«dios no es algo, es alguien»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el domingo 32
durante el año
[10 de noviembre de 2019]
Así como ocurría en la época de
Jesús, actualmente también nos encontramos con una invasión de propuestas
religiosas que toman aspectos de la fe cristiana y los mezclan con esoterismo,
ocultismo, magia, pseudo-psicología, curandería o
«ciencias alternativas» y sin problemas siguen denominándose cristianas o
católicas.
El texto del Evangelio de este domingo
(Lc 20,27-38), nos habla sobre uno de los temas
centrales de nuestra fe: «La resurrección». El Señor responde a los saduceos
que la negaban: «Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender
en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de
vivientes. Todos en efecto viven para él» (Lc
20,37-38).
San Juan Pablo II en la carta «Novo
Milennio Ineunte», nos
señala la importancia de contemplar en este inicio de milenio, el rostro de
Cristo resucitado: «esta contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse
a su imagen de crucificado. ¡Él es el resucitado! Si no fuese así, vana sería
nuestra predicación y vana nuestra fe (1 Cor 15,14).
Después de dos mil años de estos acontecimientos, la Iglesia los vive como si
hubieran sucedido hoy. En el rostro de Cristo, ella, su Esposa, contempla su
tesoro y su alegría... La Iglesia animada por esta experiencia, retoma hoy su
camino para anunciar a Cristo al mundo, al inicio del tercer milenio: Él es el
mismo ayer, hoy y siempre» (NMI 28).
Con frecuencia nos encontramos con
algunos que se manifiestan cristianos, pero por desconocer la centralidad de la
Resurrección para la fe, creen en la reencarnación o sea en que su espíritu
vivió en otras personas u otros seres vivientes, en diferentes épocas del
pasado y se encaminan a vivir otras vidas en el futuro. Sin darse cuenta de que
la reencarnación no es compatible con la revelación cristiana y con la resurrección.
Otros, erróneamente, le ponen el nombre de ecumenismo o espíritu amplio a
aceptar cualquier propuesta supersticiosa o sincretista (mezcla de todo). El
ecumenismo es un camino de comunión muy importante, querido por Dios y que
hemos iniciado los cristianos, que no intenta una mera unificación mezclando
todo, sino que busca la profundización de la verdad y del misterio de Dios. Es
uno de los grandes desafíos para los cristianos, pero también es cierto que
muchos confunden eclecticismo con ecumenismo.
Hace algún tiempo la Comisión
Episcopal de Fe y Cultura emitió un documento llamado «Frente a la Nueva Era».
La lectura del mismo es importante porque aclara que este fenómeno cultural
posmoderno, se refiere a lo religioso, pero «lo vacía de trascendencia» y por
lo tanto no cree en la vida eterna y menos en la Resurrección, tema que el
Señor subraya en el texto bíblico de este domingo. Dicho documento nos dice:
«Como hemos indicado, la Nueva Era no se presenta propiamente como una
religión, busca ponerse por sobre las religiones, por sobre la división que
significan los diversos credos, para profesar el culto de la unidad. Se habla
propiamente de técnicas de oración: de un “desarrollo crítico”, de potenciar
las “dimensiones espirituales” del hombre, de un cosmos donde la “ley suprema
es el Amor”. En el caso particular de nuestro país,
sus difusores más fervorosos se manifiestan públicamente y sin ningún reparo
como católicos, y se alude reiteradamente a figuras culturalmente distintivas
de lo católico, como la Madre Teresa de Calcuta o el mismo Santo Padre» (5).
Todo esto provoca en el Pueblo de Dios confusión e interrogantes por poner todo
en un paquete: la fe católica, los seres y astros extraterrestres, las flores
de Bach, la reencarnación, la invocación a entidades misteriosas, la adoración
a la diosa Gaia. Últimamente celebraciones ligadas a
la brujería.
Los cristianos estamos convencidos
de que Cristo es el Señor de la Historia y de que en Él encontramos todas
nuestras respuestas. El texto del Evangelio de este domingo nos habla sobre la
resurrección, al igual que la primera lectura del segundo libros de los
Macabeos. La resurrección del Señor es un tema central para los cristianos, que
debe impregnar nuestra cotidianidad y sostenernos en la esperanza. Por esta
certeza sabemos que, aún en medio de tanta incertidumbre y desorientación en
nuestro tiempo, tenemos la seguridad de que tiene sentido buscar caminos
nuevos, que impliquen la participación y el protagonismo comprometido en
nuestra historia, porque en definitiva la Vida triunfa sobre la muerte.
Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo.
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas