XXXI
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
El
clamor de la tierra y el grito de los pobres
El clamor de la tierra y el grito
de los pobres en el Sínodo amazónico
El Sínodo de la Amazonía que
concluyó la semana pasada nos dejó un Documento Final extraordinario, que
recoge las grandes preocupaciones, reflexiones y propuestas de los 230 padres y
madres sinodales, reunidos en Roma durante el mes de Octubre, que a su vez
llevaban consigo los trabajos y estudios de 87.000 personas de la Amazonía y de
sus comunidades indígenas. El documento refleja las ideas matrices de la
conversión integral a la que se apela a todos, abarcando las diferentes
dimensiones de la conversión: pastoral, cultural, ecológica y sinodal, e
integrando en ellas un elenco riquísimo de propuestas de cambios estructurales,
que el Papa Francisco ha de estudiar y valorar hasta publicar con toda
probabilidad, como es habitual tras cada Sínodo, una Exhortación Apostólica que
posibilite la puesta en marcha de las líneas de acción y de las concreciones,
que a la luz del Espíritu, han de afrontar los desafíos de la Iglesia actual
desde la Amazonía y para el mundo. En los primeros números de este Documento Final
aparece como preocupación radical del Sínodo “el clamor de la tierra y el grito
de los pobres”, epígrafe de los números 10-15 de dicho texto.
La prioridad de los pobres en el
Evangelio de Lucas
El Evangelio de este domingo nos
ofrece también una página singular y exclusiva del tercer Evangelio, que
también es de lo más representativo de su teología. Es la escena del encuentro
de Jesús con Zaqueo (Lc 19,1-10), ese hombre pequeño
y rico que, a partir de dicho encuentro, experimentó la salvación con todas sus
consecuencias. Prácticamente al final del camino hasta Jerusalén, en Jericó,
Lucas recapitula en este momento singular de la trayectoria de Jesús, todos los
elementos esenciales de su Evangelio: la prioridad de los pobres, de los
marginados y excluidos, la misericordia entrañable de Dios que a través de
Jesús no da a nadie por perdido, el alcance universal de la salvación, la
alegría extraordinaria por el encuentro con Jesús, la llamada urgente de la
conversión y la radicalidad de la experiencia de la salvación.
El encuentro transformador de
Zaqueo con Jesús
Después de la llamada frustrada al
seguimiento realizada por Jesús a aquel rico que tenía muchas posesiones y tras
reiterar la enorme dificultad de los enriquecidos para encontrar la salvación (Lc 18,18-26; cf. 16,19-31) Lucas presenta a Zaqueo como
ejemplo positivo de actuación por parte de los ricos. A ningún rico se le
cierra la puerta de la salvación, pero ésta sólo se experimenta, cuando a
través del encuentro con Jesús se produce un cambio efectivo de actitud y de
comportamiento por parte de los que acaparan las riquezas. El verdadero
encuentro personal con Jesús debe ser deseado, buscado y acogido con gozo por
parte de los enriquecidos. A partir de ese encuentro se produce ya en el tiempo
presente la auténtica salvación. La intervención de Zaqueo tiene dos verbos en
presente: “doy mis bienes a los pobres” y “si algo estafé a alguien le devuelvo
el cuádruplo”. Es un presente incoativo, que expresa el comienzo de una nueva
conducta por parte de aquel que antes era rico, que había estafado, que era
considerado como un pecador y del que Jesús da a entender que estaba perdido.
El cambio radical se verifica en la
atención a los pobres
Está muy claro en el evangelio que
lo que tienen que hacer los ricos es cambiar radicalmente. La novedad del
Evangelio, que no nace de ninguna normativa precedente, es lo que Zaqueo
realiza al dar la mitad de los bienes a los pobres y al poner en práctica algo
de lo prescrito en el Antiguo Testamento (cfr. Ex 21,37; 2 Sam 12,6) acerca de
lo robado y devolver cuatro veces más a los que ha estafado en su gestión
económica. Ese comportamiento de cambio radical en la atención a los pobres
tiene el mismo efecto que la fe. De igual modo que la fe conduce a la salvación
al leproso y al ciego que habían sido curados (Lc
17,19; 18,42), tras la acogida personal a Jesús por parte de Zaqueo, éste
experimentó la salvación proclamada por el Señor cuando cambió de mirada, de
perspectiva y de rumbo en la consideración de los pobres como destinatarios de
los bienes de que carecen.
El rico Zaqueo experimenta aquí y
ahora su salvación
La última frase de Jesús es el
colofón de todo su mensaje, pues recapitula todo el contenido del Evangelio de
Lucas en una sentencia única: “El Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo
perdido” (Lc 19,10). Jesús desborda la expectativa de
Zaqueo que sólo quería identificar a Jesús. Sin embargo fue el Señor quien lo
identificó a él, llamándolo por su nombre y ganándose toda su atención. A
partir de ahí es Jesús quien interviene indicándole sólo dos nuevas realidades
marcadas con el adverbio “hoy”. La primera es que Jesús se queda en su casa, la
segunda es que la salvación aconteció en su casa. Ambas están íntimamente
unidas. A la palabra de Jesús él responde dándole acogida muy gozoso. Jesús no indica nada acerca de lo que tiene que
hacer Zaqueo sobre su conversión, pero es que Lucas ya lo había recordado en
los textos anteriores. El que era rico también en la parábola de Lázaro, debía
haber escuchado a Moisés y a los profetas, y esto es exactamente lo que hace
Zaqueo, tomando conciencia de lo que debe hacer, incluso superando lo dicho en Num 5,6-7, que sólo prescribía un recargo del veinte por
ciento. Cuando se cumple la palabra y se interpreta en su espíritu, más allá de
lo literal, entonces acontece la salvación.
Los pobres son lugar de salvación
Para Lucas Jesús no es sólo el que
vino a predicar el Reino de Dios (Lc 4,43) ni a
cumplir la profecía de Is 61,1-3 (Lc
4,18-19) sino el que ha venido a actuar como pastor de su pueblo (cf. Ez
34,6.12.16). Jesús es el Salvador. Jesús ha venido a salvar lo perdido. Así
como la dracma, la oveja y el hijo pródigo estaban perdidos, también este rico
estaba perdido. Al quedarse Jesús con Zaqueo, con la mera presencia de Jesús en
su vida y en su casa, Zaqueo empezó a reorientar su vida hacia los pobres. Y
así comenzó a vivir la salvación. Y es que los pobres son lugar de salvación,
ellos son lugar teológico por antonomasia. Esto fue puesto de relieve de forma
magistral por el teólogo vasco Javier Vitoria parafraseando, con la fórmula
“fuera de los pobres no hay salvación”, aquella otra expresión de gran
resonancia tradicional de Orígenes y Cipriano: “fuera de la iglesia no hay
salvación”.
La opción preferencial y evangélica
por los pobres
Esa misma orientación teológica
constituye una dimensión esencial de la fe cristiana, precisamente la que está
a la base de la “opción preferencial y evangélica por los pobres” vigente en la
iglesia actual, proclamada en el Documento de Aparecida, del CELAM en
Latinoamérica, y ratificada en toda su profundidad por Benedicto XVI, que la
vinculó a la fe cristológica, como algo inherente a la misma. El papa Francisco
la evoca continuamente y de muchas maneras. Bástenos recordar lo que dice en la
Evangelii Gaudium, nº 198:
“para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que
cultural, sociológica, política o filosófica”. Esta opción es entendida como
“una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la
cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”. Creo que esta prioridad por
los pobres está llamada a ser un mensaje de salvación en el mundo actual y el
principal criterio de transformación de las estructuras sociales e injustas de
la tierra en el marco de la gran crisis actual. Un ejemplo más de ello nos lo
da el reciente Sínodo de la Amazonía, cuyas palabras sobre los pobres hemos
reflejado en el título de esta reflexión.
Jesús viene a buscar a los perdidos
del mundo
A través de su Evangelio también
hoy Jesús viene a buscar y a salvar a los perdidos de este mundo. Si acogemos a
Jesús como hizo Zaqueo y orientamos nuestra vida hacia los pobres y escuchamos
sus gritos y el clamor de nuestra tierra, toda nuestra vida cambiará y
encontraremos la alegría y la salvación.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote
misionero y profesor de Sagrada Escritura