MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo Bazan
"Ellos entonces le dijeron: “ ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué
obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está
escrito: Pan del cielo les dio a comer”. Jesús les respondió: “En verdad, en
verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el
que les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del
cielo y da la vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese
pan”. Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá
hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”(Juan
6,30-35).
En este capítulo 6 del evangelio de san Juan se
presenta una confrontación entre algunos fariseos y otros de parecida
mentalidad y Jesús. Le están pidiendo que ofrezca pruebas de quién es El, pues
alegan que no las ha dado.
Para confirmar su acusación, le recuerdan que
Dios hizo signos maravillosos en favor del pueblo de Israel, entre ellos, el
famoso maná que cada día bajaba como caído del cielo. Con esa especie parecida
al pan Dios alimentó a su pueblo por espacio de cuarenta años.
Pero Jesús les replica que, si bien es cierto
que el maná era un regalo de Dios, no se trataba realmente de un pan bajado del
cielo, pues se debía a circunstancias naturales que el Señor permitió juntar
para que esa especie de lluvia alimenticia llegara al suelo.
Su argumento va más allá. Aquel pan sólo quitaba
el hambre temporalmente, mientras que el verdadero pan del cielo la quita para
siempre.
Si todo alimento sirve para dar la vida al
cuerpo, ese otro que es el verdadero pan del cielo, da una vida que no es de
este mundo. Es una vida que nos permite disfrutar de la eternidad con Dios.
Este pan no tiene nada que ver con el alimento
que consumimos para subsistir en la tierra. Ni siquiera es algo material,
aunque va a aparecer bajo signos materiales.
Ya estamos ante el anuncio de lo que sería un
sacramento, algo que vemos pero que no es en sí mismo la realidad, sino el
medio para descubrir la realidad.
En un sacramento lo importante no es lo que
vemos, sino lo que no vemos. Él habla de un pan bajado del cielo, para luego
afirmar que Él es ese pan.
Cuando al fin instituya el sacramento que
conocemos como la Eucaristía, lo que vemos son los signos sacramentales, pan y
vino, pero lo que no vemos es lo importante: la presencia real y verdadera de
Jesús, con su cuerpo, su alma y su divinidad. Todo El en forma sacramental,
para ser el alimento que da la vida al mundo.
Arnaldo Bazán