TU MENSAJE Y MIS
PROYECTOS
Domingo 3º de Adviento, A.
“Bienaventurado
el que no se escandalice de mí”
(Mt
11,6)
Señor Jesús, nuestros propios puntos de vista nos
interesan más que nuestros sentidos. Los defendemos con más fuerza que nuestros
vestidos y nuestros bienes. Nos encanta interpretar a nuestro gusto la figura y
las palabras de los demás.
Yo sé que en nuestra sociedad con mucha frecuencia
acomodamos los hechos, las personas y sus mensajes a nuestros propios
intereses. Pero tengo que reconocer que también yo caigo en ese defecto. Un
defecto que, además, lo considero a veces como una habilidad que me
enorgullece.
Parece que lo mismo hacían contigo las gentes que te
fuiste encontrando por el camino. Seguramente, todos veían en ti a un personaje
extraordinario. No eras indiferente para nadie.
Tanto que Juan el Bautista un día te envío a dos de sus
discípulos para tratar de averiguar si eras el Mesías esperado o había que
esperar a otro.
En lugar de usar los grandes discursos que a veces yo trato
de hilvanar para presentarme o defenderme, tú apelaste a tus obras. En
realidad, ellas hacían realidad las profecías sobre el Mesías que habían
pronunciado los profetas.
Pero añadiste una frase que me inquieta. Una
bienaventuranza, como las que eran habituales en tu pueblo: “Dichoso el que no
se escandalice de mí”.
Durante mucho tiempo me costaba entender el significado
de esta expresión.
Creo que querías advertirme de una grave tentación. La de
tratar de ajustar tu persona y tu doctrina a mis propios intereses, en lugar de
ajustar mis decisiones a tu misión y a tu palabra.
Hoy te pido que tengas compasión de esta cultura que te
manipula a todas horas. Y te pido misericordia para mí, porque a veces me
empeño en ver en tu mensaje un tropiezo para mis aspiraciones y proyectos.
José-Román
Flecha Andrés