LUNES
DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA
Padre
Arnaldo Bazan
"Le dicen sus
discípulos: “Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos
ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos
que has salido de Dios”. Jesús les respondió: “¿Ahora creen ustedes? Miren que llega
la hora (y ha llegado ya) en que se dispersarán cada uno por su lado y ustedes
me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho
estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero
¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Juan 16,29-33).
En la primera frase que
pone Juan en boca de los discípulos vemos una confesión: hasta entonces no
habían entendido casi nada, poniendo como excusa que el Señor les hablaba en
parábolas.
Sin embargo, en los
evangelios encontramos algunos momentos en los que Jesús, a petición de los
mismos apóstoles, les explica detenidamente el significado de algunas de ellas.
Un ejemplo lo tenemos en Lucas 8,9.
El saber y la fe no
siempre van unidos. Hay personas que conocen mucho de teología y sin embargo no
creen. Otras no saben casi nada y sin embargo su fe es grande. Varias de las
personas a las que Jesús alaba por su fe no eran ni siquiera judías, lo que
significa que poco sabían de lo anunciado por los profetas Así la cananea en
Mateo 15,28.
Nos sería imposible
saber hasta dónde llegaba la captación de los apóstoles de las enseñanzas de
Jesús. Pero no hay dudas que su fe era tambaleante. Cuando le dicen que ahora
sí creen en que ha salido de Dios, Jesús, con un dejo de ironía les pregunta:
“¿Ahora creen ustedes?”
Y como para reafirmar
que su fe no es tan grande les anuncia que dentro de muy poco lo dejarán solo.
Creer no es
sencillamente afirmarlo, sino confiar plenamente en que la verdadera fe viene
de Dios, si es que tenemos abierto el corazón para aceptarla. Sin una gracia
especial de lo alto sería imposible. De ahí que muchas personas que, sin
grandes conocimientos teológicos, oran mucho y se mantienen en contacto con
Dios, tienen una fe que mueve montañas.
No vayamos a pensar que el
conocimiento es innecesario. Por el contrario, tenemos que hacer todo un
esfuerzo por conocer más y más de Dios. Por eso necesitamos las Escrituras y
las enseñanzas que recibimos de la Iglesia, que es la encargada por Dios de
mantenernos en la unidad, sin desviarnos hacia el error. Ella cuenta para ello
con la ayuda del Espíritu Santo.
Pero es en el
crecimiento de la vida espiritual en que nuestra fe se consolida, para que en
medio de las tribulaciones, de las dificultades y de las oscuridades por las que
atravesamos, nuestra fe se mantenga firme, pues el Señor está a nuestro lado,
aunque a veces parezca que se aleja.
El nos da la paz. El
nos asegura que el triunfo será nuestro. Contando con la ayuda del Espíritu
Santo podemos decir con El: “Yo he vencido al mundo”.
Arnaldo Bazán