XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

A ESTATURA DE ZAQUEO

Padre Pedrojosé Ynaraja


1.- “Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor” Dice San Pablo en el texto que la misa de este domingo nos ofrece la liturgia”.

 2.- Y lo que dice todavía hoy es actual. Os lo repito yo ahora: es preciso conservar la naturaleza y respetarla. El mundo animal, el vegetal y el mineral, que es la base de la subsistencia, que si bien de los tres reinos podemos aprovecharnos, debemos hacerlo con delicadeza, respetando hasta la belleza del paisaje, de la que deben gozar los que nos sucedan. Ahora bien, lo que importa siempre y de inmediato es el hoy, la jornada nueva, sin estrenar que cada día nos ofrece Dios.

3.- ¡Cuánto tiempo se ha perdido y cuanta paz se ha alterado diciendo que el fin del mundo se acerca y hasta señalándole una fecha! Fue una noche, por ejemplo, que recuerda la historia, la del cambio del primer al segundo milenio, que según agoreros debía ser la del fin del mundo, pero que no supuso la conversión del género humano. Y sin tanta repercusión, ni acudir a la confesión mormona, se ha repetido tal anuncio, y seguramente, continuarán existiendo tales anuncios.

4.- La narración evangélica tiene gracia, permitidme que me entretenga en detalles que tal vez sean pura anécdota. Es posible que en el texto que leáis, o que escuchéis, se hable de un árbol que llamará morera. En el original no lo dice así, pero ya que se trata de un vegetal que se desconoce en muchos países, para no intrigar inútilmente al oyente que ignora el nombre que aparece en el Texto Sagrado, es decir, sicomoro o Ficus sycomorus,), ponga morera o higuera, que tampoco es tan equivocado hacerlo, como después os explicaré.

5.- Lo haré brevemente, por dos razones.

En primer lugar porque la madera de este árbol la aprovechaba el pueblo egipcio para fabricar el ataúd, o sarcófago, de sus momias. Una serie de cualidades lo recomendaban. Facilidad de tallado, conservación y hasta cierto aroma que posee.

En segundo lugar, y es el que más me interesa, porque el peregrino que se acerca a Jericó, generalmente, le importan dos cosas. Ver la torre-fortificación descubierta y estudiada por Miss Kathleen Kenyon, que la dató en 8 o 9.000 años a.C. Tal vez, supusieron algunos, se trataba de algún resto del inicio de la conquista de la Tierra Prometida, a cargo de Josué, pero no es probable, según se cree ahora. De lo que no hay duda, es de que se trata de la más antigua edificación descubierta hasta el presente. Es, pues, esta torre cosa seria.

En tercer lugar, porque el peregrino quiere ver un sicomoro e imaginarse a Zaqueo subido en él. Advierto que el que probablemente le enseñen, será un ejemplar situado en una plaza céntrica, que no es precisamente, por su talla y distribución del ramaje, el ejemplar más apropiado.

5.- En esta población, una comunidad cristiana Ortodoxa, posee en su jardín un viejo y muerto sicomoro, del que están dispuestos a vender alguna corteza y a lo mejor lo compra alguno convencido o que, aunque no se lo crea, también lo compre, como hice yo un día. A su lado hay un sicomoro vivo. Aterrizo ahora. Lo curioso del caso y de los demás es que directamente de su tronco y ramas gordas, brotan sus frutos, muy semejantes a los higos, menos sabrosos, son aquellos que secaba al sol el profeta Amós, para fabricar una especie de pan dulce, mientras cuidaba su ganado y profetizar cuando Dios le inspirase.

Si de lejos, y su fruto de cerca semeja a una higuera, sus hojas se parecen a las de la morera, las que alimentan a los gusanos de seda que muchos de vosotros, como yo mismo, habréis tenido en casa para observar si evolución y capullos de seda.

6.- Como os decía antes, llamarle higuera no es erróneo del todo. Pero que por lo dicho a nadie se le ocurra encaramarse en una higuera de las nuestras pues sus armas son muy frágiles y el golpe de campeonato.

El oficio de Zaqueo era llamado “publicano” en realidad un cobrador de impuestos en beneficio del imperio de la ciudad de Roma, ocupante militar, más o menos odiado por parte de muchos y que a diferencia de nuestros recaudadores de Hacienda, que son funcionarios estatales, como tantos otros, los publicanos se beneficiaban personalmente de lo captado, abusando de la situación. Marginados sí, pero ricos también.

El evangelio explica la aventura con cómicos detalles. (No os riais nunca, mis queridas jóvenes lectoras, de un chico de talla inferior a la vuestra, sé porque lo digo).

6.- Quiero señalaros que Jesús que dijo bienaventurados los pobres, de amplia gama el concepto, no dejó de tratar y compartir mesa, cuando fue oportuno, con gente rica. Hoy es Zaqueo, otro día será Nicodemo.

Nosotros que somos ricos también, si sois como supongo gente que come tres veces al día y opíparamente, que se deja luces encendidas y grifos abiertos, no debemos creernos alejados, apartados o rehusados por Dios.

Ahora bien, de nuestros encuentros con Jesús, sea en la oración, en la Palabra o en la Eucaristía, debemos salir siempre un poco convertidos. Trato generalmente con personas más ricas que yo y no me avergüenzo, lo importante es que no sea para sacar provecho propio sino que salga enriquecido el Reino a causa de nuestro proceder.

Meditad, mis queridos jóvenes lectores, las palabras de Zaqueo como si estuvierais a su lado y pedidle ayuda y consejo, ya que sin duda ahora es él el que goza de haber sido acogido en el Reino de los Cielos y se alegra del festín.