LA
ASCENSIÓN
Padre
Pedrojosé Ynaraja Díaz
En la tradición española
se decía ”tres jueves hay en el año que relumbran más
que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. De acuerdo
con antiguas tradiciones, de las que derivaría el dicho aludido, los tres jueves
eran grandes solemnidades. Hoy ninguna de ellas es jornada festiva. La de la
Ascensión se ha trasladado al domingo siguiente. ¿tal
vez este misterio ha perdido categoría o la Iglesia ha dejado de creer en él?.
De ningún modo, lo que sucede es que la liturgia lo ha situado en el lugar
semanal que le corresponde, el Día del Señor, antiguamente llamado día del sol.
La Ascensión en realidad
es la última aparición de Jesús y todas
las despedidas se recuerdan con nostalgia. Añádase la teatralidad que a tal
portento le han dado los artistas.
El Señor se encontró con
los suyos, generalmente, en una casa particular, probablemente el domicilio de
la madre de Juan-Marcos, la propietaria del olivar de Getsemaní. En otra
ocasión fue en el Lago. Tal vez esta es la más simpática e importante de todas.
Lo de simpática lo digo porque a un pescador en un mal día, lo último que se le
debe preguntar es cuanto ha
pescado y si el sujeto es del lugar y el que pregunta un forastero, darle
consejos de donde debe echar los aparejos, es el más antipático consejo. Era
poco antes del amanecer y a cierta distancia, ellos no se lo tomaron a mal,
calaron la red donde les indicaba el desconocido y pescaron 153 peces, que ya
es buena pesca. Intuyeron entonces, más que vieron, que se trataba del Maestro.
Este encuentro de Jesús con sus discípulos es el más importante de entre todos,
porque fue una pre despedida. El Señor había escogido
predilecto a Simón y dado el nombre de Pedro (pedrusco, significa) en una de
las fuentes del Jordán, y ahora, aquí en el remanso del mismo río, que no es
otra cosa el orgullosamente llamado mar de Tiberiades,
quiso ratificarlo. No es de esta aparición, por importante que sea, de la que
toca hoy hablar, pero me gusta tanto el contenido y el lugar, puerto le llama
la peregrina Egeria, que aprovecho cualquier ocasión para hablar de ella.
Si me refería a la baja
Galilea, ahora toca imaginar que estamos situados al este de Jerusalén.
Tradicionalmente, en el
punto más elevado del monte Olivete, es donde se sitúa
el acontecimiento. Santa Elena quiso distinguir el lugar con una basílica, próximo a la gruta que
recordaba la enseñanza del Padrenuestro. Fue posteriormente destruida y
reedificada por los Cruzados. Se trata de un recinto de planta octogonal, en
realidad unos muros sin techo que sirven de límite o perímetro. Abierto al
firmamento, recordaba que allí los discípulos boquiabiertos, se quedaron
mirando a lo alto, por donde había desaparecido el Señor, hasta que unos ángeles les invitaron a irse. En el centro
de esta superficie acotada, se levanta un pequeño edificio que alberga en el
suelo una losa, donde se adivina una huella, que dicen que es la que dejó el
pie derecho de Jesús al irse al Cielo. El peregrino la observa más o menos
crédulo o convencido.
Advierto que el lugar es
propiedad musulmana, que hay que pagar para entrar en la explanada de la que he
hablado. Ahora bien, con motivo de la
fiesta que los cristianos celebramos hoy,
permiten que entren los latinos, llámeseles también franciscanos o frailes
de la cuerda, como más guste, con muchos fieles que les acompañan y celebran
solemne misa.
Fuera aquí o en otro
lugar, la cosa es que el Señor marchó, invitándoles a los presentes a que se
fueran por el mundo entero, predicando el Evangelio. Esta fue su última
voluntad, no lo olvidemos.
No se fue triste su
despedida, más de una vez les había advertido que convenía que así fuera. Su
ausencia reclamaría la llegada del Paráclito.
Se alejó de nosotros
para tenernos a todos más próximos, equidistantes respecto a espacio/tiempo
podríamos decir. Si se hubiera quedado en un lugar físico determinado, desde
todo el mundo quienes pudiesen pagárselo, solo ellos, podrían con Él compartir.
No hay que olvidar la presencia eucarística, pero será cosa de otro día.
Irse suponía también que
gozásemos de la ayuda del Espíritu Santo.
Debemos de salir hoy de
misa con la ilusión de encontrarnos el próximo domingo y celebrar gozosamente
Pentecostés.