UNDÉCIMO DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO DEL AÑO (A)
LECTURAS:
PRIMERA
Exodo 19,1-6
"Al tercer mes después de la salida de Egipto, ese mismo
día, llegaron los hijos de Israel al desierto de Sinaí. Partieron de Refidim, y al llegar al desierto de Sinaí acamparon en el
desierto. Allí acampó Israel frente al monte. Moisés subió hacia Dios. Yahveh
le llamó desde el monte, y le dijo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto
anunciarás a los hijos de Israel: "Ya han visto ustedes lo que he hecho
con los egipcios, y cómo a ustedes les he llevado sobre alas de águila y les he
traído a mí. Ahora, pues, si de veras escuchan ustedes mi voz y guardan mi
alianza, serán mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es
toda la tierra; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa".
Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel".
SEGUNDA
Romanos 5, 6-11
"En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el
tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien
muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues,
justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando
éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con
cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no
solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor
Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación".
EVANGELIO
Mateo 9, 36-10,8
"Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella,
porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces
dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al
Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Y llamando a sus doce discípulos,
les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos:
primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su
hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de
Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó.
A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: "No tomen
el camino de gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; diríjanse más bien a
las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan proclamando que el Reino de los
Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, purifiquen leprosos,
expulsen demonios. Gratis lo recibieron; denlo gratis".
HOMILÍA:
Podríamos decir, sin lugar a dudas, de que hoy Jesús siente
la misma compasión por la muchedumbre, quizás una mayoria
de los seres que hoy habitan la tierra, que son también como ovejas sin pastor.
Sólo hay que ver que de los siete mil millones de personas
que pueblan el planeta, sólo una minoría se declara cristiana. Y de esos
cristianos, ¿cuántos lo son de verdad? El ser humano ha sido, desde su misma
creación, rebelde a Dios. Lo vemos en el libro del Génesis con la primera
pareja a la que el Altísimo diera vida. Y así ha seguido siempre hasta hoy.
Si a esto añadimos los muchos errores y pecados, cometidos
por quienes debieran ser los ejemplos para los que no conocen a Dios, podemos
imaginar lo abandonadas que espiritualmente se encuentran cientos de millones
de personas.
Eso no significa que en sus corazones estas muchedumbres no
sientan el hambre de Dios. Sabemos que, fuera de una pequeña minoría, los seres
humanos han creído en un Ser Supremo y han clamado a El
por ayuda. También ahora es esto una realidad.
Los ateos, como tales, son pocos, y muchos de ellos lo son
porque no han tenido la oportunidad de conocer al verdadero Dios, y han
rechazado al "dios" falso que ellos mismos se han imaginado. Puede
que los creyentes tengamos en eso también nuestra responsabilidad.
Aunque es cierto que necesitamos sacerdotes, religiosos y
religiosas, en fin, personas consagradas, no lo es menos que no hay en los
cristianos el convencimiento de que, sin excepción, todos debemos ser
evangelizadores, propagadores de la Buena Noticia de salvación que Jesús nos
anunció y con su muerte y resurrección hizo realidad.
Si bien el Papa y los obispos deberán multiplicar esfuerzos
para aumentar el número de los "obreros" que trabajan en el campo del
mundo, todos tenemos que orar como nos pide Jesús.
Dios está suscitando vocaciones por todas partes, pero
muchos, por diversas razones, no están respondiendo a su llamada. Oremos, pues,
para que la escasez que tenemos de ministros idóneos se transforme en un
aumento constante que permita llevar la Palabra de Dios hasta los últimos
rincones de la tierra.
Jesús escogió a doce hombres de los que ni siquiera hoy
sabemos mucho de su vida. No fue el interés de los primeros escritores
cristianos destacar lo que hicieron, sino por Quién lo hicieron.
Incluso el libro que se llama "Hechos de los
Apóstoles" no nos da mucha información sobre la mayoría de ellos. Como fue
escrito por Lucas, discípulo de Pablo, que posiblemente sólo conoció a algunos
de ellos, se centra más bien en las tareas apostólicas de Pedro y sobre todo de
Pablo.
Recordemos que Lucas no era judío, y se convirtió al
cristianismo oyendo las prédicas de Pablo.
De estos doce uno traicionó a Jesús, Judas, el llamado
Iscariote. Y los demás, sin llegar a traicionarlo, mostraron cobardía y
abandono en los momentos difíciles de la Pasión y Muerte de su Maestro. La
única excepción fue Juan, que quizá por ser soltero no tendría obligaciones
familiares que cumplir.
Ciertamente todos ellos eran judíos. Y si Jesús los escogió
en número de doce fue para significar que su Iglesia, el Nuevo Pueblo de Dios,
estaría asentada sobre estos doce, así como el Pueblo de la Antigua Alianza lo
fue en las cabezas de las doce tribus que conformaban Israel.
De algunos sabemos que eran pescadores. Había entre ellos un
publicano o recaudador de impuestos, Mateo. Y de otros no sabemos a qué se
dedicaban. La mayoría eran casados, quizás con la excepción de Juan, algo de lo
que apenas se habla en los evangelios.
¿Por qué Jesús los escogió a ellos? Ni lo sabemos ni podemos
conocer las razones de la elección. Dios tiene sus propios caminos y sabemos
que "sabe escribir derecho con renglones torcidos".
La vocación es un misterio, y sólo el que la siente puede
verse impulsado a cumplir lo que Dios le pide.
Vemos que estos hombres, no importa lo rudos o ignorantes que
fuesen, respondieron todos al llamado y lo entregaron todo al Señor. Quizás al
principio pudieron albergar ilusiones de una vida mejor, pero luego
comprendieron que la recompensa no la verían en la tierra. Lo que pudo ser la
causa de la decepción de Judas.
Ellos no fueron, desde luego, los únicos llamados. Cada
discípulo de Jesús tiene que ser un apóstol para los que le rodean.
Podemos ver que de acuerdo a las instrucciones de Jesús, la
Buena Noticia sería predicada, durante su estadía en la tierra, sólo a los judios.
Unicamente como
excepción vemos a Jesús hacer algunos milagros en tierra de paganos, como a la
mujer con flujo de sangre (Lucas 8,43-48) o a los endemoniados gadarenos (Mateo 8,28-34). También, como excepción, habló
Jesús a la mujer samaritana e incluso a un grupo de sus coterráneos que
creyeron en él por lo que la mujer les habia dicho
acerca de Jesús (ver Juan 4, 4-42).
Eso, desde luego, no significaba que El
había venido sólo a salvar a los judíos. En todo el Evangelio podemos ver que
la venida de Jesús tenía como fin la salvación de toda la humanidad.
El mismo se encarga de decirnos: "Yo, la luz, he venido
al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno
oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para
juzgar al mundo, sino para salvar al mundo" (Juan 12,46-47).
Jesús quería que los apóstoles tuvieran claro que los
primeros que debían recibir el mensaje eran los judíos, "ovejas
perdidas" que necesitaban conocer lo que realmente estaban esperando, un
Mesías que era salvación para todos y no para unos pocos, y que su salvación
sería para toda la eternidad, y no para nuestra estancia en la tierra.
Pero luego no les dejaría dudas de que el ministerio de sus
discípulos tendría que abarcar todo el mundo. Por eso, después de su
resurrección, y antes de regresar junto al Padre, les manda: "Vayan por
todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación. El que crea y sea
bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado" (Marcos
16,15-16).
Esta noticia ha de ser predicada a todo el que quiera
escucharla. Cada uno de los que la oigan tendrán que
hacer su propia decisión. No se trata de imponer por la fuerza una creencia,
pues Dios respeta nuestra libertad y aún para salvarnos quiere contar con
nosotros.
Cada uno tiene la responsabilidad de aceptar o no la eterna
felicidad que Jesús nos ganó muriendo por nosotros.
Arnaldo Bazán