VIERNES DE LA
SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo
Bazán
"Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro:
“Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?” Le dice él: “Sí, Señor, tú sabes que
te quiero”. Le dice Jesús: “Apacienta mis corderos”. Vuelve a decirle por
segunda vez: “Simón de Juan, ¿me amas?” Le dice él: “Sí, Señor, tú sabes que te
quiero”. Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas”. Le dice por tercera vez: “Simón
de Juan, ¿me quieres?” Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera
vez: “¿Me quieres?” y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te
quiero”. Le dice Jesús: “Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo:
cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando
llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú
no quieras”. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a
Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”. (Juan 21,15-19).
Ellos estaban en la barca, después de haber pasado una noche
pescando sin haber conseguido nada, y El se presenta
en la orilla y les invita a echar la red hacia la derecha, lo que hizo que
pudieran capturar ciento cincuenta y tres peces, número simbólico que algunos
asocian a los fieles que en adelante deberían captar como “pescadores de
hombres” (Marcos 1,17).
El evangelio se centra en la triple interrogación de Jesús a
Pedro sobre el amor que le tiene, lo que viene a ser como una forma de
confirmar, delante de los demás, a quien había elegido para ser la “Piedra”
sobre la que edificaría su Iglesia (Mateo 16,18).
Tres veces negó Pedro a Jesús en el patio del Sumo Pontífice
(Mateo 26,75), y ahora por tres veces afirmaría su amor por el Divino Maestro.
Ese fue el motivo por el que Pedro se entristeció cuando Jesús le hizo la
pregunta por tercera vez.
Es posible que algunos de los apóstoles mostraran cierto
alejamiento de Pedro después de haber cometido su pública traición. Pero
ninguno de ellos tenía tampoco su conciencia limpia, pues todos, menos Juan, lo
abandonaron.
De todos modos, Simón seguiría siendo la Piedra, el
representante asignado de Jesús en la tierra, para que guardara los corderos y
ovejas del Señor, los miembros de su Iglesia, manteniendo entre ellos la unidad
en la fe.
Jesús, además, le mostró a Pedro: Primero, que llegaría a
viejo. Segundo que cuando lo fuera, tendría que extender sus brazos y otro lo
ceñiría, dando a entender que moriría crucificado.
Así fue, efectivamente, según las tradiciones más antiguas.
Pedro murió en Roma durante la persecución de Nerón. Como un gesto de humildad
pidió ser crucificado con la cabeza hacia abajo, pues no se sentía digno de
morir como su Maestro.
No siempre los sucesores de Pedro han estado a la altura de
la misión que Jesús les ha confiado. Pero podemos afirmar que la gran mayoría
han sido fieles a la misión. De suyo, algunos murieron mártires en los primeros
siglos, y otros sufrieron vejaciones, maltratos y persecución. En ellos sigue
estando presente el mandato de Jesús de apacentar sus ovejas y corderos.
Arnaldo Bazán