Viernes de la Octava de Pascua

Padre Arnaldo Bazán

"Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: “Voy a pescar”. Le contestan ellos: “También nosotros vamos contigo”. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: “Muchachos, ¿no tienen ustedes pescado?” Le contestaron: “No”. El les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán”. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: “Es el Señor”, se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: “Traigan algunos de los peces que acaban de pescar”. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: “Vengan y coman”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres tú?”, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos" (Juan21,1-14).

Algo que resalta en los primeros versículos es que, pese a las negaciones de Pedro, de las que seguramente los otros apóstoles sabían, lo siguen teniendo como el líder, de modo que cuando él habla de ir a pescar, todos le siguen.

Este ir a pescar, ¿significa que habían vuelto a sus tareas de antes? No se trata de eso.

Pescar era para los habitantes de las orillas del lago algo tan natural, que incluso los que no se dedicaban a la pesca como un oficio, lo harían de vez en cuando.

A pesar de que algunos de ellos eran profesionales, se pasaron la noche sin éxito alguno. Cuando amanecía, como se encontraban cerca de la orilla, pudieron ver a alguien que estaba allí y les preguntaba si tenían pescado. Ellos le respondieron que no. Y entonces el desconocido les sugirió que echaran la red a la derecha de la barca.

Ellos mismos se extrañarían que obedecieran al extraño sin mucho pensarlo, pero enseguida la red se les llenó de peces. Fue entonces cuando Juan reconoció a Jesús y todos se apresuraron a ir a su encuentro.

Algo curioso es que contaron los peces que habían cogido, exactamente ciento cincuenta y tres. Este número ha dado ocasión a muchas interpretaciones. Algunos consideran que ese número significa plenitud o totalidad. Al unir el número con el hecho de que la red no se rompió, como también resalta el evangelista, se podría decir que era el símbolo de la Iglesia a la que está llamada a pertenecer la totalidad de la humanidad.

Por otro lado, el que la red no se rompiera, podría significar la unión de todos los que creen en Cristo, que no admite ruptura ni división.

Eso es lo que realmente desea el Señor. Así lo expresó Jesús delante de sus apóstoles cuando estuvieron reunidos en la Ultima Cena. Orando al Padre dijo: “Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17,21).

Esa unidad se realiza en el momento en que se recibe el Cuerpo de Cristo, cuando todos somos UNO con El. Cuando rompemos la unidad de la Iglesia estamos defraudando a Jesús, que nos quiere unidos. Esa unión, como Él dice, será la razón por la que el mundo pueda llegar a tener fe en El.