ellos los bienes sin esperar nada a
cambio.
No se puede servir a Dios y a Mamon
(el dinero)
La alternativa entre Dios y el dinero (denominado Mamon) se convierte en un absoluto. Jesús es consciente del
atractivo seductor y corruptor de las riquezas y sabe que el dinero es un dios
que exige pleitesía y adoración. Cuando el dinero se convierte en dios, se pone
en peligro la convivencia humana. Por eso Jesús declara abiertamente que no se puede servir a Dios y
al dinero (Mamon).
En defensa de la Casa Común
Cualquier parecido entre la realidad y la parábola de
este domingo no es pura coincidencia, sino la manifestación de un Dios amor,
que se ha manifestado en Jesús como definitivo mediador entre Dios y los
hombres y con su enseñanza y con su muerte y resurrección ha entregado su vida
en rescate por todos revelando al mundo la bondad de Dios
que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad (1 Tim 2,1-8). A través de la parábola evangélica podemos conocer mucho mejor la verdad que
puede abrir caminos de salvación en la situación penosa actual de nuestro
mundo. Y desde aquí apoyamos “La
Caminata de Fe por la Chiquitanía” del
viernes, 20 de septiembre, a la que los creyentes y personas de buena voluntad
han sido convocados por el Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en
defensa de la Casa Común que arde en la Amazonía, y contra la ambición de los
que amenazan la vida protegiendo sólo sus intereses.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor
de Sagrada Escritura