JUEVES
DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA
Padre
Arnaldo Bazan
“Dentro de poco ya no me
verán ustedes, y dentro de otro poco me volverán a ver”. Entonces algunos de
sus discípulos comentaron entre sí: ”¿Qué es eso que
nos dice: "Dentro de poco ya no me verán y dentro de otro poco me volverán
a ver" y "Me voy al Padre"?” Y decían: “¿Qué es ese
"poco"? No sabemos lo que quiere decir”. Se dio cuenta Jesús de que
querían preguntarle y les dijo: “¿Andan ustedes preguntándose acerca de lo que
he dicho: "Dentro de poco no me verán y dentro de otro poco me volverán a
ver?" En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el
mundo se alegrará. Estarán ustedes tristes, pero su tristeza se convertirá en
gozo”(Juan 16,16-20).
Los apóstoles eran unos
hombres sencillos, la mayoría de ellos salidos de familias pobres. Algunos eran
pescadores, otros tendrían otras profesiones, pero parece que quizás solo uno,
Mateo, que era un recaudador de impuestos, tendría cierta preparación
intelectual.
Esto, desde luego, no
podemos afirmarlo.
Lo cierto es que, en esa
noche llena de sorpresas, ellos se encuentran como perdidos ante las
revelaciones que Jesús les está mostrando.
Ya saben que lo que
viene, de inmediato, va a ser terrible, pues el Divino Maestro les ha anunciado,
varias veces anteriormente, pero ahora en una forma más cercana, que será
entregado a sus enemigos, que tendrá que sufrir tanto física como moralmente, y
que luego sería crucificado.
Ciertamente a la muerte
seguiría la resurrección, pero más tarde se iría al Padre para regresar solo al
final de los tiempos.
No pueden entender eso
de que “dentro de poco” lo dejarán de ver y luego
volverán a verlo. ¿De qué está hablando? Se sienten como aturdidos, pensando
quizás qué ha de ser de ellos después que Jesús se aleje, sin que sepan el
tiempo de su regreso.
El ser humano, por su
propia naturaleza, no está preparado para entender la sublimidad del misterio
de Dios. Aunque Jesús asumió nuestra condición, para hacerse uno de nosotros en
todo menos en el pecado, no por eso resultaba fácil entender todas sus
enseñanzas, en especial cuando ellas conllevan un compromiso que llegaba hasta
dar la vida por ser fiel a Él.
Les fue difícil a sus
apóstoles, que lo estaban viendo y oían lo que El les
decía. Nos es todavía más difícil a nosotros que tenemos que confiar sin que
podamos ver, creer sin nada probar, lanzarnos al vacío solo con la seguridad de
que El estará con nosotros.
Sólo su promesa de
salvación, que encierran esas palabras: “Su tristeza se convertirá en gozo”, es
lo que anima a los creyentes a desafiar las tinieblas y seguir a Jesús, aunque
sea poco lo que entendamos del misterio divino.
Esa es, por otro lado,
la única condición que El nos pone para recibir la
salvación: Creer en El.
Ni con una vida santa
podemos merecer lo que está por encima de nuestra capacidad. La salvación
eterna es el gran regalo que el Padre nos tiene preparado. Solo cuando
respondemos con una total confianza es que podemos descubrir lo grande que es
su amor.
Arnaldo Bazán