EL
MANÁ DE LA NUEVA VIDA
Solemnidad del
Cuerpo y Sangre de Cristo. A
“Él te afligió haciéndote pasar hambre y
después te alimentó con el maná –que tú no conocías ni conocieron tus padres-
para enseñarte que no solo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de
la boca de Dios” (Dt 8,3). Según el Deuteronomio, tanto el hambre como el maná
entraban en el proyecto educativo de Dios hacia su pueblo.
El
hambre lo llevaba a reconocer su indigencia, mientras que el maná le había de recordar
para siempre que Dios se cuidaba de él. La humildad y la gratitud habían de
quedar en la conciencia de Israel como virtudes fundamentales.
Por
otra parte, san Pablo recuerda a los fieles de Corinto que la unidad de la
comunidad viene exigida por el hecho de participar en el mismo pan y en el
cáliz de la acción de gracias, es decir de la eucaristía. El pan que partimos y
compartimos nos une a todos en el cuerpo de Cristo (1 Cor 10,16-17).
LA
VIDA DEL MUNDO
La multiplicación y distribución de los panes
y los peces se encuentra reflejada en los cuatro evangelios. Pero solo el
evangelio de Juan recoge el discurso que Jesús pronuncia después en la sinagoga
de Cafarnaúm.
En
el texto que hoy se proclama (Jn 6,51-58) Jesús manifiesta su identidad y su
misión: ˝Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo
daré es mi carne para la vida del mundo”.
Seguramente,
sus oyentes podían reconocer que el Maestro saciaba el hambre que los movía a
seguirle. Como ellos, también nosotros andamos buscando lo que ha de
mantenernos en vida. No solo el pan material que sostiene nuestra vida
biológica sino también el otro pan espiritual que da sentido a nuestra vida
biográfica.
Con
todo, el pan del Señor no solo sostiene nuestra vida personal, que no es poco,
sino que nos impulsa a abrir nuestros ojos a las necesidadess de nuestros
hermanos. El Señor nos da su carne para la vida del mundo, es decir para que el
mundo tenga vida y sentido para ella.
EL
PAN DE LA PROFECÍA
“Este es el pan que ha bajado del cielo: no
como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron. El que come este pan
vivirá para siempre”. Esa frase con la que se cierra el texto evangélico de hoy
era profética y lo será siempre.
•
“Este es el pan que ha bajado del cielo”. Esta primera parte incluye la
revelación del peresente. Jesús es alimento para quienes le siguen y le escuchan.
Un alimento celestial, que supera el ámbito de nuestras aspiraciones terrenas y
de nuestras previsiones inmediatas.
•
“No como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron”. La segunda parte se refiere al pasado. Hay
que agradecer todo lo que mantuvo la vida de los que nos precedieron. Pero
reconocemos que no pudo satisfacer su
anhelo de una vida sin límites.
•
“El que come este pan vivirá para siempre”. La tercera parte orienta nuestra
mirada al futuro que Dios nos ha prometido. Esperamos una vida en la que
participaremos de su misma vida, es decir de su amor eterno y defnitivo.
-
Señor Jesús, tú conoces nuestra hambre y nuestra insatisfacción, nuestra
nostalgia y nuestra búsqueda. Nosotros creemos que solo tu pan y tu palabra nos
hacen presente tu memoria, nos dan fuerzas para el camino y alientan nuestra
esperanza. Que tu cuerpo y tu sangre nos reúnan en comunidad de amor y de
servicio. Amén.
José-Román Flecha
Andrés