«UNA IGLESIA EN SALIDA MISIONERA»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el domingo 28
durante el año
[13 de octubre de 2019]
En este mes misionero
extraordinario seguimos compartiendo el mensaje que el papa Francisco nos ha enviado:
«También hoy
la Iglesia sigue necesitando hombres y mujeres que, en virtud de su bautismo,
respondan generosamente a la llamada a salir de su propia casa, su propia
familia, su propia patria, su propia lengua, su propia Iglesia local. Ellos son
enviados a las gentes en el mundo que aún no está transfigurado por los
sacramentos de Jesucristo y de su santa Iglesia. Anunciando la Palabra de Dios,
testimoniando el Evangelio y celebrando la vida del Espíritu llaman a la
conversión, bautizan y ofrecen la salvación cristiana en el respeto de la
libertad personal de cada uno, en diálogo con las culturas y las religiones de
los pueblos donde son enviados. La missio
ad gentes, siempre necesaria en la Iglesia, contribuye así de manera
fundamental al proceso de conversión permanente de todos los cristianos. La fe
en la pascua de Jesús, el envío eclesial bautismal, la salida geográfica y
cultural de sí y del propio hogar, la necesidad de salvación del pecado y la
liberación del mal personal y social exigen que la misión llegue hasta los
últimos rincones de la tierra.
La coincidencia providencial con la
celebración del Sínodo especial de los obispos para la región Panamazónica me lleva a destacar que la misión confiada por
Jesús, con el don de su espíritu, sigue siendo actual y necesaria también para
los habitantes de esas tierras. Un Pentecostés renovado abre las puertas de la
Iglesia para que ninguna cultura permanezca cerrada en sí misma y ningún pueblo
se quede aislado, sino que se abran a la comunión universal de la fe. Que nadie
se quede encerrado en el propio yo, en la autorreferencialidad
de la propia pertenencia étnica y religiosa. La pascua de Jesús rompe los
estrechos límites de mundos, religiones y culturas, llamándolos a crecer en el
respeto por la dignidad del hombre y de la mujer, hacia una conversión cada vez
más plena a la verdad del Señor resucitado que nos da a todos la vida
verdadera.
A este respecto, me vienen a la mente
las palabras del papa Benedicto XVI al comienzo del encuentro de obispos latinoamericanos
en Aparecida, Brasil, en el año 2007, palabras que deseo aquí recordar y hacer
mías: “¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de
América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado conocer y acoger a
Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus
ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban
silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del
bautismo, la vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber
recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar sus culturas,
purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo
encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio.
[...] El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también
historia y cultura. La utopía de volver a dar vida a las religiones
precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un
progreso, sino un retroceso. En realidad, sería una involución hacia un momento
histórico anclado en el pasado” (Discurso en la Sesión inaugural, 13 mayo
2007).
Confiemos a María, nuestra Madre, la
misión de la Iglesia. La Virgen, unida a su Hijo desde la encarnación, se puso
en movimiento, participó totalmente en la misión de Jesús, misión que a los
pies de la cruz se convirtió también en su propia misión: colaborar como Madre
de la Iglesia que en el Espíritu y en la fe engendra nuevos hijos e hijas de
Dios.
Quisiera concluir con unas breves
palabras sobre las Obras Misionales Pontificias, ya propuestas como instrumento
misionero en la Maximum illud.
Las OMP manifiestan su servicio a la universalidad eclesial en la forma de una
red global que apoya al Papa en su compromiso misionero mediante la oración,
alma de la misión, y la caridad de los cristianos dispersos por el mundo
entero. Sus donativos ayudan al Papa en la evangelización de las Iglesias
particulares (Obra de la Propagación de la Fe), en la formación del clero local
(Obra de San Pedro Apóstol), en la educación de una conciencia misionera de los
niños de todo el mundo (Obra de la Infancia Misionera) y en la formación
misionera de la fe de los cristianos (Pontificia Unión Misional). Renovando mi
apoyo a dichas obras, deseo que el Mes Misionero Extraordinario de Octubre 2019
contribuya a la renovación de su servicio a mi ministerio misionero».
Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo.
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas