LA
GRAN PETICIÓN
Domingo
5º de Pascua. A
“Señor, muéstranos al Padre y
nos basta”
(Jn 14,8)
Señor Jesús, algunas personas nunca han oído
hablar de Dios. Otras han recibido de Dios una presentación tan negativa que han
llegado a renegar de él. Han imaginado a Dios como un tirano que se enoja con el
niño que ha dicho una mentira.
En muchas ocasiones Dios es confundido
con una fuerza mágica a la que es preciso tener satisfecha para poder pedirle
ayuda en los momentos más difíciles.
En realidad, hemos convertido a Dios en
un ídolo. Lo hemos diseñado según nuestros gustos y deseos. No es Dios quien ha
creado al hombre. El hombre ha creado a “su” Dios.
Con motivo de la pandemia del
coronavirus hemos oído afirmar una y otra vez que la humanidad se ha corrompido
y Dios ha decidido castigarla como se merece.
Recordamos que Moisés deseaba ver a
Dios. Pero Dios no se dejó ver. Tan solo se dejó oír. Tú, Señor, te revelaste
como el Hijo de Dios. Así que mostraste a las gentes que Dios es un padre con
entrañas maternales.
Tú decías que verte a ti equivalía a
ver al Padre. Tu misericordia revelaba la misericordia del Padre. Y en ti, el
Padre veía a la humanidad con la que tú habías querido identificarte para
siempre.
Pero ni los discípulos que te seguían más de
cerca comprendieron la riqueza y el consuelo que aquella revelación podía
aportarles. Atrapados entre la ambición y el temor, no imaginaban a Dios como
el Padre que cuida de los hombres más que de los pájaros del cielo y de los
lirios del campo.
No es extraño que, en la hora de tu
despedida, Felipe te pidiera que les mostraras al Padre. Es esa una súplica que
nosotros tendremos que dirigirte cada día. No podemos tranquilizar nuestro
espíritu diciendo que ya te hemos pedido esa revelación hace mucho tiempo.
Señor Jesús, a todos nosotros, también
en este día, “muéstranos al Padre y nos basta”. Esa es nuestra gran petición.
Esa es nuestra súplica más ardiente y más urgente. Amén.
José-Román
Flecha Andrés