LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Padre Pedrojosé Ynaraja

1.- Vaya por delante que la cualidad que atribuimos a Santa María, y que hoy celebramos, no se encuentra explícitamente nombrada en el texto bíblico, ahora bien, la Iglesia Católica cree que las verdades reveladas nos llegan por dos caminos paralelos por los que circula en realidad un mismo y único vehículo.

Nadie nunca dudó de la santidad de la Virgen, aunque no lo expresase en fórmulas jurídicas. ¡de cuantas cosas estamos seguros de nuestro padre o madre, sin que vayamos proclamándolas, ni tengamos documentación que las acredite y demuestren!

Nunca ausente de la Iglesia, su presencia se fue haciendo más patente poco a poco. Llegó un día que lo que ya se sabía, se le dio categoría de dogma, nada se inventó.

2.- La bula iIneffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854, promulgada por el papa Pío IX, dio publicidad, notoriedad y universalidad a este privilegio del que gozó Santa María.

Pero no fue la única. Eva la criatura hecha a imagen de Dios también fue inmaculada, pero pronto perdió tal prerrogativa por culpa de ella. Lo recuerdo para que se comprenda el porqué de que a la Virgen se la llame Nueva Eva. Nueva sí, pero sin ser vencida nunca por el maligno.

La cosa venía de antiguo. Destaca la curiosa y comprimida definición que escribió el eminente teólogo Beato Duns Escoto:

“Quiso y no pudo, no es Dios.
Pudo y no quiso, no es Hijo.
Digamos pues que pudo y quiso”.

3.- Pese a que se refiera a Santa María, tener en cuenta tal favor a Ella otorgado, nos enseña que la Gracia está por encima de cualquier otra cualidad que pueda poseer el hombre.

No ignoro el valor de una bula pontificia, pero a mí me gusta más recordar el hecho de que a la humilde, enfermiza y poco afortunada muchachita Bernadette Soubirous, en la oquedad de una roca en Lourdes, le confió la señora que se le aparecía, “Qué soï era immaculado councepcioũ” así, según contó, en el patois accitano en el que solamente sabía expresarse la chiquilla. El documento de Pio IX, estaría, con seguridad, redactado en lengua latina, revisado por estilistas de prestigio, como siempre se publican tales escritos. La Virgen no se estuvo con remilgos, le habló en gascón, un pueblerino patois del elegante occitano, como en su estancia histórica se relacionaría con los vecinos de Nazaret, en la popular lengua aramea y no en el clásico hebreo, propio de rabinos y escribas.

(Advierto que mi predilección por Lourdes no implica que dé a las apariciones de Massabielle, junto al río Gave, un valor superior al que tiene una definición pontificia, me limito a confiaros mi simpatía)

Queda, pues, claro que hoy nos limitamos a celebrar que la Nueva Eva, fue siempre brillante y nítida Eva. Que de su fidelidad, virginidad, y maternidad y santidad, nos ocuparemos otro día.

4.- Paso ahora a las lecturas propias de la misa de hoy. El precioso relato del Génesis lo consideró la tradición cristiana tan importante, que en retablos y capiteles historiados de los claustros, sobre todo en estos últimos, nunca lo omitió y ya sabéis que tales esculturas, más que obras de arte, eran la Biblia de los analfabetos, muy propias para detenerse en pórticos románicos o en los mencionados pasillos monacales y catedralicios, contemplarlos, admirar sus enseñanzas y comentarlas, para esforzarse después en imitarlas.

5.- A la desnudez virginal de Eva y Adán, por no ser fieles a Dios, le siguió el peligro y el miedo, primero se escondieron, después se cubrieron a medias.

(tal vez algunos de vosotros recordaréis la “entrada del miedo” en la manada del Seeonee, del relato de “el libro de la selva”. Sin duda Kipling, lo tuvo en cuenta al dibujar al tigre Shere Khan, sin atreverse a llamarle diablo. Os lo recuerdo, pues, es una prueba de la importancia de la enseñanza que ambas narraciones implican).

La desnudez peligrosa es propia de la ausencia de lealtad y virtud. Nosotros, pecadores, debemos cubrirnos para protegernos. Nada hay tan bello como el cuerpo humano y nada tan frágil.

6.- Entró el pecado, pero Dios anunció veladamente la futura redención, para que si habían introducido la maldad, y entonces lo lamentasen, no dejase de permanecer la esperanza. La serpiente, el talón y el pisotón, son adelantos de lo que llegaría al final de los tiempos, de aquí que a este texto, la tradición católica le llame el protoevangelio.

¡Que ternura y candidez encierra el relato de la anunciación a Santa María! Nunca falta tampoco en los capiteles historiados, en los pórticos y abunda mucho más en los retablos góticos y en los relieves barrocos.

7.- Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que los artistas que quisieron inmortalizar el singular y trascendental momento como acontecimiento de palacio, y tantos hay, no me complacen. Que la disposición y colocación de los protagonistas, Santa María y Gabriel, semeja a veces, la paralización de un momento de danza clásica, me disgusta observarlo. Prefiero y aprecio mucho como plasma la escena Fra. Angélico. Se dice de él que pintaba arrodillado. Belleza y piedad inundan el cuadro del que por su bondad fue declarado beato por la Iglesia.

8.- ¡Hágase en mí, según tu palabra! Dice Santa María. Haz de mi lo que quieras, Señor, debemos decirle a Dios siempre. Proyectos e ideales, visiones de futuro, sueños y ensueños, que Santa María también los tendría sin duda, debemos, como Ella hizo, ponerlos a disposición de Dios, que Él hará proezas con nosotros, no lo dudéis.

No os extrañe que ya en el siglo III se la invocase con la oración que conservamos, más antigua incluso que el Avemaría

Bajo tu amparo nos acogemos,

santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh, Virgen gloriosa y  bendita!


9.- ¿Qué tiene que ver esta plegaria con la solemnidad de hoy?

Pues que si celebramos una fiesta en honor de Santa María y nos sentimos invitados, no nos contentemos con tratar de entenderla y alabarla, aprovechemos la ocasión para pedirle su intercesión.
Y si os puede parecer larga, y no siempre sentiros capaces de dirigírsela, podéis decir simplemente: Santa María, ruega por nosotros, o ruega por mí.