MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo Bazan



"Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: “¿Hasta cuándo vas tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: Ya les lo he dicho, pero no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”(Juan 10,22-30).

La fiesta de la Dedicación conmemoraba la que se hizo del Templo de Jerusalén, después de que fuera reconstruido al regresar los israelitas del exilio en Babilonia.

Debemos recordar que en su evangelio, Juan llama “judíos” más bien a los dirigentes, el Sumo Sacerdote, los sacerdotes, fariseos, saduceos y maestros de la ley. Con todo, judíos eran todos aquellos que descendían de Abraham por la línea de Isaac y Jacob. El nombre provino de la región de Judea.

Es muy importante destacar eso, pues si no podríamos estar confundidos y pensar que Jesús hablaba de todos los judíos como si no fueran sus ovejas y no creyesen en El.

Es imposible para nosotros saber que tanto por ciento del pueblo aceptaba a Jesús en su corazón. Por aquel tiempo no existía esa clase de estadísticas, de modo que tenemos que fiarnos de lo que nos dicen los evangelistas. Estos hablan a menudo de verdaderas multitudes que seguían al Divino Maestro.

Dice Lucas 5,15: “Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades”.

Marcos 3,9: “Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran”.

Mateo 13,36: “Entonces despidió a la multitud y se fue a casa”.

Es posible que en algunas ocasiones las cifras estuvieran un poco abultadas, como cuando se dice que en la multiplicación de panes y peces comieron cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños (ver Marcos 6,44).

El pueblo sencillo, pues, en su mayoría creía en Jesús, quizás por los milagros que hacía, pues fueron muchas las curaciones que realizaba. Esto no significa que lo aceptaran como el que venía a darles la eterna salvación, pues la idea del Mesías se había distorsionado bastante, quizás a causa de la incredulidad de los dirigentes, ya que muchos de ellos ni siquiera creían en la vida más allá de la muerte, como era el caso de los saduceos.

Todos los evangelistas recalcan que, con excepción de unos pocos, como Nicodemo o José de Arimatea, los demás dirigentes se mostraron no sólo incrédulos, sino activos enemigos de Jesús, hasta el punto de buscar su muerte. Fueron estos “judíos” los verdaderos causantes de la sentencia que lo llevó a morir en una cruz.

Arnaldo Bazán