Ante las dificultades y la incompresión:“Ahogar el mal  en abundancia de bien” Cam.72

                 VI  DOMINGO DE PASCUA   (A)  (Juan, 14, 15-21)

 

- San Pedro en su Carta de hoy, - al igual que lo hiciera Jesús -, nos avisa de las dificultades que conlleva el seguimiento del Señor y la misión de tratar de ser, “anunciadores de la  Buena Nueva: ¡"Seréis calumniados"!

 

-  Pero, al mismo tiempo, S. Pedro nos estimula y nos anima a la confianza: "Mejor es padecer haciendo el bien, que padecer haciendo el mal"

 

-  Nos vienen muy bien estas recomendaciones, especialmente en estos tiempos que nos ha tocado vivir, en los que es evidente lo activa que está una insidia contra la Iglesia, orquestada desde los más diversos medios y con un celo digno de mejor causa. ¡Cómo se magnifican las posibles miserias humanas de determinados miembros de la Iglesia, mientras que se ignora o se silencia la entrega y la santidad heroica de tantos y tantos miembros de la Iglesia que cada día se esfuerzan por ser consecuentes con el fiel seguimiento del Señor! Esta parcial visión que se transmite, distorsiona la verdadera imagen de la Iglesia de Cristo y provoca confusión y rechazo  hacia esta Institución Divina por parte de los que desconocen la verdadera naturaleza y misión salvadora que tiene la Iglesia, a pesar de las posibles flaquezas y escándalos de algunos de sus miembros.

 

-  ¿Que hacer ante esta hostil situación?

   En el Evangelio encontramos la respuesta: Amar a Jesús y guardar sus mandamientos.  Es decir, dar testimonio, perseverantemente, para que, en frase de S. Josemaría: “ahoguemos el mal en abundancia de bien” (Cam.72)

 .    Y es alentador saber lo que nos dice hoy Jesús: “¡que no estamos solos!”

      "No os dejaré desamparados".

      "Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad".

 

-  Con la garantía de la asistencia divina, que nos ofrece Cristo, luchemos  por presentar con humildad, pero con firmeza, ese otro rostro positivo de la Iglesia de Cristo que esté avalado por nuestras buenas obras.

    Sólo así, “cumpliendo sus mandamientos”, (nos dice Jesús), seremos creíbles y estaremos dando la prueba infalsificable de nuestro amor a Dios que se nos reclama hoy en el Evangelio.

                                                                                                     Guillermo Soto