DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO CICLO C
UNA FELIZ ESPERANZA
Pablo en su
primer escrito del Nuevo Testamento año 57 envía a la comunidad de Tesalónica a
Silvano y Timoteo no como corresponsales a sueldo de malas noticias sino, como
testimonios vivos con un mensaje de esperanza ante las serias dificultades que
pasaba la comunidad. “Ante todo que Dios los quiere y sin merecerlos ellos y
nosotros nos ha dado un gran consuelo y una feliz esperanza y un espíritu de
alterno y firmeza para que siempre obremos el bien para los demás” Advierte
Pablo: “No todos son de fiar. Que Cristo el Señor abra el corazón al amor de
Dios y les comunique su propia paciencia”
A solo dos
semanas de pasadas las elecciones en nuestro país es oportuno y necesario leer
esta carta con los mismos sentimientos de Pablo que son los del Resucitado: Que
Dios nos quiere y nos ha dado en estos días un gran consuelo ante la pobreza de
no tener con quien hablar para que se escuche la tristeza de trabajar por no
poder estudiar. Dice Pablo “mantengan una feliz esperanza cuando creemos que
todo está perdido”; por la corrupción y la polarización que no están sino los
políticos, por la inseguridad que es el signo de múltiples carencias. Por la
falta de salud que hace sentir prematuramente la muerte. Y continúa Pablo: “Un
espíritu de fortaleza para que siempre seamos solidarios con los demás”. Entre
nosotros se ha debilitado la solidaridad porque hemos perdido la compasión, no
como sentimiento de deblidad, sino de sentir en carne
propia lo que sufre el otro.
SIN RESURRECCIÓN NO HAN ESPERANZA.
Siguiendo en
la orientación de Pablo, la resurrección es el motivo dominante del evangelio
de hoy. Sin resurrección no hay fe, ni mucho menos esperanza; y no contar con
ella es dejar de lado la fidelidad del amor que Dios nos tiene. De modo que
todo lo dicho por Pablo tiene como raíz la fe en la resurreción
de Jesús.
La afirmación
que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos significa reconocer una fuerza;
en lo que dice Pablo; de esperanza, de aliento, de consuelo y fuerza que
fecunde las personas, sin negar las injusticias, las opresiones y las
inequidades. Pero asumiéndolas con amor en lugar de satanizarlas.
EL AMOR FECUNDA LA ESPERANZA
El amor es lo
que da fortaleza y esperanza hacia la resurrección haciendo eficaz todos los
empeños humanos en favor de la sociedad. La resurrección es la victoria de la
cruz vivida con amor. Esta es la experiencia que se ofrece como como sanación a
los males que nos afligen. La ciencia, la tecnología, no solo son necesarias
sino indispensables para derrotar todo lo que va contra la vida. Sin duda
alguna que hay terrenos difíciles que explorar, caminos que hay que recorrer:
pero, el esfuerzo de la inteligencia constituye la nobleza del hombre; y lo es
todo cuando se hace con amor; es decir dando la vida. Puede haber momentos
antes o después en que se pensó que todo estaba perdido. Solo el mismo amor
transforma lo más difícil, porque el amor es lo único que da eficacia al empeño
humano por los demás. Además fue la experiencia de Jesús, de la que debemos
vivir todos creyentes y acompañar a quienes aceptan estos riesgos. La
resurrección es La victoria de la cruz vivida con amor; salvar todo lo que
estaba perdido”
A los siete
hermanos judíos asesinados por Antíoco Epifanes
increyente de la resurrección, los sostuvo la fe en la resurrección “Las
similares torturas que sufrió el cuarto hermano, lo llevaron a decir antes de
expirar: “vale la pena morir en manos de los hombres cuando se tiene la firme
esperanza de que Dios nos resucitará. Tú en cambio, no resucitarás para la
vida” (primera lectura).
“Señor,
escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en
mis labios no hay engaño. Mis pies han estado firmes en tu camino y no
vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes. Dios mio, inclina tu oído y escucha mis palabras. A la sombra de
tus alas escóndeme; yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me
saciaré de tu semblante” (Sal 18).