LA MUERTE Y LA JUSTICIA
Domingo de Ramos. A
Este año
no tendrá su habitual esplendor la bendición y la procesión de los ramos que
nos introduce en el ambiente de la Semana Santa. Recibimos al que viene a
nosotros en el nombre del Señor. Viene, pero hay que abrir los ojos del alma
para descubrirlo en los que sufren. Nuestras palmas no son las de la victoria,
sino las del martirio.
Con ese talante evocamos la figura
del Siervo del Señor. “El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo, para
saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos” (Is 50,4). Ofrecer aliento y escuchar el
lamento. Dos actitudes necesarias para el discípulo, siempre y en todo lugar.
Pero especialmente urgentes en este momento de abandono y de muerte.
Ya sabemos
que no es fácil. Hay que acomodar la lengua y el oído para ajustarlos a la
Palabra que da vida. Hay que tratar de
asemejarse al Señor que, siendo de naturaleza divina ,
“se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo y se hizo obediente
hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz” (Flp 2,6-11).
CUATRO
DETALLES
En este año
nos corresponde leer la pasión de Jesús según san Mateo. En ella encontramos al
menos cuatro rasgos exclusivos de este evangelista:
• Solo en este
texto Jesús proclama que bien podría acudir a su Padre, que pondría a su
disposición legiones de ángeles.
• Solo en este
texto se narra la muerte de Judas, que traiciona a Jesús como Ajitófel (2 Sam 17,23) hiciera con David.
• Solo en este
texto se subraya el efecto cósmico de la muerte de Jesús, al anotar el temblor
de la tierra y la apertura de los sepulcros.
• Solo en
este texto se suaviza la presentación de Pilato, cuya mujer ve a Jesús como
inocente, lo que le hace descargar su responsabilidad sobre los judíos y
poner una guardia junto al sepulcro del
Justo.
LA SANGRE DE
CRISTO
Este relato
evangélico contrapone de forma dramática el silencio de Jesús ante Pilato y los
gritos de los representantes del pueblo ante el procurador:
• “Su sangre
caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Esta propuesta puede aplicarse a
toda la sociedad actual. No se respeta la vida humana, ni en su comienzo ni en
su final. Y se acepta con tranquilidad el paso de la muerte por el mundo.
• “Su sangre
caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. En un momento en el que una
pandemia mortal atenaza a todo el mundo, nos preocupamos más de las seguridades
materiales que de abrir nuestra conciencia ante el Señor.
• “Su sangre
caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Sin embargo, también nosotros
podemos y debemos convertir este deseo en oración. Que la sangre de Jesucristo
nos limpie de nuestros pecados y corrupciones.
- Señor Jesús, no queremos creer que tu sangre ha sido
derramada en vano. Mira el avance
despiadado de la muerte por todos nuestros caminos. No ignores la mentira y la
prepotencia que nos ahogan. Compadécete de los humildes y marginados que no
encuentran protección. Y muestra a los poderosos el camino de la justicia.
Amén.
José-Román Flecha Andrés