XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO
Padre Pedrojosé Ynaraja

1.- Así dice el refrán español y algo en este sentido enseñan dos lecturas del presente domingo. La primera, recordada en el Éxodo, transcurre seguramente por el hoy llamado wadi Refayed. Acabo de copiar el nombre de una enciclopedia. Situar con exactitud el lugar es imposible. He recorrido esas montañas, parte de ellas, en diversas ocasiones. El trayecto completo, de Israel a Egipto, una sola vez. Pese a hacerlo con detenimiento, es decir parándonos siempre que fuera necesario. Me cabe decir que iba acompañado por el Hno. Rafael, amigo franciscano que bien conoce el idioma de los beduinos y su lenguaje también, el mejor guía, pues. Recordábamos los pasajes bíblicos y precisamente en el que se le atribuye el suceso que ahora comentaré, pasamos un buen rato. La mayor parte del camino que seguimos y que corresponde probablemente al seguido por el “Pueblo Escogido” está repleto de montañas rocosas, impresionantes, partidas, más bien rajadas por estrechos wadis. Lo primero que se le ocurre a uno, recordando el texto, es pensar porque se disputaron tales parajes. Ahora bien la mentalidad y realidad sociológica de un beduino, difiere mucho de la nuestra.

2.- Os escribo precisamente hoy y a la hora en que por estas tierras diversos grupos cortan carreteras. La contrariedad política inclina a estos gestos. Quien viva lejos, difícilmente lo comprenderá. Frente a realidades adversas, se deciden peleas con frecuencia. Todos tienen sus razones y sus convicciones. Israel también las tenía. Había conseguido la libertad y marchaba a la Tierra Prometida, Amalec tenía pastando sus ganados por un terreno que se atribuía en propiedad y estaba dispuesto a defenderlo.

3.- Moisés es un caudillo que ya se ha hecho viejo. Está cansado. Quiere ser fiel a la orden de Dios, pero no puede luchar. Encarga a su ejército que lo haga y sube a un montículo o peñasco, de entre los tantos que por allí hay.

Combaten unos, reza el otro. Es incapaz de acometer y llega a creer que tampoco puede orar, pero se da cuenta de que todavía es capaz de adoptar un gesto o postura de súplica. Si no puede mantener los brazos alzados, que se lo sostengan otros de entre los suyos. Luchan con armas, suplica con brazos y manos. Consiguen la victoria y pueden atravesar hacia donde se les ha indicado.

4.- Debéis saber mis queridos jóvenes lectores, que nosotros los actuales, encomendamos exclusivamente al cerebro la tarea de rezar. Muchos dicen: yo me entiendo con Dios a mi manera, me quedo solo y pienso, o hablo con Él y le digo lo que sinceramente pienso. O dejo que mi imaginación navegue por donde quiera, me atrevería a decir yo. Y de la oración, sin siquiera darse cuenta, vuela por las más exóticas ocurrencias, y pasa el tiempo entretenido, se lo pasa bien, sin duda y después se atreve a decir que ha estado orando.

5.- Un determinado gesto corporal, de rodillas, con las manos alzadas, sosteniendo entre los dedos un bolígrafo que escribe con tino, no que dibuja garabatos, o tecleando en el PC que redacta el contenido, cualquiera de estas acciones, pueden integran una oración.

6.- Quiero que sepáis que normalmente al atardecer, o por la noche, mi memoria, espíritu, me recuerda que debo dedicar un rato a interceder. Voy a mi iglesita, entro, hago un genuflexión y le digo al Señor, esto es señal de adoración, pongo mi frente sobre el Sagrario y le confío mi deseo de que sepa pensar e interceder. Mi cuerpo ha estado actuando. Beso el altar, me pongo ahora frente al Sagrario y voy repitiendo vocalmente, nombres que tengo escritos. Sí, pronuncio “mis lectores”, pensando y deseando lo mejor para vosotros. Elevo mi alma a Dios, suplicando. Todo yo se ha hecho por unos momentos súplica. Muy breve, muy discreta, muy sincera. Ha sido realidad corporal, espiritual y anímica.

7.- San Pablo recuerda que nuestro cuerpo, el nivel orgánico de nuestra personalidad, es Templo del Espíritu Santo. Se trata en inicialmente de una precaución, pero a continuación añade, glorificad a Dios con vuestro cuerpo. Las posturas, cerrar los ojos o apretar las manos, danzar, sí danzar, es una manera de glorificar a Dios.

(Las palabras textuales son: 1 Cor 6, 20 . ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo).

8.- Os cuento un hecho que presencié y me emocionó. Estaba una vez, antes de las 4 de la mañana, esperando que abrieran la puerta de la basílica del Santo Sepulcro. Conmigo también unos pocos más. Meditábamos todos seguramente, yo pensaba que al cabo de poco rato, dentro del sagrado edículo gozaría del privilegio de celebrar misa. Dominaba la oscuridad, pese a ello entreveía una esbelta figura femenina. Se podía cortar el silencio. De pronto esta anónima persona se puso a danzar calladamente. Cuando pudimos entrar y disfrutar de luz, me di cuenta de que la tal divina bailarina era negra. Tal proceder lo conocía ya, por haberlo observado en Roma, en la Plaza de San Pedro y en la basílica de Santa María la Mayor. Es propia de cristianos de este continente. La admiré, sabía adorar con un encanto que estoy seguro que a Dios mismo alegraba.

9.- Paralelo proceder tiene la parábola que nos ofrece el texto del evangelio de hoy. A la ocurrencia de dirigirse al juez, cerebro y extremidades, acompaña la petición, mente en ejercicio, sigue la súplica, actitud del alma. Añade la constancia, actitud de la voluntad, de nuevo el espíritu.

La oración es ejercicio complejo, pero no complicado. Aprovecha la ocasión Jesús para dictar una lección de la bondad divina. Los ejemplos son muy propios de aquel tiempo y circunstancias, a nosotros nos pondría otros. No os será difícil imaginarlos.