EL JUICIO
Y EL TESTIMONIO
Domingo
33 del Tiempo Ordinario
“A vosotros, los que teméis mi nombre, os
iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra”. Este texto del
profeta Malaquías anuncia el día del Señor. Un día ardiente como un horno. Así
será el juicio de Dios sobre los hombres y sobre la historia. Los malvados
serán como la paja que consume el fuego. Pero a los justos, ese mismo fuego les
proporcionará un calor saludable y luz para el camino (Zac 3,20).
De esa profecía se hace eco el salmo
responsorial de este domingo. De nuevo aparece la visión del juicio de Dios
sobre la historia y sobre el proceder de cada persona. “El Señor llega para
regir la tierra, para regir a los pueblos con rectitud” (Sal 97,9).
La consideración del juicio de Dios sobre el
mundo debió de dejar impresionados a los fieles de Tesalónica. Sin duda pensaban
que el juicio estaba ya muy próximo. Tanto que algunos vivían desordenadamente
y habían dejado de trabajar. San Pablo repite lo que ya había ordenado antes:
“Que si alguno no quiere trabajar, que no coma” (2 Tes 3,7-12).
CURIOSIDAD Y FIDELIDAD
El evangelio que se proclama en este
penúltimo domingo del año litúrgico (Lc 21,5-19) nos recuerda que algunos
contemporáneos de Jesús se quedaban admirados por la belleza del templo de
Jerusalén, que desde los días de Herodes el Grande estaba siendo reconstruido
con magnificencia.
Sin embargo, Jesús les advierte sobre la
caducidad de todas las obras humanas: “Esto que contempláis, llegarán días en
que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. El anuncio suscita la
curiosidad de los oyentes. Desearían saber cuándo va a ocurrir ese
desastre. Pero Jesús se niega a ofrecer
una respuesta sobre esa fecha.
De todas formas, el texto incluye una lista
de fenómenos cósmicos y sociales que inducirán a muchos a pensar que se acerca
el final de los tiempos. Además, Jesús anuncia las persecuciones que habran de
afectar a los que le siguen.
Serán denunciados hasta por sus mismos
familiares. Y, al igual que el mismo Jesús, habrán de comparecer ante las
autoridades religiosas y civiles. Pues bien, todo lo que puedan sufrir por
causa del nombre del Señor, tendrán que verlo como una ocasión para dar
testimoniono de su fe y de su fidelidad al Maestro.
AVISOS PARA EL CAMINO
La pregunta de los curiosos se ha ido repitiendo a lo
largo de estos 2000 años de cristianismo. A muchos les interesa saber el cómo,
el dónde y el cuándo de los acontecimientos. Los seguidores de Jesús le
preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?”. En lugar de responder, Jesús nos
dejó tres avisos para el camino:
• “No vayáis tras ellos”. Muchos vendrán recordando todos
los fenómenos que suelen atemorizar a las gentes y se presentarán como el Mesías enviado por Dios. Los seguidores de Jesús no deberán prestar
atención a esos pretendidos salvadores de la humanidad. La salvación está en
seguir al Señor.
• “No tengáis
pánico”. Siempre habremos de vivir en un tiempo de contradicción y persecución.
Si queremos de verdad seguir a Jesucristo
tendremos que contar con calumnias y acusaciones de todo tipo. Pero hemos de superar
el temor y aprender a remar contra corriente. Ser testigos implica estar ahí y
ser diferentes.
• “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Salvar el alma es seguir al Salvador de nuestras vidas. Salvar el alma es descubrir
el sentido de la vida y tratar de realizarlo y celebrarlo un día tras otro. El
pensamiento sobre el futuro nos exige un compromiso de verdad y fidelidad en el
presente.
- Señor Jesús, conocemos la debilidad de las grandes
construcciones humanas. Y la falsedad de los que se arrogan el papel de
salvadores de la humanidad. Nosotros creemos que tú eres el único Salvador. Que
tu gracia nos ayude a escuchar tu voz entre las voces y a dar un testimonio
valiente y creible de tu palabra y de tu vida.
José-Román Flecha
Andrés