Domingo-II-A
EL CORDERO MÍSTICO
Inicio
hoy, amigos lectores, una segunda etapa de comentarios, mensaje-homilía me
gusta llamarlos, a las lecturas de la misa de cada domingo, hoy se referirán al
segundo del tiempo ordinario, ciclo A.
Generalmente
escogeré una sola lectura, la que quiero acentuar. Hoy, como en la mayoría de
los casos, me detengo en el evangelio.
Para
cada ciclo se escogió uno de los evangelistas sinópticos y por ello debería hoy
proclamarse un texto de Mateo. Esta es la norma y si se cumpliera a rajatabla,
la liturgia eucarística ignoraría a Juan. Evidentemente no ocurre así y se van
intercalando en momentos especiales, textos del cuarto evangelio. Hoy es una de
estas excepciones.
El
relato podríamos dividirlo en dos fragmentos. El primero está centrado en el
cordero, que debería haberlo puesto con mayúscula, porque se trata del Cordero
Pascual.
Seguramente
la mayoría de vosotros, amigos lectores, habréis visto alguna vez un cordero, o
más bien muchos corderos formando un rebaño. Carneros, ovejas y corderos se
parecen mucho. Los urbanitas no estamos acostumbrados a distingos, pero los
pastores sí los diferencian. A los recién nacidos o de pocos meses, les llaman
lechales, ya que se alimentan exclusivamente de la leche de su madre. Cuando
tienen aproximadamente un año y ya comen hierba, sin llegar a ser del todo
adultos es cuando reciben el nombre de cordero. Borrego o carnero será el
animal maduro, en edad y con instintos de reproducirse. Las hembras son las
ovejas, aunque entre pastores y zagales, oye uno llamarlas corderas.
Lo
que os cuento no lo he aprendido en ningún libro, lo supe escuchando a los
pastores de un tío mío que era ganadero-agricultor. Veía por entonces al
atardecer, llegar al pueblo los rebaños y cada uno con su mayoral dirigirse a
los corrales propios, sin equivocarse y, excuso decir que les gustaba a
estos enseñármelos y decirme los días o la edad que tenían algunos, y querían
que los tocara y acariciase. Se trata de un animal incapaz de hacer daño.
Ni con colmillos ni con pezuñas de sus patas, atacan nunca. Son tan
mansos que en el seno de las religiones o culturas, han simbolizado siempre la
inocencia, la docilidad y la dulzura.
Sobre
lo dicho, cierto en todos los lugares y ocasiones, tratándose del pueblo
hebreo, un cordero era además el centro, el protagonista del Seder de Pesaj. La celebración
que actualizaba el Éxodo, la salvación de Israel, el memorial central de la
fiesta. Saber esto último para nosotros es cultura religiosa, para un israelita
este cordero singular, sin mancha ni defecto y joven, proclamaba y mantenía su
conciencia de pueblo escogido, su singularidad que le esperanzaba. Era, pues,
una imagen sensorial simbólica muy expresiva y respetable.
Me
he detenido a explicaciones para que se comprenda el calificativo tan apropiado
y expresivo que Juan le dio a Jesús.
Nosotros,
inclinados a emplear lenguaje abstracto, en el caso que comento ahora,
hubiéramos dicho: se acerca el salvador que nos librará de la opresión (a los
políticos tal estilo les va muy bien, hablando así atraen y al auditorio, sin
comprometerse a nada concreto). Cada comunidad se expresa de acuerdo a su argot
y retrata su interioridad, aun sin quererlo.
Juan
sabía lo que decía y su auditorio le entendía y captaba que su advertencia le
comprometía, a él y al que anunciaba.
A tal
proclamación acompañó el bautismo, hundimiento ritual en las aguas vivas del
río Jordán. Un acto sencillo, limitado en la realidad espacio-temporal, pero de
dimensiones infinitas y eternas.
Siendo
una humillación, no podía pasar inadvertida para los escogidos que lo
presenciaban. “Reventó”, pues, la Divinidad. El Padre fue voz atronadora,
entendida por algunos. El Hijo, silencioso humano, lección espiritual. El
Espíritu se hizo presente en apariencia de paloma enriqueciendo solemnemente la
escena.
Insisto
lo de apariencia, ya que si el Verbo se encarnó, el Paráclito en cambio no se
empalomó.
La
paloma ha sido en muchas culturas animal simbólico y predilecto. Hoy para
muchos habitantes de ciudad, es molesto, ensucia monumentos y puede, según
dicen, trasmitir enfermedades. No se simpatiza con él. También en esto estoy
favorecido. Muy cerca de donde vivo anidan torcaces, las más autenticas aves de entre las columbiformes.
Ellas son emblema de paz y del Espíritu Santo y yo me alegro cada mañana al
verlas. A quien no le guste la imagen, recuerde que en otra ocasión el
distintivo fue el fuego. Estoy refiriéndome a Pentecostés. Ni uno, ni otra,
fuego y paloma, fueron incorporados a la Santísima Trinidad, sino puramente
símbolo.
Observad,
queridos lectores, que Juan no se limita a ser reportero, dar la noticia y
quedarse tan tranquilo. El encuentro con Dios exige siempre respuesta
testimonial y conducta misionera.
Comparte y anima el Bautista a seguirle, recordando que
ya le había anunciado anteriormente. “Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el
Hijo de Dios”.
Estaréis de acuerdo conmigo, queridos lectores, que entre las
carencias que en el presente faltan a los cristianos, una de ellas es el
espíritu y actividad misionera, que no es proselitismo. Dice alguno que es
creyente, pensando que con decirlo e suficiente y, sin hacer nada en
consecuencia, y se queda tan tranquilo. No fue este el caso del Bautista, como
bien sabéis.
Como acostumbro, me gusta, siempre que es posible, detallar
momentos y lugares. Que el evangelio nunca explica lo que aconteció “en tiempos
de maría castaña”, ni en lugares liliputienses, por obra benévola de “hadas
madrinas”.
La Betania del otro lado del Jordán, está muy bien determinada.
Por desgracia, durante un largo tiempo la extensión estaba sembrada de minas
antipersona. Era frontera entre Israel y el Reino Hachemita de Jordania. A la
orilla derecha podíamos acercarnos los latinos el último jueves de cada octubre
y celebrar la misa custodiados y vigilados por el ejército. A la orilla
izquierda no era fácil llegar hasta hace unos años. Hoy está tan
arqueológicamente estudiado y reconocido, que ha sido introducido en la lista de
lugares considerados Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reunidos en
Bonn entre el 28 de Junio al 8 de Julio de 2019.
(Lamentablemente hay que reconocer que las aguas que por allí
discurren, están completamente sucias, turbias y malolientes. El Jordán se ha
convertido en la cloaca a la que van a parar las de los pueblos vecinos de una
y otra rivera. Si uno quiere conservarla, bautizar con ella es singular
simbólico privilegio, debe hervirla y filtrarla y aun así observará al cabo de
un tiempo desagradables poblaciones de hongos. Tal vez no ocurra siempre, pero
tal es mi experiencia)
(El Cordero es protagonista en el texto del Apocalipsis
(5,6 ss). Aparece en multitud de representaciones
plásticas. Destaca entre ellas el retablo de
la Adoración del Cordero Místico, en la catedral de Gante, Bélgica, un políptico de
doce tablas al
óleo realizado
por los hermanos Hubert y Jan van Eyck,
que muchos consideran la mejor pintura que existe. Si pasáis por el lugar, no
dejéis de contemplarlo. Tuve ocasión de verlo pocos minutos después de sufrir
un leve accidente automovilístico que, por ser el primero, me sumió en
depresión. Las buenas monjas que me acompañaban me obligaron a entrar y al
observarlo quedé tan asombrado que todavía se les estoy agradecido. Las copias
que más tarde veo, ninguna de ellas es capaz de reproducir la luminosidad y
misterio del original, que, vuelvo a repetir, fascina).
Padre
Pedrojosé ynaraja
díaz