V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

PAARADOJA Y COHERENCIA-

Padre Pedrojosé  ynaraja  díaz

Aparentemente, o más bien públicamente, la situación del cristianismo en algunas o muchas culturas del llamado primer mundo, está de capa caída. No debemos olvidar que muchos creen que solo ocurre lo que se hace público en los medios de comunicación. Oigo muchas veces, cuando me refiero a algún acontecimiento, que me dicen: de esto nada ha dicho la TV, a la emisora de Tv a la que están esclavizados, deberían referirse exclusivamente.

Mientras en nuestra amada Iglesia haya contemplativos y misioneros, gozará de buena salud y brotarán espontáneamente las flores del martirio. Aunque de ello no se dé noticia en TV, Radios y Prensa.

Generalmente  los medios están dominados por la política de turno y esta a su vez depende en gran manera de las multinacionales. Si a uno se le ocurre consultar diversas fuentes, comprobará que ante cualquier votación o gestión, cada uno de ellos desde sus exclusivos ángulos de visión y crítica, dirán siempre que tiene razón.

Seamos sinceros, más que decadencia, que la hay, reina la mediocridad, la huida del esfuerzo, la búsqueda de lo inmediato.

Se deposita la esperanza en la juventud, ¿en quienes otros puede ponerse? En los viejos evidentemente, no. Ahora bien, no toda la juventud, es joven. El fundamental imperativo del educador es procurar que los muchachos, ellos y ellas, sean en su vital actualidad, buenos jóvenes. Que el futuro se asentará con seguridad y dará fruto, si ha crecido impregnado de tal juvenil bondad.

Ante una situación semejante, quiero decir en algo semejante a nuestra condición y con todos los distingos pertinentes, se encontraba  el Corinto al que San Pablo se dirige en su epístola, de la que la liturgia de  este domingo ha seleccionado un fragmento .

No pretende el Apóstol acomodarse a tal mediocridad, al contrario, les recuerda y nos recuerda, que la verdad cristiana no procede de los hombres, que sus contenidos son paradójicos respecto a lo que convence o mueve a sus contemporáneos.

Se quiere a veces adaptar tanto la Fe a lo que gusta o esperan tantos de hoy, que si prosperara tal intento, la Iglesia semejaría una buena ONG, tal vez la mejor, de tantas como existen.

Vuelvo a repetir que la Fe es paradójica. A ningún sabio de este mundo se le ocurriría presentar la salvación humana, centrada en un ajusticiado.

A Dios sí, de Dios viene la sabiduría que nos llega, no de experiencias de laboratorio, ni de conclusiones de congresos, nos la trae y penetra la acción del Espíritu.

El cristiano, cada uno de nosotros si somos personas de Fe, seremos huesos dislocados, respecto al mundo en el que vivimos. No nos extrañe pues, que seamos gente incómoda.

Al principio del texto evangélico que leemos en la misa de este domingo, el Señor nos recuerda que no ha venido a destruir todo lo bueno que el mundo ha descubierto. La verdad, belleza y bien, sólidos cimientos de la correcta personalidad, no la ignora ni condena, solo dice, quiere perfeccionarla. Es uno de los aspectos del mensaje de Jesús. Que si no es el único, no por ello deja de ser imprescindible.

Por sublimes que sean nuestros pensamientos y bellos los proyectos que anunciemos, si nos falta honradez, generosidad, veracidad y amabilidad, que es elegancia espiritual, nada conseguiremos. Es más, desacreditaremos nuestra religiosidad y a nuestra Iglesia.

Uno de los principios fundamentales de la convivencia es el amor. Es tan elemental que el Señor advierte que si uno está enemistado con alguien, antes de allegarse al altar y ofrecer u ofrecerse a sí mismo a Dios, debe reconciliarse con aquel al que ha ofendido.

Desde que existe el matrimonio, de la forma que sea, peligra su entereza y dignidad. No hay que ignorar que el adulterio es su más eficaz peligro. Las diversas legislaciones lo contemplan. Ahora bien, el dictamen se especifica en situaciones y acciones concretos, sensoriales, físicas, realizados en el espacio/tiempo, enraizados en su corporeidad.

La originalidad de la doctrina de Jesús está en declarar que la maldad no reside en la piel y sus sensaciones, la perversidad del quebrantamiento radica en el mismo corazón del hombre.

Un juez, evidentemente,  no podrá condenar por los pensamientos y deseos que el posible reo haya mantenido en su interior. El supremo Juez, que ve la intimidad, sí.

Cuando uno conoce por los medios las muestras de violencias de género que han conducido al  asesinato, uno lamenta lo poco que entre nosotros se predica la genial doctrina de Cristo. Una mala hierba cuesta poco arrancarla, pero si la planta se ha hecho árbol, suprimir el mal que pueda hacer, cuesta mucho.

¿Quién educa en la grandeza excelsa del matrimonio? ¿Quién advierte su fragilidad?

La existencia biológica exige comer, beber y respirar. La salud espiritual precisa de la oración y la Gracia. ¿a quién preocupa?