Bautismo
del Señor, Ciclo A.
El
Bautismo de Jesús
El bautismo entre pecadores
Hoy, día del Bautismo
de Jesús, celebramos que Jesús, el Hijo amado de Dios, se ha puesto en
la fila de los pecadores, sin haber cometido pecado alguno, para poder destruir el pecado en los seres
humanos. Es también una ocasión propicia en la que todos los bautizados
tenemos la oportunidad de reconsiderar el sentido de nuestro propio bautismo.
El rito habitual del bautismo
La práctica
generalizada del bautismo de niños en los países de tradición
cristiana católica está tan arraigada en la conciencia colectiva de nuestras
gentes que, pese al proceso de secularización de nuestra sociedad, sigue siendo
un rito habitual de
iniciación religiosa y de vinculación a la comunidad eclesial, está asociado al
nacimiento de un niño en nuestras familias, y de hecho, es un sacramento muy
valorado por la mayor parte de nuestra población.
Falta de compromiso con los valores del Reino
Sin embargo, desde la experiencia pastoral y desde la
reflexión teológica, podemos constatar también la gran desproporción existente entre
los datos correspondientes a la práctica y a la valoración
social del sacramento del bautismo y la deficiente
repercusión que el mismo tiene como factor dinamizador de la vida
cristiana en sus diversas manifestaciones, sobre todo en
el compromiso personal y comunitario con los valores propios del Reino de Dios.
La opción por los pobres, el compromiso por la justicia, la entrega solidaria a
los que sufren, la defensa y la protección de los últimos, la celebración viva,
gozosa y frecuente de la fe en Jesucristo, la progresiva revitalización de la
relación con Dios Padre mediante la oración y la escucha de la Palabra de Dios,
y la creciente apertura en el Espíritu hacia toda la bondad, la belleza y la
verdad que se revela en la diversidad humana, son grandes valores de la fe que
deberían ir vinculados al nacimiento de una vida nueva, que supone el bautismo
para todo creyente.
Sentido del Bautismo
Acercarnos con la Biblia en la mano al sentido
que tuvo el bautismo para Jesús puede ayudarnos a todos a recuperar
nuestra conciencia de bautizados y las implicaciones fundamentales del
sacramento que nos incorpora al Pueblo de Dios en la vivencia de una Nueva
Alianza con Él, para convertirnos en testigos de su amor ante todas las gentes.
Hijo de Dios para cumplir su justicia
Los evangelios presentan en el bautismo la revelación
divina de Jesús como Hijo
amado de Dios. Pero San Mateo vincula este hecho al cumplimiento en Jesús
de toda justicia y tal como lo describe el primer evangelio (Mt 3,13-17), el
bautismo significa que Jesús, el Siervo, asume la misión liberadora de los
oprimidos para cumplir la
justicia de Dios.
El Espíritu del Siervo Sufriente
Desde el bautismo del que es el Siervo Sufriente podemos
empezar a desenmascarar tanto las actitudes y acciones personales, como las
expresiones religiosas que buscan la apariencia, el alarde y la
espectacularidad. Y quienes pretenden utilizar el nombre de
"cristiano" o de "católico" para legitimar intereses
personales o de instituciones, pero descuidan
la justicia, están muy lejos del Espíritu de Jesús el Siervo.
La justicia en el Evangelio de Mateo
Justicia es uno
de los términos fundamentales del vocabulario teológico de Mateo, cuya
significación particular merece la pena conocer. En el Sermón de la montaña la
justicia constituye el supremo
valor que hay que buscar (Mt 6,33) y desear ardientemente (Mt 5,6) en
cuanto don de Dios, escatológico por excelencia, que conduce a la felicidad de los seres humanos y
que realizará una transformación
radical de toda situación humana de pobreza,
de indigencia, de sufrimiento y de miseria. Quien orienta su vida hacia esa
justicia será, sin duda, dichoso, aun cuando no pocas veces tenga que ser
perseguido y sufrir tribulaciones en la presente vida por ser fiel a los compromisos
personales que esa opción por la justicia de Dios lleva consigo (Mt 5,10). La
justicia, es al mismo tiempo, no un concepto meramente abstracto, sino un
programa ascético que hay que llevar a cabo para entrar en el Reino de Dios y
dar testimonio ante el mundo de una justicia muy superior a la de los escribas
y fariseos (Mt 5,20). Esa justicia consiste
en la práctica silenciosa de la limosna
y de la misericordia con los pobres, en la oración
permanente y confiada con el Padre Dios anhelando su Reino, dispuestos
a hacer su voluntad, y finalmente en el ayuno
callado en cuanto privación gozosa de los bienes del mundo, capaz de
reorientar todo el corazón humano hacia lo único verdaderamente valioso de la
vida: El Reino de Dios.
Promover el derecho y la justicia
Asimismo el primer poema del Siervo en Isaías (Is 42,1-7) es la presentación de un personaje enigmático
aplicado, en la interpretación cristiana, a Jesús, cuya prefiguración se
completa con los otros poemas del Siervo sufriente (Is
49, 1-7; 50, 4-9; 52, 13-53, 12). En ese primer cántico se revela la figura del
Siervo elegido por Dios para llevar adelante una misión singular, la de promover el derecho en la tierra e
implantar la justicia en la historia, encabezando el proceso de
liberación de los oprimidos de este mundo, en el máximo
respeto a lo más débil e indigente de la humanidad y sin ningún tipo
de alarde ni de espectacularidad. Es el Mesías servidor, que impulsado por el
Espíritu consumó su entrega por la justicia en la injusticia de la cruz.
Bautizarse es empaparse del Espíritu del Servidor
El bautismo de Jesús es la manifestación abierta de su
misión y de su destino. Desde aquí se pueden describir las señas de identidad de
quien se bautiza y se sumerge en el Espíritu de Dios. Promover
el derecho y la justicia, liberar a los oprimidos de la tierra y hacer
siempre el bien son las marcas del Siervo de Dios que configuran la identidad
profunda de los cristianos. Bautizarse
es empaparse de este Espíritu. Bautizarse en la fe católica es vincularse
personalmente a Jesucristo, a su misión y a su destino, de modo que por medio
de él hacemos una inmersión regeneradora en el dinamismo de su amor, que nos
permite resucitar a una vida nueva y eterna, al participar de la muerte y
resurrección prefiguradas en el bautismo.
Bautizarse es comprometerse con la justicia de Dios
Bautizarse, por tanto, no es recibir el título de
cristiano, sino mojarse por la justicia, es decir, comprometerse
con la justicia de Dios hasta estar dispuesto a vivir sacrificándose
por los demás como hizo Jesús hasta la cruz. Ser cristiano es antes una misión
que un nombre. Por eso todo aquel que practique la justicia del Siervo, sea de
la nación que sea, es aceptado por Dios (Hch 10,34-38)
más allá de su condición religiosa, étnica e ideológica.
Llamados a promover la justicia
Al comenzar el año nuevo auguramos, desde la Palabra de
Dios, un tiempo nuevo para promover todo lo que hay de bueno y de justo en
cualquier actuación solidaria, pero hay que hacer todavía un sacrificio de justicia mayor para
orientar todos los esfuerzos de las personas, de los estados y de los que
ostentan el poder económico mundial hacia los intereses de la justicia nacional e internacional,
de la promoción del derecho
y de todos los derechos individuales, sociales, políticos y económicos
en todos los pueblos de la tierra, especialmente en los países más pobres.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor
de Sagrada Escritura