MIÉRCOLES
DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA
Padre
Arnaldo Bazan
"Mucho tengo
todavía que decirles, pero ahora no pueden ustedes con ello. Cuando venga él,
el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa; pues no hablará
por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.
El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo
lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y se lo
anunciará a ustedes"(Juan 16,12-15).
Podría parecer que Jesús
no les enseñó a sus apóstoles, y por ende a la Iglesia, todo lo que se
necesitaba saber. Pero el mejor profesor puede tener discípulos a quienes les
cueste trabajo aprender.
Podríamos afirmar, con
san Juan de la Cruz, que Jesús, que era la Palabra viva del Padre, nos enseñó
todo lo que necesitamos saber en orden a la eterna salvación. Hay infinidad de
cosas que quizás aprenderemos cuando estemos en el cielo, pero aun ahí habrá
verdades que no seremos nunca capaces de entender.
Si Jesús, en sus
aproximadamente tres años de trabajo pastoral, enseñó todo, no todo fue
entendido ni aceptado completamente.
En los mismos evangelios
vemos momentos en los que Jesús casi regana a sus apóstoles por no entender.
Como muestra de ello
citemos a Juan 14, 8-10: “Le dice Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.
Le dice Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:
"Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí?”
El Espíritu Santo no
vino a enseñar cosas nuevas ni diferentes de las que Jesús ya había hecho. Su
labor, primero con los apóstoles, y luego con todos los discípulos de Jesús, es
ayudarnos a comprender y darnos fuerza para actuar en consecuencia.
Las tres divinas
Personas actúan en concordancia. Es el Padre quien envía. Es Jesús, el Hijo,
quien primero enseña y luego cumple obedientemente la voluntad del Padre hasta
la muerte en cruz, siendo luego glorificado en su Resurrección. Y el Espíritu
Santo es quien completa la obra de Jesús sosteniendo nuestra fe y auxiliándonos
en todo lo que necesitemos para perseverar hasta el final.
Los siete dones del
Espíritu Santo, y otros muchos carismas que de El provienen, son los canales por los que recibimos la
inspiración, la gracia, la comprensión y la fuerza para que obremos en
correctamente en todo momento. Recordemos sus nombres: Sabiduría, Inteligencia,
Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.
Todos van dirigidos a
que tengamos el conocimiento más amplio y profundo de las verdades eternas, lo
mismo que una mayor docilidad y disponibilidad para hacer posible que imitemos
a Jesús en nuestra vida.
Quizás no seamos capaces
de obedecer al máximo, pero los medios los tenemos a nuestro alcance para
lograrlo.
Arnaldo Bazán