D O M I N G O XXVI
( C ) (Lucas,16, 19-31)
Nuestra
vocación cristiana no nos permite desentendernos de los demás |
-
Si nos fijamos, observaremos que las tres lecturas de hoy, nos llevan a un
mismo mensaje: Las riquezas y los placeres de este mundo, usados
desmesuradamente, entrañan un peligro
para nuestro destino feliz.
- Vamos
a desactivar ese instintivo “mecanismo de defensa” que, automáticamente,
nos puede llevar a pensar: ¡Este Evangelio no es para mí! Este Evangelio es
para los ricos, para los que tienen mucho y eso, ¡no va conmigo! Si logramos esa desactivación, estaremos
en condiciones de comprender que este Evangelio, efectivamente, es para todos.
- Y es para todos porque, lo que, en el fondo,
quiere el Señor denunciar y recordarnos hoy, es algo muy común y, tan de todos,
como lo es, nuestra instintiva tendencia al egoísmo.
.
a) En la 1ª Lectura, el Señor elige como
mensajero a Amós, un pastor rudo, para que denuncie ante los habitantes de
Samaria, la vida de confort, placeres y olvido de Dios en la que están sumidos.
b) En la 2ª Lectura, San Pablo nos expone las
características que deben
presidir la vida de un cristiano y, entre ellas, (en consonancia con el
mensaje de hoy) nos advierte que, la raíz de todos los males está en la
avaricia.
c) Y en el Evangelio, del rico Epulón,
el Señor nos recuerda que, las riquezas y placeres de este mundo, nos pueden
esclavizar y hacernos perder la consideración que merecen los demás y que, si
no tenemos “soltura” para compartir, hasta podemos poner en peligro nuestro destino
feliz. Porque.…,
¿Cual fue el pecado del rico Epulón? No
dice el Evangelio que llevara una vida desordenada. Su pecado fue: ¡Que se desentendió de los demás!
Nosotros comprendemos fácilmente que, los pobres necesitan y tienen una
dependencia de los ricos pero, nos cuesta más trabajo entender que, desde
una perspectiva cristiana, los ricos
necesitan de los pobres y tienen una ineludible dependencia
de ellos porque, un hijo de Dios, ¡no
puede desentenderse de las necesidades ajenas sin lesionar la fraternidad cristiana!
- El rico
Epulón, mientras estuvo en la tierra,
pensó que el, como tenía de todo, no
tenía necesidad de los demás. Se dio cuenta de su error, ¡cuando ya era tarde!,
e intentó arreglarlo. ¡Tú y yo estamos a tiempo!
- Examinemos
esa fraterna dependencia que establece nuestra vocación cristiana y, posiblemente,
encontremos actitudes y comportamientos, que podríamos mejorar, y que son,
precisamente, los que nos identifican con el rico Epulón. Guillermo Soto
"Había un
hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente
cada día". (Lucas, 16 , 19)
El
gran error de Epulón, (el personaje de
¡Feliz
fin de semana y Día del Señor!
Guillermo