VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo Bazan
"Jesús les dijo: “En verdad, en verdad les
digo: si no comen ustedes la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre,
no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y
mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en
mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el
Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres, y murieron; el que coma este pan vivirá
para siempre”(Juan 6,53-58).
Con estas frases recalca Jesús la necesidad que
tenemos de un alimento, que nada tiene que ver con el que necesitamos para
sostener nuestros cuerpos.
Esto no significa que El desdeñe tal forma de
nutrición, pues nos enseñó a orar pidiendo por el pan de cada día. Hubo,
incluso, dos momentos de su ministerio público, en que multiplicó panes y peces
para alimentar a una multitud hambrienta.
Pero si el cuerpo tiene exigencias, también las
tiene el alma transformada por la gracia de Dios.
Requiere de otro alimento, que sólo Jesús puede
ofrecernos. De ahí que diga que si queremos tener vida debemos comer su carne y
beber su sangre.
Aunque se han dado casos de personas, pocas, que
han vivido sin ingerir otro alimento que la hostia, como se afirma de la santa
Ana Catalina Emmerich, no fue el intento del Divino
Maestro hacer de la Eucaristía un nutrimento para el cuerpo.
El nos habla de una vida que debe ser alimentada, y es
la nueva que El nos dio al rescatarnos del pecado y
de la muerte.
Esa nueva vida, vida en el espíritu, se alimenta
de la unión con Dios. Va creciendo y fortaleciéndose en la medida en que nos
acercamos a El y creamos una íntima comunión con El.
Puede ser la oración, o las prácticas de piedad,
o la penitencia y la mortificación, pero, sobre todo, la recepción de la Carne
y la Sangre de Cristo presentes en el pan y el vino eucarísticos.
Cuando una persona descuida estos medios está
matando la vida espiritual y su alma languidece por falta de alimento. Esa alma
estaría gritando, si la persona en cuestión tuviera la conciencia alerta, como
gritan aquellos que sufren de hambre material.
¡Qué lástima que haya tantos cristianos que
apenas dan importancia a esta vida que Jesús nos ha regalado!
Arnaldo Bazán