VII Domingo del Tiempo Ordinario,
Ciclo A
Honor y responsabilidad
Padre
Pedrojosé ynaraja
díaz
Dios me ha concedido el favor a lo largo de mi vida, de tener relación
con infinitud de personas de todas las clases y colores. Nada de lo humano me
es ajeno, podría decir, como escribió Publio Terencio Africano siglo y medio
antes de Cristo.
Cada grupo, comunidad o clase social, tiene sus particularidades y al
leer las lecturas de la misa de este domingo, me he acordado de una cierta
etapa de mi vida en la que me tocó relacionarme con personas
pertenecientes a la nobleza. Advierto que se trataba de gente honesta y sincera
con quien yo celebraba la misa en su mansión, dotada de un oratorio público
misa a la que asistían también cristianos de los alrededores. La Eucaristía no
se distinguía de la que pudiera celebrar en la iglesia parroquial, ahora bien,
en acabando la liturgia, pasaba un rato largo con algunos de la familia, con la
escusa de tomar un té, que a nadie escandalizaba, ni
por lujo, ni por tratarse de nada incorrecto.
Observé y comprobé, y no apruebo ni repruebo, el sentido y vivencia
consciente que tenían de su aristocracia. Se honraban de ello, sin despreciar a
los que no eran de sangre azul, como vulgarmente se dice. Pero también observé
que a su orgullo acompañaba el sentir obligaciones y comportamientos que no
exigían a los demás pero para ellos sí, debido a su superior status social.
Todo este largo preámbulo os lo he escrito para que entendáis lo que
dice Pablo. La aristocracia espiritual, el rango de nobleza, no lo heredamos,
es un don gratuito de Dios. Debemos sentirnos siempre conscientes y
agradecidos. La virtud de la humildad no anula la convicción de que somos
afortunados, elegidos y mucho más, divinizados.
No se trata, pues, de ser orgulloso, sino de ser consciente y
consecuente.
Pablo les recuerda a los corintios su nobleza y la delicadeza del
Espíritu que habita en el creyente. Se lo recuerda para que respeten también la
dignidad de los demás, y no seré quien modifique su mensaje, sino más bien lo
acentúe.
Lamento que los noticiarios de papel, de la red de redes, o de Tv y
radio, anuncien y comenten delitos de género, abusos y violaciones, como quien
facilita la noticia de un campeonato y los delitos sean puntos que se añadan a
un listado de aspirantes a ser más de entre los que quieren ser líderes .
¡qué diferente sería el comportamiento de
hoy, si todos tuvieran en cuenta esta dignidad que recuerda el Apóstol,
que reside escondida en la persona!
Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios, acaba diciendo y
es muy suficiente para que vayamos por el mundo alegres de haber alcanzado un
trofeo, que por muy real que sea, nadie del mundo es capaz de ver, pero que si
es observado por ángeles, santos y el mismo Dios.
El contenido de la tercera lectura de la misa de este domingo,
contiene el mensaje evangélico que es como os decía la semana pasada, mis
queridos lectores, doctrina paradójica.
Si no lo contempláis así y pretendéis aplicar estos criterios a los
terrenos de la competición, o de la política, os equivocaréis.
Con frecuencia se dice que un político no puede ser cristiano. Que si
te atacan y derrotan en elecciones o referendos, no puedes aplicar lo de
la mejilla que recibe un bofetón y presentar la otra, para que insistan en la
ofensa. No, el Evangelio no es política. El arte de administrar bien la cosa
pública, se rige por otras normas, si que por ello no
deban tenerse en cuenta los derivados de la Fe y se desentiendan de los valores
cristianos, que, por otra parte, no dejan de ser humanos.
La política debe mejorarse, purificarse, ser coherente y noble,
siguiendo caminos políticos. El respeto al que milita en otro partido, o tiene
visión diferente de la administración de la cosa pública, debe otorgarlo por
criterios humanísticos, por nociones antropológicas. No existen razas, no hay
identidades que otorguen superioridad. Debe tenerse en cuenta siempre el bien
público, la prosperidad social.
Un ermitaño, sumido en el ayuno y la oración, no podría ser político.
El cristiano sumido en la comunidad en la que está implicado, debe
distinguirse no por insignias o uniformes, sino por su peculiar comportamiento,
más exigente que las legislaciones civiles.
Permitidme para acabar que os ponga un prosaico ejemplo, para que
quede más claro. Quien conduce un coche y va aparcar, como buen ciudadano, es
suficiente que se estacione en un espacio permitido. Ahora bien, el cristiano
lo hará de tal manera, que permita al máximo de conductores aprovecharse del
terreno señalado, aunque ello suponga que al volver a recogerlo, le implique
una serie de maniobras, que si hubiera dejado en medio, se las ahorraría
entonces.
Homo sum, humani
nihil a me alienum puto es
un proverbio latino que
significa "Soy un hombre, nada humano me es ajeno".
Esta frase fue escrita por Publio Terencio Africano en
su comedia Heautontimorumenos (El
enemigo de sí mismo), del año 165 a.C.,
donde es pronunciada por el personaje Cremes para justificar su intromisión.