MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo Bazan


"Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya se lo he dicho: Me han visto ustedes y no creen. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día” (Juan 6,35-40).

Los oyentes de Jesús - hemos de admitirlo - tuvieron que sentir que aquello que sus oídos oían era algo inédito, inaudito y totalmente extraño.

¿A quién se le puede ocurrir llamarse a sí mismo “pan de vida”? ¿No es esto algo que parece provenir de un loco?

Ya sabemos que los dementes suelen creerse que son esto o lo otro, sea un personaje histórico o incluso un animal o un objeto.

No, no vayamos a juzgar severamente a los oyentes de Jesús, como de seguro no lo hizo el Señor. El conocía de sobras que lo que estaba diciendo era algo totalmente incomprensible a los oídos humanos.

Con todo, El sabía lo que decía. Por eso esperó algún tiempo antes de hacer realidad lo que ahora, en cierta forma, sólo estaba anunciando.

Por más extraño que pareciese, Jesús tenía todo el poder para hacer realidad esas palabras que nadie, nunca antes, se había atrevido a proferir.

Creer que alguien pueda ser “pan de vida” está por encima de nuestras capacidades naturales. Se requiere de una convicción interior muy profunda que sólo proviene de la acción del Espíritu Santo.

Hubo un momento anterior en el diálogo entre Jesús y los que con El conversaban, en que éstos le hacen una pregunta: - ¿Qué haremos para hacer las obras de Dios? A lo que el Divino Maestro respondió: La obra de Dios es que crean en Aquel que El ha enviado (Juan 6.29).

Efectivamente, sin la fe total en Jesús como el enviado del Padre, no habría manera de aceptar sus palabras sobre el pan de vida.

Creer en algo así es sólo posible cuando uno está convencido de que ahí hay Alguien capaz de hacer prodigios por el poder del Altísimo.

No en balde a una mayoría les fue imposible aceptar lo que Jesús les decía. Sencillamente no creían en El.

Arnaldo Bazán